ONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA PARA EL XII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. CICLO C
ZACARÍAS 12, 10-11; 13,1, Sal 6; GÁLATAS 3, 26-29; Lc 9, 18-24
Queridos hermanos y hermanas.
A través de la liturgia de la palabra de hoy, descubrimos que la vida cristiana no radica solamente en confesar el nombre de Jesús como el Señor de nuestra vida o en ratificar nuestra profesión de fe en él, se trata de seguirlo con la vida completa en medio de cualquier situación, sea ésta alegre o angustiante.
En nuestro contexto cotidiano nos encontramos con muchos “Pedros”
Que confiesan a Jesús como el Mesías de Dios, hablan del Señor, conocen mucho de él, son expertos en dar fe de los dichos y los hechos obrados por Jesús; y siendo importante lo anterior, lo esencial resulta ser SEGUIRLO, tal actitud ha de identificar al cristiano, y en este sentido, seguirlo, ha de ser el imperativo mayor en el corazón de aquél que dice que Jesús es el Señor, pues no se puede confesar al Hijo de Dios solo con los labios, se necesita asentir su condición desde las convicciones más profundas que nacen del interior y que se proyectan en actos de salvación reales en la vida cotidiana.
En el salmo 6 que se nos propone hoy para nuestra meditación personal y comunitaria, encontramos las características esenciales de lo que significaría SEGUIR al Señor más allá de confesar su nombre, y nos referimos exactamente a la comprensión vital de vivir la expresión: SEÑOR TU ERES MI DIOS, que significa en este contexto, Señor tu eres mi Padre, mi guía, mi confidente, mi vida y mi todo, soy hijo tuyo, dirige mis pasos, ilumina mi vida; seguir a Jesús nos lanza a considerar que las palabras; MI ALMA TIENDE SED DE TI, “soy como tierra reseca, agotada, sin agua”, son en ocasiones palabras vacías que no expresan lo que significa el seguimiento del Señor, porque nuestra sed la calman las personas o las cosas, nuestra sequía la riega el dinero y el absoluto bienestar.
Nuestro desierto, pensamos equivocadamente, que lo reverdecen los éxitos personales, las posiciones sociales y los grandes sueños por realizar
NO, lo reverdecen las buenas acciones, la contemplación del rostro de Cristo en los más pequeños y el respeto por la dignidad de todas las personas considerando las diferencias, pero siendo lo anterior signo del seguimiento al Señor, creemos que las palabras contenidas en la última parte del salmo 6 y que a continuación referimos, son sabias en tanto en cuanto, manifiestan fundamentalmente lo que significa cargar con la cruz de cada día y SEGUIR a Jesús:
Toda mi vida te bendeciré
Y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
Y mis labios te alabarán jubilosos.
Porque fuiste mi auxilio,
Y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
Mi alma está unida a ti,
Y tu diestra me sostiene.
Considerando lo antes mencionado, la Palabra del Señor nos dice que convertirnos en discípulos de Jesús, es decir cargar con nuestra cruz e ir en pos de él, no es otra cosa sino bendecir al Señor todos los días en medio de las vacilaciones, elevar a él plegarias nacidas del corazón ensalzando su nombre, es entender que él es nuestra fortaleza y escudo, que las personas pasan y que solo queda él; ir tras las huellas de Jesucristo implica a diferencia del joven rico, no mirar hacia atrás, amar más al Señor que a lo maravilloso del mundo, saber que él es nuestro tesoro y nuestra perla preciosa y que vale la pena dejarlo todo por seguir sus pasos.
Reconocer a Cristo como el norte de nuestra vida, es comprender que su mano nos sostiene
Que su mano nos protege y que su mano nos bendice; así las cosas, los discípulos del Señor de este tiempo son aquellos hombres y mujeres que en medio de las ilusiones que les muestra la vida, han descubierto que Jesús es real y que se ha convertido por tanto en el motor de su vida y de su cotidianidad, que en él han depositado sus esperanzas y que están convencidos que él nunca los va a defraudar, simplemente porque los ama.
Estimados hermanos y hermanas, siguiendo la lógica de lo expuesto en la carta a los Gálatas, “revistámonos de Cristo” y sólo así nuestras palabras tendrán valor a la hora de decir: Tu Señor eres el Mesías de Dios; y bajo el amparo del Corazón Inmaculado de María recordemos las enseñanzas del Santo Padre el Papa Francisco: “No es suficiente decir: Yo creo en Dios, Dios es el único Dios; eso está bien, pero como lleves tu vida, así será tu profesión de fe en él”.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
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