CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA PARA EL 28 DE OCTUBRE DE 2007 XXX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Eclesiástico 35, 12-14.16-18; Salmo 33. 2Timoteo, 4,6-8.16-18; Lucas 18,9-14.
QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS.
En la palabra del Señor, hoy encontramos la fuerza que nos hace invencibles, derrotando toda cobardía, pero en la palabra encontramos también la luz que nos impulsa para empuñar en nuestras manos la verdad y cómo no la responsabilidad de nuestros actos.
Pues bien, en el libro del Eclesiástico hoy encontramos para nuestra Congregación palabras de aliento y esperanza tales como:
El Señor escucha las suplicas de quien es agraviado
No desatiende el gemido de un huérfano
Ni el continuo lamento de la viuda
Las oraciones del humilde traspasan las nubes.
Hoy le decimos al Dios de la vida, que estamos afligidos pero no muertos, tristes pero no vencidos, llenos de duda pero no con una fe debilitada, destrozados pero no agonizantes, pues la agonía en medio de la vida floreciente es cobardía.
Con el alma le decimos al Señor hoy más que nunca como San Pablo a Timoteo:
LÍBRANOS DE LA BOCA DEL LEÓN, de la boca que blasfema, de la boca que calumnia, de la boca que se ríe a carcajadas frente a la catástrofe del otro, líbranos Señor de la boca que pronuncia palabras amenazantes, líbranos de la boca que injuria, sin saber tal vez que la boca que nos dio Dios esta hecha para bendecir, para dar un beso y para pronunciar la más bella palabra sobre la faz de la tierra AMOR que es igual a DIOS.
Desde el Evangelio de hoy según San Lucas y en medio de nuestros dolores y lamentos, no podemos decir otra cosa sino «TEN COMPASION DE NOSOTROS», mientras otros como el fariseo están diciendo en este mismo instante: TE DOY GRACIAS PORQUE NO SOY como los demás, o como ese que ha fallado, o como ese que ha robado o asesinado; qué plegaria va a ser ésta cuando lo que se dice es veneno y deslealtad.
Ofrezcamos entonces hermanos y hermanas con valor y con empuje esta Eucaristía, pidiendo por todos nosotros para que la tragedia, cualquiera que ella sea, no visite nuestras casas.
Que Nuestra Madre del Cielo bendiga nuestra Congregación de Oblatos y que ella que vio a su propio Hijo padecer y morir en la cruz, nos de ánimo de hierro y escudo de victoria para enfrentar cada día.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
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