CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA PARA EL 29 DE NOVIEMBRE DE 2015 – I DOMINGO DE ADVIENTO
Jeremías 33, 14-16; Salmo responsorial: 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14; 1Tesalonicenses 3, 12-4, 2;Lucas 21, 25-28. 34-36
Hermanos y hermanas:
Se inaugura el año nuevo de la Iglesia, año litúrgico que se empieza con el TIEMPO DE ADVIENTO, tiempo propicio para evaluar nuestro actuar frente a la vida y frente a Dios.
Se trata de un tiempo de esperanza, en el cual el hombre y la mujer encontrándose consigo mismos, reconocen a Dios, que los invita a un cambio de mentalidad para implementar en sus vidas la transformación y la conversión que les son beneficiosos.
Durante este tiempo de Adviento nos encontramos con algunas transformaciones en la liturgia, en primer lugar las celebraciones son más sobrias, menos festivas, pero no por esto cargadas de tristeza. En segundo lugar la decoración de los templos es también sobria, invita al creyente a descubrir en el silencio la presencia de Dios que le habla; tercero se omite el ALELUYA y el HIMNO DEL GLORIA, que se guardan para el veinticuatro de diciembre, cánticos que serán entonados con fe y alegría alrededor del RECIEN NACIDO, en un ambiente festivo por la presencia del Dios humanado en medio de su pueblo; en cuarto lugar, el color del ornamento del sacerdote es Morado, que desea ser para el hombre y la mujer de fe, signo visible de exhortación a la conversión, a la penitencia y al encuentro personal con Jesucristo.
Finalmente la Palabra de Dios propuesta para estas cuatro semanas de ADVIENTO, pretende generar en el corazón de la gente un ánimo ferviente en pos de preparar la vida para el gran acontecimiento de la navidad, cuyo centro es JESUCRISTO, revelación del misterio divino trazado por Dios desde la eternidad.
Empezar entonces este nuevo año litúrgico en medio de la Iglesia, es darnos una nueva oportunidad para empezar también a ser nuevos, nuevos en nuestra forma de actuar, de hablar, de pensar y de ser, al estilo del discípulo que quiere configurarse con su Maestro.
En este tiempo de ADVIENTO, el año nuevo de la Iglesia, no permitamos que nos cuenten entre los miembros de los denunciados por Jesús en el Evangelio de hoy según San Mateo cuando dice: “En los días anteriores al diluvio la gente no pensaba sino en comer y beber y en casarse, hasta que entró Noé al arca. Y cuando menos pensaron, vino el diluvio y se los llevó a todos”.
Corremos el riesgo de dejar pasar por alto este tiempo de Adviento y llegar como hombres y mujeres viejos a la Navidad, como la gente en tiempos de Noé.
Esta situación no se puede repetir en nuestras vidas y aunque la sociedad y las costumbres de este tiempo nos empujen a consumir en exceso, a beber y a comer en abundancia al margen del dato salvífico de Jesucristo, hemos de ser fuertes en la lucha contra todo aquello que nos distraiga del verdadero sentido del Adviento y de la Navidad.
La ruta de la fantasía no puede acaparar nuestra atención con sus destellantes luces, con sus hadas madrinas, con sus príncipes y sus dragones, pero sin Jesucristo, constituyéndose así en el eterno ausente de nuestra vida. Por tanto es un imperativo para la Iglesia y para la Familia, posibilitar en los niños y en los jóvenes una equilibrada formación cristiana, en el conocimiento de Jesús, en el amor hacia él y cómo no en el trato tierno con María nuestra Madre del cielo.
No propongo una educación beata para las generaciones nuevas, simplemente se trata de no desconocer a Jesucristo en medio de la espectacularidad que el mundo nos ofrece.
Queridos hermanos y hermanas: que este tiempo de Adviento traiga muchas bendiciones para nuestras familias y que se geste al interior de ellas un ambiente propicio para confeccionar la cuna del Salvador.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
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