CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA PARA EL 3 DE FEBRERO DE 2019 IV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Jeremías 1, 4-5. 17-19; Salmo responsorial: 70; 1Corintios 12, 31-13, 13; Lucas 4, 21-30
Queridos Hermanos y Hermanas:
En esta oportunidad vamos a meditar en primer lugar en la imagen del profeta Jeremías y en su misión; luego nos aproximaremos al sistema ético cristiano fundado en el amor y finalmente con el santo evangelio de San Lucas tendremos la ocasión de acercarnos a Jesucristo como el hijo de José y al mismo tiempo como el Hijo de Dios.
En lo concerniente a Jeremías, es importante mencionar que desde niño fue llamado por Dios a su servicio; renunció a la posibilidad de formar un hogar (16,2) y con un corazón abierto, tierno y manso ofreció su vida completa al Señor. Ubicamos a este profeta en el 650 a.C., con una grave responsabilidad, con una gran misión: “anunciar desgracias”, hecho que le acarreó grandes persecuciones por parte del pueblo y sus gobernantes, tanto así que fue encarcelado, torturado y amenazado de muerte.
La misión de Jeremías como profeta no fue fácil
Y por esta razón, en mucha ocasiones se le oyó decir como Job: “maldito el día en que nací”, pero también con dulzura y sacrificio decía: “Me has seducido Señor, me has agarrado y me has podido”. Con lo anterior queremos expresar que el actuar de Jeremías se dio en el contexto de un ambiente adverso, pues denunciar pecados es una tarea muy difícil y anunciar la muerte a manera de castigo por las faltas cometidas, no conlleva felicitación alguna.
En medio de este panorama tan desconsolador, Jeremías descubrió que DIOS ERA SU FUERZA, SU FORTALEZA Y SU ESPERANZA, de manera especial cuando le dice: “antes de formarte en el vientre te escogí; no les tengas miedo, yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce frente a todo el país; lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte”.
Hermanos y hermanas, la primera conclusión a la que podemos llegar a partir de la experiencia de Jeremías es que en medio de nuestros temores, cobardías, retos, insatisfacciones, derrotas y decepciones por parte de las circunstancias y de las personas; DIOS SIGUE SIENDO NUESTRA FUERZA.
Por otra parte, es importante afirmar aquí, que situados en la segunda lectura tomada de la primera carta a los Corintios, San Pablo repitiendo la palabra AMOR por más de siete veces en unos cuantos versículos, profundiza en el anuncio que ya había hecho Jesús: el reino de los cielos se funda en el Amor, situación que nos lanza a afirmar en este tiempo que nuestro SISTEMA ETICO CRISTIANO, encuentra sus raíces en el amor; el pilar que lo sostiene es el amor; de aquí se sigue la gran síntesis hecha por Jesús al decir que todos los mandamientos y preceptos veterotestamentarios se conjugan en la vivencia del mandamiento del amor, exigencia de todo aquel que se llame a sí mismo cristiano.
El sistema ético del cristianismo fundado en el AMOR, conoce una doble vía: la del amor a Dios y la del amor al prójimo
Amor que llevado a la práctica nos conduce a lo que llamamos salvación que en términos de San Pablo se debe entender como “EL AMOR QUE NO PASA NUNCA”, imperativo de todo creyente a la hora de su actuar cotidiano.
Finalmente desde el evangelio de San Lucas, una vez más nos encontramos con la identidad completa de Jesús; la identidad que antes era un misterio, ahora se ha hecho visible a los ojos de nuestro entendimiento; cuando la gente se pregunta: “No es éste el Hijo de José”, no está haciendo otra cosa sino afirmar de manera implícita la identidad HUMANA de Jesús (verdadero hombre) y cuando Jesús les habla con autoridad acerca de la necesidad de la fe para que los milagros sean una realidad: está acentuando su identidad DIVINA (verdadero Dios).
La última reflexión sugiere de nosotros sabernos ciudadanos del cielo y al mismo tiempo comprendernos como humanos desde nuestra misma humanidad, contando obviamente con la protección y el auxilio de nuestra Madre del cielo.
P. Ernesto León D. o.cc.ss
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