CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

Homilía febrero 9 de 2025

CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
Isaías 6, 1-2a. 3-8; Salmo responsorial: 137; 1Corintios 15, 1-11; Lucas 5, 1-11

Queridos Hermanos y Hermanas:
A las puertas de empezar un nuevo tiempo litúrgico en la Iglesia conocido como LA CUARESMA, la Liturgia de la Palabra de este domingo nos proporciona dos temas para nuestra reflexión.

En la primera carta a los Corintios, llamándose a sí mismo APÓSTOL, San Pablo les recuerda que el contenido de su predicación no fue otra cosa sino el Evangelio de Jesucristo, es decir la vida de aquél que pasó por el mundo haciendo el bien y que un día dio su vida por todos nosotros.

El contenido de la predicación de San Pablo, si bien tiene que ver con el desarrollo de  temas tales como el pecado, la fe, la gracia, el amor, la comunidad y la Iglesia, entre otros; fundamentalmente hace relevante para los cristianos de aquel tiempo y del nuestro, lo concerniente al Misterio central de nuestra fe y de nuestra doctrina a saber:

JESUCRISTO EN SU PASIÓN, EN SU MUERTE Y EN SU RESURRECIÓN.

Conocer con certeza lo anterior nos capacita para vivir con claridad nuestra fe, una fe que no está puesta en las personas sino en Jesucristo; una fe que no necesita de magia y de hechos sobrenaturales para ser fuerte, sino de Jesucristo; una fe que trascendiendo los dogmatismos morales ha descubierto en Jesús la máxima moral.

Comprender que Jesucristo en su pasión, en su muerte y en su resurrección, es el sustrato último de la predicación evangélica, es entender que ningún discurso por más humano que sea puede sustituir la fuerza que  contiene la vida de Jesús hecha Palabra por la fuerza del Espíritu Santo.

Entender que el fundamento doctrinal y dogmático de nuestra Iglesia es el KERIGMA que ha permanecido incólume por más de 2000 años, es haber comprendido la predicación de Pablo, quien purificando a los de su tiempo de ritos, cultos, tradiciones y costumbres nacidas de la ley antes que del Espíritu, los lanzó a anclar su fe en aquél que es la fe y que la regala como un don.

A nosotros que al igual que los Corintios hemos recibido la predicación del Evangelio nos queda como compromiso adherirnos a Jesucristo que es el motivo de nuestra esperanza, el fundamento de nuestra fe, y la razón de ser de nuestra caridad.

A manera de conclusión de este primer punto, es importante afirmar que las practicas espirituales que son una tradición de la Iglesia deben conservarse; sin perder de vista que la centralidad de nuestra fe está puesta en el corazón mismo de la Eucaristía, sacramento en el cual sin lugar a equivocarnos, vivimos de manera real pero incruenta la pasión, la muerte y la resurrección del Señor, Misterio que meditaremos a lo largo de la Cuaresma y que luego celebraremos en la Semana Santa.

En segunda instancia, fijando nuestra mirada en el Santo Evangelio de este domingo conocido como “la pesca milagrosa”, vale la pena extraer dos enseñanzas: el valor de la solidaridad y la fuerza que contiene lo expresado por Jesús: no tengáis miedo.

En lo que tiene que ver con la generosidad, Simón una vez que su barca casi se hundía por la gran cantidad de peces que contenía, llama a sus compañeros de oficio que tenían su barca vacía para que la llenaran de pescados; manifestando así  con el signo de las barcas llenas, que se venció por completo el egoísmo dando paso a la solidaridad y por supuesto se derrotó el bienestar personal enalteciendo el colectivo.

Finalmente y con la ayuda de nuestra Madre del Cielo, ojalá podamos escuchar a la hora de los problemas, las tristezas y las dificultades la expresión dulce salida de los labios del Señor diciéndonos NO TENGÁIS MIEDO.

P. Ernesto León D. o.cc.ss

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