CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CC.SS DE JESÚS Y MARÍA
HOMILÍA PARA EL JUEVES SANTO. CICLO B
Éxodo 12,1-8.11-14; Salmo 115; 1Corintios 11,23-26; Jn 13,1-15
En un jueves como el de hoy, nuestro divino redentor, sentado a la mesa con sus discípulos celebró la última cena y en medio de lo que se avecinaba el viernes santo, Jesús con amor tomó el pan y el vino y se los dio a sus amigos, enseñándoles con este gesto el valor de la solidaridad y del amor.
Cuando Jesús instituyó la sagrada Eucaristía en el marco del jueves santo, quiso dejar para el mundo un memorial de amor capaz de derrotar los corazones egoístas que acumulan para sí, desconociendo al humano necesitado que está a su lado; la sagrada Eucaristía es el grito de Dios pidiendo solidaridad entre los hombres, es el gemido de Dios pidiendo caridad entre los hermanos, es el murmullo de Dios, solicitándole al mundo la necesidad de vivir en la unidad, pues la división se ha apoderado de las estructuras más profundas de la sociedad.
La sagrada Eucaristía es el pedido de Dios que clama a la sociedad civil la derrota de la injusticia y de la desigualdad social
Porque mientras unos pocos tienen pan en abundancia, muchos mueren de hambre, porque mientras unos pocos tienen acceso al pan de la educación, otros se sumergen en el profundo abismo de la ignorancia; Sagrada Eucaristía es la queja de Dios en medio de un mundo violento, de una sociedad violenta, suplicando paz y reconciliación entre los hombres.
Hermanos y hermanas, la sagrada Eucaristía instituida por el Señor el jueves santo, morirá una vez que deje de ser eco de justicia y de igualdad, morirá el día en que no denuncie las estructuras de esclavitud presentes en nuestra sociedad, morirá el día en que no libere al hombre del yugo de una fe mágica e infantil; la sagrada Eucaristía morirá cuando la vida de quienes la celebramos esté lejos de Dios, morirá cuando la indiferencia ante el que sufre, ante el necesitado y ante el que llora sea en nuestra vida una realidad.
Cuando el pan de Cristo en la Eucaristía se convierta en una costumbre y en tradición para los creyentes, ese día la Eucaristía morirá, cuando la cena del Señor sea un culto externo celebrado por nosotros de manera superficial y ritualista , ese día el jueves Santo se convertirá en un eterno viernes santo, porque el Jesucristo vivo del jueves santo, habrá muerto en nuestros corazones.
En este día sublime del jueves santo
Junto a la institución de la sagrada Eucaristía, Jesús instituyó el sacramento del orden sacerdotal; un sacramento de servicio a ejemplo del servicio que el Señor Jesús prestó a los hombres y mujeres de su tiempo, cuando observando el dolor del paralítico Jesús le habló dulcemente al oído y con la fuerza del Hijo de Dios le dijo: «levántate, toma tu camilla y echa a andar»; Jesucristo el sumo sacerdote, se acercó con el corazón a todos los enfermos de su tiempo y les concedió salud y fuerza para enfrentar la vida, una vida cargada de dolores y sufrimientos; esto es lo que hace el sacerdote de hoy con el sacramento de la unción de los enfermos.
El sacerdote perdona los pecados de sus hermanos con la fuerza de Dios a través del sacramento de la confesión, sacramento que se ha de entender como el vehículo claro de la gracia, la misericordia y la compasión.
El sacerdote a ejemplo de Jesús y heredero de la tradición apostólica bautiza a quienes con determinación quieren seguir sus pasos en el seno de la iglesia Católica
Un sacerdote obediente a Dios enaltece el mandamiento del amor a través de su presencia cualificada en el sacramento del matrimonio, el sacerdote con su predicación a la manera de Jesús en el monte de las bienaventuranzas, cura y venda las heridas de sus hermanos con el agua del consuelo y el vino de la esperanza.
Es por el sacerdote en medio de su fragilidad como en la sagrada Eucaristía el mismo Dios baja del cielo, se postra en el altar y se da a nosotros por medio del cuerpo y de la sangre de su Hijo Jesucristo, es el sacerdote con su humanidad pecadora y al mismo tiempo consagrada por Dios, quien hace posible que en el altar se encuentre la humanidad con la divinidad mediante el beso del amor; hermanos y hermanas, que no falte la oración por nuestros sacerdotes, de manera especial por el Santo Padre y por los consagrados oblatos.
En un jueves santo como hoy
Jesús nos dejó como herencia el mandamiento bello del amor, mandamiento predicado y vivido por Jesús hasta el extremo de dar su vida por amor a nosotros; amor le falta a la humanidad sumergida en la noche oscura de la desconfianza y de la guerra, amor le falta a los actores del conflicto para entender que el amor es más fuerte que la fuerza de las armas, amor le falta a quienes mutilan a sus hermanos no sabiendo que podrían ser sus propios hijos; le falta amor a nuestro mundo instrumental porque ha tomado a las personas como cosas despojándolas de su inmensa dignidad; amor le falta a nuestros gobernantes para dirigir los destinos de los pueblos hacia senderos de justicia y de equidad social.
Nos falta amor
A los sacerdotes para contemplar con respeto nuestra investidura, pues somos otros cristos en la tierra; amor nos falta para perdonar con la fuerza del amor nuestros propios pecados para luego perdonar los pecados de los demás por la intervención de aquél que es el amor: Dios; les falta amor a nuestros padres de familia para entender que tienen en sus manos la tarea delicada e inmensa de generar vida para el mañana en medio de una cultura abortista, que desprecia al mismo Dios, quien es el autor de la vida.
Hermanos y hermanas que en este jueves santo, el pan de la eucaristía sacie el vientre de muchos estómagos vacíos presentes en nuestro mundo y en otras latitudes de la tierra, que el renacer de nuevas vocaciones sea el preludio de una nueva evangelización en medio del mundo y que despojándonos de las armas de la guerra aunque no estemos internados en las selvas de nuestro pueblo, empuñemos el arma del amor para gritarle al mundo que «EL AMOR ESTA VIVO», es decir que Dios está vivo en medio de nosotros.
P. Ernesto León D. o.cc.ss.
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