LECTIO AGOSTO 14 DE 2022
Domingo 20o. Tiempo Ordinario
Tiempo Ordinario Ciclo C. Oración con el Evangelio. (Lc 12, 49-53)
INVOCA
• Para comenzar este encuentro de diálogo con el Señor, tienes que disponer tu ánimo y tus libros.
• El Señor te va a dirigir su Palabra. Y, por supuesto, merece toda la atención de tu parte, evitando distracciones, proyectos y otras ocupaciones.
• Orar es: vivir desprendidos, con “los pies descalzos”, para subir a la montaña de la santa contemplación. Como Moisés, libres, desatados y desasidos. En estos momentos, vive desprendido de las cosas y de las personas. Dios y tú, con toda la atención puesta en Él.
• Orar es: estar disponibles a “salir de tu tierra”, sin que nada ni nadie te retenga.
• Orar es: caminar siempre con alegría y paz en tu corazón. No mires atrás. Allá en el monte de la contemplación, te espera el Señor. Él te ama, te ha llamado, quiere sacarte de la mediocridad. Él quiere que le sigas en una donación sin fin.
Invoca al Espíritu: Veni, Sancte Spiritus
Ven, Espíritu Santo,
te abro la puerta,
entra en la celda pequeña
de mi propio corazón,
llena de luz y de fuego mis entrañas,
como un rayo láser opérame
de cataratas,
quema la escoria de mis ojos
que no me deja ver tu luz.
Ven, Jesús prometió que no nos dejaría huérfanos.
No me dejes solo en esta aventura,
por este sendero.
Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
Te necesito en mi noche
como una gran antorcha luminosa y ardiente
que me ayude a escudriñar las Escrituras.
Tú que eres viento, sopla el rescoldo y enciende el fuego.
Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
Tengo las respuestas rutinarias,
mecánicas, aprendidas.
Tú que eres viento,
enciende la llama que engendra la luz.
Tú que eres viento, empuja mi barquilla
en esta aventura apasionante de leer tu Palabra,
de encontrar a Dios en la Palabra,
de encontrarme a mí mismo
en la lectura.
Oxigena mi sangre al ritmo de la Palabra
para que no me muera de aburrimiento.
Sopla fuerte, limpia el polvo,
llévate lejos todas las hojas secas
y todas las flores marchitas
de mi propio corazón.
Ven, Espíritu Santo,
acompáñame en esta aventura
y que se renueve la cara de mi vida
ante el espejo de tu Palabra.
Agua, fuego, viento, luz.
Ven, Espíritu Santo. Amén. (A. Somoza)
LEE LA PALABRA DE DIOS (Lc 12, 49-53) (Qué dice la Palabra de Dios)
He venido a poner fuego en la tierra (v. 49)
• En el camino que Jesús recorre con sus discípulos hacia Jerusalén, nos va exponiendo diversas actitudes sobre su misión y el seguimiento de los discípulos.
• Jesús exige al discípulo una determinación sincera, tajante y total. Jesús no quiere medianías. Ante Él hay que decidirse. El Reino de Dios, el proyecto de Dios es lo más importante para el discípulo del Evangelio. ¡O se lo toma o se lo deja!
• Jesús anuncia con pasión el Reino de Dios. Es el ardor con que propone a sus seguidores asumir su vocación de entrega, de “quemar las naves”, de aceptar como lo más importante, con santa obsesión y entrega, el proyecto de Dios, asumido totalmente por Jesús.
• El mensaje de Jesús causa, a veces, conflicto: con uno mismo (sus tendencias, ilusiones, planes) y con la familia.
• No es que Jesús pretenda sembrar la división en los vínculos familiares. Sino, quiere resaltar que lo primero es el Reino de Dios, el proyecto de salvación, su propuesta y entrega total. Jesús busca la radicalidad. El único Absoluto es Dios.
• La imagen bíblica del fuego no habla de destrucción. Sino que es la fuerza de vida. La que viene a traer el Mesías. Lo dice Juan el Bautista. Yo les bautizo con agua, pero viene el que es más fuerte que yo, a quien yo no soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego (Lc 3, 16).
• Lucas en el libro de los Hechos describe la venida del Espíritu Santo como fuego. Aparecieron lenguas como de fuego (Hch 2, 3). Éste es el fuego que quiere Jesús prender en el corazón de sus seguidores. Es el ardor, el ímpetu de la entrega decidida a la causa de Evangelio.
• El mismo Jesús ha de pasar por esa prueba terrible. Y sufre la angustia hasta que llegue el momento de la destrucción en su cuerpo, para que la vida florezca.
He venido a traer… división (v. 51)
• Esta afirmación de Jesús no contradice en nada el mandamiento del amor, que Él mismo lo propone como el único. En nada se contrapone con la paz a los hombres, que prometen los ángeles en el nacimiento de Jesús (Lc 2, 14).
• Jesús viene a establecer entre sus seguidores y entre los hombres la verdadera paz, a pesar de las envidias, codicias, guerras que se dan entre unos y otros. Su enseñanza y su testimonio son la prueba más evidente de que Él es el signo de contradicción (Lc 2, 34), que Simeón avisó a María, la Madre, en el momento de la presentación del Niño en el templo. Él fue el mártir que se entregó voluntariamente a la muerte para ser el “pacificador” de los hombres entre sí y con el Padre.
• La división que indica Jesús es consecuencia de la opción radical por seguirle a Él.
A pesar de que muchas veces la vocación de ser cristiano no es comprendida ni siquiera por los propios familiares, sin embargo, Jesús sigue llamando a la entrega total, hasta el martirio cruento muchas veces, de sus verdaderos discípulos.
• En una sociedad que favorece la muerte de los no-nacidos y de los ancianos, que aplaude el crecimiento injusto de las riquezas en manos de pocos, frente a la miseria que sufren la mayoría de los ciudadanos, el cristiano está llamado a ser “signo de contradicción” como Jesús. El discípulo de Jesús, fiel y coherente, tiene que estar dispuesto a sufrir la contradicción constante de una vida entregada a la causa de los más desfavorecidos.
• Anunciar y vivir el estilo de vida de Jesús provoca en esta sociedad consumista rechazo, descrédito, conflicto y división. Es una constante en la historia de la Iglesia. Es el cumplimiento de la bienaventuranza proclamada por el mismo Jesús: Dichosos serán ustedes cuando los injurien y los persigan, y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía (Mt 5, 11).
MEDITA (Qué me/nos dice la Palabra de Dios)
• La Palabra de Jesús provoca división. Y esto sucede en el interior de la Iglesia, entre aquellos que se afirman como cristianos comprometidos. El modo de interpretar y llevar a la práctica la Palabra de Dios origina en la Iglesia diversas tendencias, movimientos y comunidades. De tal modo que se dan dentro de la Iglesia grupos extremistas, unos más cercanos a vivir la fe desde una seudomística que les evade del esfuerzo social a favor de los marginados y otros que entienden la práctica del Evangelio como una lucha permanente por el cambio social.
• Es difícil optar y mantenerse en un equilibrio nacido de una fe profunda y una praxis pastoral que vaya creando la coherencia entre fe y vida, oración y acción, compromiso por el Reino y compromiso social.
• Ésta es la tarea incuestionable del cristiano: vivir el Evangelio, transformarse cada uno y pretender transformar la sociedad. El cristiano ha de ver y discernir el camino para ello, sin traicionar al Evangelio y a la justicia social.
ORA (Qué le respondo a la Palabra de Dios)
• Señor, con frecuencia me siento débil ante este reto que me presentas con tus palabras y tus acciones. Quiero comprometerme con el Evangelio, con toda radicalidad. Pero, mis fuerzas me fallan y dejo con frecuencia el compromiso asumido.
• Señor Jesús, Tú lo diste todo con decisión, sin escatimar ningún esfuerzo ni dar paso atrás. Con tu gracia y tu fortaleza, sólo así, podré colaborar con la misión que me encomiendas.
• Que no desmaye ante esta lucha gigantesca. Que no quede derrotado. Sé que contigo podré seguir adelante.
• Rezaré como Pablo: Gustosamente seguiré enorgulleciéndome de mis debilidades, para que habite en mí la fuerza de Cristo. Y me complazco en soportar por Cristo debilidades, injurias, necesidades, persecuciones y angustias, porque cuando me siento débil, entonces es cuando soy fuerte (2 Cor 12, 9-10).
CONTEMPLA
• A Jesús que carga la cruz, sufre y muere por nuestro bien, para darnos la vida.
• A mí mismo, que, con tantas debilidades, deseo vivamente ser discípulo de Jesús.
ACTÚA
• Agradeceré al Señor su llamada a seguirle en todo momento y con toda decisión.
• Repetiré: Todo lo puedo en Cristo que me da la fuerza (Flp 4, 13).
P. Martín Irure