Juan 1, 1-18: ¿Cuál es el “Verbo” que hay que conjugar?. “Y el Verbo se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros”
Una de las de Laura
La pequeña e inquieta Laura se preparaba para hacer la primera comunión en la escuela “La Sagrada Familia”. Uno de esos sábados por la mañana a la hora de la lección, abrió sus ojos bien grandes, visiblemente conmovida ante la frase que aparecía en su cartilla: “En el principio existía el Verbo” (1,1). Durante todo el resto del día la frase le siguió repicando, la sentía y la pensaba.
Su tía Ana habría sido la persona ideal para aclararle la cuestión, pero físicamente ya no estaba en la familia, estaba ahora personalmente con aquel sobre el cual le iba a preguntar.
Cuando llegó el lunes, la primera clase de la escuela fue la de gramática. A la hora del recreo ni siquiera fue a la merienda por la emoción:
–“¡Pero si lo dijo la maestra! ¡El verbo es la parte más importante de la oración!”.
Pero algo no encajaba. Y seguía pensando. –“¿Eso es un verbo?”.
La maestra Cira, que la fue a buscar porque no estaba con los demás, le respondió la pregunta al sorprenderla hablando sola:
–“Sí, y siempre se refiere a acciones, como por ejemplo: correr, comer, dormir… o ir a la merienda, cosa que no has hecho”.
–“Sí, yo ya entendí, lo que no sé es qué tiene que ver con el Niño Jesús”, le respondió Laura con cierto malestar.
María Angélica, su primita, que le había avisado a la maestra donde estaba Laura y quien se había venido detrás, enseguida captó la cuestión y le dijo como cuando recita sus poesías:
–“Jesús nos trajo el verbo más bonito de todos, el más importante de todos, el que hay que untarle a todo lo que hagamos: el verbo AMAR”.
Mucho más que una cuestión de libros gordos
No necesitamos ser grandes estudiosos de la Biblia para darnos cuenta que detrás de cada página de la Biblia hay lenguas antiguas, culturas lejanas y sobre todo términos densos cuyas explicaciones llenan las páginas de otros libros tan grandes como la misma Biblia.
Sin embargo, el mismo Jesús dijo que los pequeños lo entendían. Efectivamente, el Espíritu Santo tiene sus caminos para llegar hasta los niños.
Por eso, el “verbo” que aprendemos en la gramática no es un obstáculo para que comprendamos un gran misterio. La mente se abre cuando el corazón quiere entender.
La respuesta de María Angélica no estaba equivocada. Era como una puerta que se abría para nuevas preguntas más profundas.
Cuando se tiene poco espacio para decir muchas cosas
El término “verbo” viene del latín. Es la traducción del que en griego se dice “logos”. A la gente de la Biblia le gustaba decirlo de una forma más sonora: “dabar”. En todos los casos en principio traduce lo mismo: “Palabra”.
Cuando el evangelista Juan comienza el evangelio, pareciera que quisiese resumir toda su intensa experiencia con Jesús en una sola página. No es fácil. Para eso se vale de algunas estrategias.
Lo primero que hace es colocar a Jesús en el lugar que le corresponde: el punto de partida. Él “existe desde el principio” (Juan 1,1), o sea, desde siempre; Él existe como Palabra que encabeza el comienzo de todo: el tiempo, la creación, cada uno de nosotros. Cuando indagamos todo a la reversa y nos remontamos hacia el origen de todo, terminamos encontrándonos con Él (1,3).
Dios no es soledad vacía sino relación
Que Él se llame “Palabra” quiere decir que no está aislado, que tiene algo que decir y que lo que dice es Él mismo. Es como decir que es el rostro de Dios que se asoma para vernos y para que lo veamos, el rostro de un Dios que sabe de amor. Esta es la manera de decirnos que se quiere comunicar, porque es esencial para Él.
No podremos comprender su ser “Palabra” si no miramos lo concreto de Jesús y ni captaremos lo que es Jesús si no entendemos todo lo que es una “Palabra”. A través de Jesús en cuanto “Palabra”, sabemos que Dios no quiere estar solo en su grandiosa trascendencia. Su mayor grandeza no es lo que lo distancia de nosotros sino lo que lo hace inclinarse sobre sus pequeñas criaturas (1,3).
Para que no haya oscuridad a todo le da un sentido
Inclinándose sobre cada uno de nosotros nos asume completamente y le da sentido, orden y dirección definitiva a nuestra vida. Porque es “Palabra” es sentido, sentido de la vida, porque “en ella estaba la vida” (1,4a).
El sentido se nos da como una luz que nos orienta. De hecho sigue profundizando Juan, “era la luz de los hombres” (1,4b.9). Aquí el “era” no quiere decir que “fue y ya no es” sino que continúa siéndolo todo el tiempo: comienza, permanece y será siempre.
Sin esta luz nos quedamos en la oscuridad (1,5). Cuando uno anda en tinieblas no sabe por dónde ir, mientras que el barullo del mundo por todos lados nos confunde.
El Verbo se hizo “carne” por amor
Esta Palabra “puso su Morada entre nosotros” (1,14b). Como quien construye una nueva casa en medio del barrio. Pero siendo Dios parece más bien un Templo. Entonces nos sentimos familiares con Él y Él con nosotros: lo podemos incluso tocar. Tenemos la posibilidad de visitarnos o hasta de compartir nuestros espacios. Se hace “amigo”, y es tanta la relación que hasta es mejor decir “hermano”.
El Dios que por definición no se podía ver, “a Dios nadie le ha visto jamás” (1,18), se hace abordable, de agradable compañía, mientras nos cuenta despacito quién es el Padre.
Lo podemos tocar porque es el “Verbo que se hizo carne” (1,14a). Aquí “carne” no significa músculos o masa corporal, más bien quiere decir –como es propio del lenguaje bíblico hebreo- que se es limitado y débil, que se está marcado por la humana fragilidad.
Jesús, quien en sí mismo nos transmite a Dios, como “Palabra” que es, asumió todo lo que constituye nuestro ser humano, se hizo uno de nosotros. El “hacerse carne” entonces es su condición humana tomada en serio, sin dar marcha atrás: no es como quien se pone un disfraz.
La Palabra que “nos ha contado” (1,18) con más autoridad que ninguno quién y cómo es Dios, permanece siempre carne, porque precisamente por el poder de Dios ella fue resucitada, abriéndonos un camino nuevo para que nuestra carne llegue hasta el Padre y nos sumerjamos en el más puro, pleno y duradero diálogo de amor.
Con razón nos ha enseñado san Juan Pablo II que “frente al misterio de la Encarnación, se puede descubrir que la vida de cada persona humana y de toda la humanidad tiene un significado que sobrepasa el tiempo y desemboca en la eternidad”.
Un ardiente deseo
El que en el principio “estaba con Dios” (1,1b), quiso estar “entre nosotros” (1,14), para que también junto con Él y completamente identificados con Él nosotros podamos estar en el incomparable intercambio de amor que no tiene los bordes del comienzo y del fin, este inmenso océano de amor que no quiere sino desbordase y vaciarse sobre nuestros pequeños corazones.
Por eso insisto en que tenía razón mi sobrina y ahijada María Angélica: el verbo “amar” lo explica todo. Ante Jesús recién nacido, aprendemos maravillados que “el Verbo se hizo carne” por amor.
En fin…
Contemplando al Niño Jesús en el pesebre, junto con su Madre extasiada, la primera en penetrar con suma atención y en oración amante todas las palabras que pronunciaba el Verbo, nuestra gran aspiración es que “Nos haga también hijos de Dios Aquel que por nuestra causa se quiso hacer Hijo del hombre” (San Agustín)
A sus pies terminamos este año y recibimos el nuevo que nos da. A Él, a quien le pertenece toda honra y toda gloria, sea la alabanza en nuestra historia y por toda la eternidad.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. Pongámonos junto al pesebre y contemplando al niño Jesús leamos muy despacio, tratando de entender, el Prólogo del Evangelio de Juan (1,1-18).
2. ¿Por qué Juan llama a Jesús “Verbo”/ “Palabra”? ¿Qué sentidos le caben al término?
3. Si Jesús se hace verbo encarnado por amor, ¿Cómo debe ser la vida de quien se identifica con Jesús?
4. ¿Qué verbos, acciones concretas, no cuantitativas (como trabajar) sino cualitativas (como perdonar), han caracterizado mi vida en este año que hoy termina?
5. ¿Cómo me evalúo en la presencia del Señor?
6. Contemplando a Jesús “Verbo encarnado”, ¿Qué propósitos me hago para mi vida personal, familiar, laboral, de amistades, de servicio, de compromiso eclesial el próximo año?
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la América Latina (CEBIPAL) del CELAM
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19. Ave María en varios idiomas
20. Coronilla de la divina misericordia