Sagrada Familia
Lucas 2,22-40: Una gloriosa manifestación que responde a la larga espera. “Mis ojos han visto tu salvación”
Los relatos de infancia de Jesús en Lucas no dejan de contagiarnos su gracia. Cada detalle es significativo porque nos ayuda a comprender a Jesús quien poco a poco se va manifestando. Por ejemplo, la primera aparición en público de Jesús se realiza en el Templo, así se realiza la profecía de Malaquías: “Enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis” (3,1).
María, quien ha traído a Jesús al mundo, lo introduce también en el mundo de la fe israelita, en su lugar más significativo que es el Templo.
Leamos y oremos el evangelio de hoy notando cómo Jesús está rodeado del amor de sus padres y también de la fe de su pueblo que durante muchos años ha estado aguardando el cumplimiento de las promesas.
1. La familia va unida al Templo para agradecer el don de la vida (2,22-24).
Lucas nos presenta en un solo relato la purificación de la Madre, María, y la presentación de Jesús como hijo primogénito. El texto le da mayor realce a la acción de gracias y consagración del niño a Dios por parte de sus padres.
La santa familia que entra al templo tiene tres características:
• Es una familia piadosa: la Ley del Señor es su norma de vida
La familia de Nazareth comprende su proyecto familiar a la luz de la Palabra de Dios. Notemos el énfasis en el texto: tres veces se repite la expresión “según la ley” (2,22.23.24 y luego una vez más en 2,39). Así la sagrada familia es presentada como una familia fuertemente adherida a Dios, fiel cumplidora de la ley.
• Es una familia pobre: la ofrenda de las tortolitas
El ritual que menciona el relato evangélico consistía fundamentalmente en hacer una ofrenda en el Templo. Con relación al contenido de la ofrenda, Lucas nos deja entender que María y José se acogieron al derecho de los pobres. Puesto que tienen pocos recursos económicos presentan la ofrenda que hacían los menos pudientes del pueblo: “un par de tórtolas o dos pichones”.
Con este detalle lucano, el evangelio continúa diseñando el retrato de la pobreza de Jesús y de sus padres que comenzó a dibujar la noche del nacimiento.
• Es una familia que agradece el don de la vida: el hijo es un regalo de Dios
La razón de ser de la ofrenda es simbolizar la entrega definitiva del hijo a Dios, porque según la ley todo hijo primogénito le pertenece a Dios.
Pero Jesús, ya desde antes, le pertenecía a Dios de una manera única, especial, por lo tanto la sagrada familia se comprende a la luz del misterio de Dios que está por ser revelado. Esto se va a precisar en la profecía inspirada que escucharemos enseguida: Jesús, como consagrado al Señor, es salvación y gloria de Israel y luz para todos los pueblos.
Por eso el cántico de Simeón y las aclamaciones de Ana vienen a ser como una liturgia de entrada de este ritual de consagración de Jesús a Dios.
2. Simeón le da la bienvenida a Jesús (2,25-35)
El anciano Simeón nos da un nuevo horizonte para comprender mejor a Jesús y María. En esta parte del relato, podemos distinguir:
• Una descripción de las características de Simeón (2,25-28)
• Una oración de alabanza a Dios por la llegada del Mesías (2,29-32)
• Una profecía sobre el destino de Jesús, destino que involucra también el futuro de su Madre (2,34-35).
La breve descripción que el Evangelio hace de Simeón (2,25-28) nos dice que se trata de una persona realmente buena:
• Que es “justa” y “piadosa”,
• “Espera la consolación de Israel”,
• Que está “llena” y es “movida por el Espíritu Santo”,
• Que logra ver aquello que estaba esperando durante toda su vida.
Simeón es descrito, entonces, como un hombre de esperanza. En su ancianidad se comporta como un joven que ve con optimismo el futuro que llega, sostenido por la certeza de que Dios no se olvida de su pueblo. La “espera” le ha dado sentido a su vida y, sostenido en ella, lo ha orientado en una vida recta (“justo y piadoso”). El cansancio no lo ha llevado a desestimar la fidelidad de Dios.
El abrazo que el anciano le da al niño Jesús es un abrazo al futuro, el verdadero futuro de la humanidad, acogiéndolo como el regalo de Dios para los hombres. De esta forma, Simeón anticipa lo que sucederá con mucha gente a lo largo de la misión de Jesús. De ahora en adelante el día de su encuentro con Jesús será para cada persona el día más importante de su vida.
Con Jesús en sus brazos, con apenas cuarenta días de nacido, el viejo Simeón canta un hermoso himno inspirado, que es también una profecía sobre Jesús. El reconocimiento del Mesías esperado le da a Simeón una nueva comprensión de cuál será el futuro de todos aquellos que lo rodean. La familia de Nazaret, la humanidad entera y el mismo Simeón, se ven iluminados por la luz salvífica de Jesús.
Releamos el Himno profético de Simeón (vv.29-32)
• Simeón ve la realización de su propia vida. (vv.29-30)
Contemplando a Jesús, el anciano se sumerge espiritual y profundamente en el camino de vida que le aguarda.
“Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz”. En su himno, Simeón celebra en primera persona dos dones concretos que Dios concede en la persona de Jesús: el don de la salvación y el don de la paz.
La acogida del primer don lleva al segundo. “Mis ojos han visto tu salvación”, quiere decir que la salvación es una persona, es Jesús mismo.
Los términos “paz” y “salvación” están relacionados. Esta es la tercera vez que los relatos de infancia proclaman el don de la paz (ver 1,79; 2,14; 2,29). Jesús es la “paz” para quienes lo acogen. La paz que sólo Dios puede conceder es, para Simeón, la superación de la inseguridad, del miedo, del vacío interno que se siente ante el futuro, de la incertidumbre del desenlace final ante la perspectiva de la muerte. Por eso el don de la paz es ese estar en Dios que cambia la visión de la vida, que lleva a vivir de una manera distinta y fecunda en el presente y que es la base de una vida plena y definitiva en Dios que comienza de verdad a realizarse.
• Simeón ve el futuro de la humanidad toda en Jesús (v.31-32a)
La salvación es para todos los pueblos: “La (salvación) que has preparado a la vista de todos los pueblos” (v.31). Este don es en primer lugar “luz para iluminar a los gentiles” (v.32a).
La humanidad parecía estar sumergida en la oscuridad de la ignorancia del Dios de la historia (ver Lucas 1,79). Jesús es la “luz” que ilumina los gentiles, que alumbra más allá de la frontera patria de Israel, que penetra todos los rincones de la humanidad, en todos los aspectos de su diversidad cultural, socio-política, económica y aún religiosa. Se acaba el privilegio de un pueblo: en la persona de Jesús todos los hombres de la tierra tienen la posibilidad de conocer y recibir las bendiciones del único Dios.
• Simeón ve el futuro de Israel en Jesús (v.32b)
La venida de Jesús es también una bendición especial para el pueblo de Israel: “Gloria de tu pueblo Israel” (v.32b).
Porque la historia de la salvación ha llegado a su punto culminante en el abrazo salvífico que Dios le da a todos los pueblos, “Israel es glorificado”. Jesús lleva al Israel con quien Dios ha caminado en su historia a vivir ahora la máxima cercanía de Dios; por medio de Jesús, el pueblo de Israel es introducido en su destino final que es la “gloria” de Dios.
3. Simeón anuncia proféticamente el futuro de Jesús y el de María (2,33-35)
Después de la oración de Simeón, el evangelista anota que los padres de Jesús participan con su admiración. También a ellos se les han abierto los ojos ante el misterio que se está manifestando en el niño Jesús.
Entonces “Simeón los bendijo” y dirigiéndose a María anuncia proféticamente tanto el destino de Jesús como el de ella.
• Simeón ve y anuncia proféticamente el futuro de Jesús (v.34)
La culminación de la historia de la salvación es luz y gloria, pero ahora viene por la ruta por medio la cual se llega verdaderamente a ella, la ruta que seguirá Jesús: la luz de la gloria pasa por la sombra del dolor, del rechazo del servidor de Dios.
“Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel” (v.34a). En su ministerio, Jesús no será acogido unánimemente: unos lo acogerán y otros lo rechazarán. A lo largo del Evangelio será fácil distinguir estos dos grupos. Ante Jesús habrá que tomar siempre una opción y cualquiera que sea la decisión que se tome siempre habrá una consecuencia: (1) quien lo acepte encontrará en él la salvación (=elevación) y (2) quien lo rechace tendrá que vérselas al final con Dios (=caída).
Por todo esto Jesús es “signo de contradicción” (v.34b). La trama del Evangelio se teje en el conflicto que acompañará su vida hasta su desenlace final en la cruz.
• Simeón ve y anuncia proféticamente el futuro de María unido al de su Hijo (v.35)
“¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!” (v.35a). La Madre del Mesías seguirá unida a Él como su discípula; como tal lo acompañará con su presencia física y con su corazón y compartirá el dolor del rechazo.
Esta unión con Jesús en todo y sobre todo en su destino, y que al final conduce a la gloria (ver 24,26), será la exigencia fundamental del discipulado.
Se nos presenta entonces a María como la discípula perfecta que recorre el camino completo de Jesús: ella lo ha sabido acoger desde el primer momento, pero tendrá que aprender a recorrer su camino como servidora fiel hasta el final. Si seguimos leyendo la obra de Lucas en los Hechos de los Apóstoles notaremos como desde ya en María, Simeón está contemplando el futuro de la Iglesia misionera.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
Hoy podemos comenzar a hacer la síntesis del itinerario que hemos recorrido con la Palabra a lo largo de este bellísimo mes. Jesús irrumpe en medio de su pueblo, culmina las esperanzas que habían alimentado los profetas, nos invita a pensar en el futuro de nuestra vida, nos compromete con su camino. ¿Qué tal un buen espacio de retiro para que releamos a la luz de la Palabra el año que hemos vivido?
1. ¿Qué ideal de familia nos presenta el evangelio de hoy? ¿Estos días de navidad no son un buen espacio para que la construyamos? ¿Qué habría que hacer?
2. ¿Qué dice Simeón en su himno de alabanza inspirado por el Espíritu Santo? ¿Estamos en capacidad de decir lo mismo?
3. ¿Qué valor puede tener el que oremos con este himno por las noches, al final quizás de una dura jornada, antes de ir a dormir?
4. ¿La comunión de destino de Jesús y María qué lección nos da para nuestro camino de discipulado?
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la América Latina (CEBIPAL) del CELAM.
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