Lectio Divina para la Presentación del Señor
Voy a enviar a mi mensajero para que prepare el camino ante mí
Por intermedio de Malaquías, Yavé discute con esos razonadores que le piden cuentas y no reconocen su amor. Este profeta interviene para corregir varias costumbres malas de la comunidad: “Miren que envío a mi mensajero, a los que se quejan de que Dios no manifiesta su justicia ni premia a los que lo sirven”. Malaquías afirma que pronto vendrá el Señor y anuncia que la venida de un mensajero de Dios, encargado de prepararle el camino, será una señal de su inminente llegada. El profeta es portador de una propuesta practica de vida diferente: “amar con ternura, practicar la justicia y caminar humildemente con Dios en la historia”.
Tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso
Pablo en esta carta a los Hebreos, cristianos, de la Iglesia primitiva, zarandeados en una tempestad de interrogantes, quiso responder: “El sufrimiento nos enseña y prueba la solidez de nuestra entrega”. Para confirmarlos en la fe, la presente carta les demuestra que el verdadero sacerdote para toda la humanidad es Jesús, el Hijo de Dios, y ahora no hay más sacrificios que el suyo, que pasa por la cruz y culmina en la resurrección. En la plenitud del Padre.
Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz
El pasaje evangélico, es muy rico en enseñanzas teológicas. Está escrito sesenta o setenta años después de morir Jesús. Lucas, quiere dejar claro, desde el principio de su evangelio, que la vida de Jesús estuvo insertada plenamente en las tradiciones judías. Su persona y su mensaje no son realidades caídas del cielo, sino surgidas desde el fondo más genuino del judaísmo tradicional.
Tanto la purificación de la madre y la presentación del niño constituían los dos momentos del rito que estipulaba la ley mosaica, justo cuarenta días después del parto. En la narración, Lucas da voz a dos ancianos- varón y mujer- que representan la tradición sapiencial del Israel fiel, y son ellos quienes manifiestan que en Jesús se cumplen las promesas: “ahora Señor puedes dejar a tu siervo irse en paz”. Ya ha visto al Mesías, al Salvador.
Ana retoma el camino de la profecía que se había olvidado y se dirige a su pueblo abriendo la puerta de la esperanza, alabando a Dios y proclamando a todos los que esperaban la liberación de Israel, que en aquel niño se cumple la promesa de Yavé a su pueblo: “la llegada del Mesías”.
Simeón y Ana, dos personas de avanzada edad, nos comunican que para Dios no existe el tiempo, El va realizando sus promesas a lo largo de la historia. Somos nosotros que a través de la confianza se nos va abriendo los ojos para ver los acontecimientos, “la salvación que has preparado a la vista de todas las gentes, luz para iluminar”.
En Jesús de Nazaret, Dios sale del templo para ser luz en medio del pueblo. En Él está la plenitud del Reino.