Miércoles de Ceniza
Mateo 6,1-6.16-18: Entrada a la Cuaresma (I): “Y el Padre que ve en lo secreto, te lo recompensará”. ¡Orientemos decididamente el corazón a Dios!
Comienza la Cuaresma
“¡Déjense reconciliar con Dios! ¡Ahora es el tiempo favorable, ahora es el día de la salvación!”. “¡Conviértete y cree en el Evangelio!”
Con estos dos imperativos cargados de la tierna compasión de Dios que viene gratuitamente a nuestro encuentro, la comunidad cristiana es convocada hoy a dejarse alcanzar por la misericordia del Padre, que en la muerte y resurrección de su Hijo, se derramó sobre nosotros como un derroche de amor que no tiene fin.
Volvemos así con toda la Iglesia a celebrar y vivenciar el misterio central de nuestra fe, no para repetirlo, sino para asimilarlo y vivirlo con más profundidad, asumiendo cada vez mejor los criterios, actitudes y sentimientos de Jesús como discípulos que le permiten reproducir en su vida su Misterio, y prolongar su entrega de amor hasta el extremo.
Volver cada año sobre el Misterio del Señor no es pues, un círculo cerrado, sino un movimiento abierto, un dinamismo espiritual que nos permite asimilar la vida del Señor, para identificarnos cada vez más con él.
La liturgia y en ella el Pan de la Palabra de Dios que se nos ofrece cada día, se convierte en el lugar privilegiado de nuestra configuración con él, espacio abierto donde el Espíritu va esculpiendo en nosotros la imagen viva de Jesús.
Un itinerario por las rutas de la Palabra
El Evangelio de Mateo, con el cual la Iglesia inicia su itinerario de penitencia y conversión, está en el corazón “del discurso de la montaña” (Mt 6, 1-6.16-18), un texto propio de Mateo que no tiene paralelo en los otros evangelios, en el cual Jesús identifica el espíritu nuevo con que deben ser vividas las obras de justicia, las buenas obras que estamos llamados a vivir, de manera especial en este tiempo cuaresmal.
El capítulo 6 de Mateo nos introduce en el mundo complejo de las relaciones. En el evangelio se denomina “justicia” la adecuada relación con Dios y con los hermanos, siempre teniendo en vista a Dios. En los versículos 1-18, Jesús retoma tres formas de relación que caracterizaban la espiritualidad judía de su tiempo:
(1) la limosna significa hacer misericordia a los demás;
(2) la oración, por medio de la cual se entra en relación profunda con Dios; y
(3) el ayuno, que tiene la doble finalidad de disciplinarse y expresar la contrición requerida para recibir la misericordia de Dios.
Cada uno de estos tres ejercicios relacionales (con los otros, con Dios, consigo mismo) está relacionado con una dimensión fundamental del camino penitencial de reconciliación que realizamos en la cuaresma.
El primer ejercicio espiritual cuaresmal lo propone la misma dinámica del texto. Veamos:
1. En el horizonte de la “justicia”: lo que no hay que hacer y lo que sí hay que hacer
Notemos que Jesús comienza con una exhortación general, que hace de premisa a las tres aplicaciones particulares que Jesús hará sobre la limosna, la oración y el ayuno: “cuídense de no practicar su justicia delante de los hombres, para ser vistos por ellos” (6,1).
Luego, en cada uno de los tres casos (la limosna, la oración y el ayuno), Jesús invita a revisar la vida y a apoyar las actitudes y el comportamiento en su indicación:
(1) Jesús pone de relieve lo que no hay que hacer
Jesús señala a los “hipócritas”, aquellas personas que actúan con desatino para ganarse la honra de los hombres. Su actitud es externa, no de corazón. Ellos buscan el aplauso y el reconocimiento popular, no la conversión sincera.
Jesús dice que la única recompensa que recibirán, será únicamente aquello que han buscado, es decir, sus propios intereses egoístas que traen sólo ansiedad y sufrimiento.
Jesús tres veces insiste en que no den limosna… no oren… no ayunen “como los hipócritas” (6,2.5.16).
(2) Jesús señala lo que sí hay que hacer
En los tres párrafos correspondientes a la limosna, la oración y el ayuno, encontramos siempre una segunda parte en la que Jesús propone el nuevo espíritu y la nueva mentalidad que ha de caracterizar a sus discípulos:
• “Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (6,3)
• “Entra en tu cuarto y cierra la puerta…” (6,6)
• “Perfuma tu cabeza para que nadie se entere de que estás ayunando” (6,17).
Profundicemos.
2. Qué nos propone Jesús
La propuesta nueva de Jesús va directo al corazón: hay que pasar de la exterioridad a la interioridad.
Mediante este camino, Jesús quiere que entremos en nuestra vida con sinceridad, que reconozcamos y sopesemos las intenciones y motivaciones que nos mueven en nuestra relación con Dios, con los otros, con nosotros mismos. A Dios se le agrada “de corazón”, no con apariencias.
Jesús conoce muy bien cuán profunda es la tendencia del ser humano a buscarse a sí mismo, cuan fácil nuestro corazón se desvía de Dios, buscando sus propios intereses, poder, prestigio, placer, en todo lo que hacemos: “En efecto, es del corazón de donde proceden los malos deseos, las hipocresías, los asesinatos” (Mt 15,19). Es por esto que quiere enseñarnos a reorientar continuamente el corazón a Dios.
Pablo, quien también conocía agudamente esta profunda codicia de nuestro corazón, exhortaba a los Filipenses con estas palabras: “No hagan nada por competición o vana gloria, o para buscar elogios; consideren a los otros superiores a ustedes y no busque cada cual su propio interés, sino el interés de los demás”; al mismo tiempo los invitaba a tener los mismos sentimientos de Jesús. (Filipenses 2,3-4).
Que en este tiempo de cuaresma, guiados por la palabra de Jesús podamos entrar en nuestro corazón, reconocer y discernir sus movimientos para orientarnos decididamente a Dios, y darle más espacio en nuestra vida.
3. La motivación fundamental de la cuaresma: el rostro amoroso del Padre nos atrae
La cuaresma no es un ejercicio penitencial que se agota en sí mismo. Lo que le da sentido es el reconocimiento de que tenemos un Padre que nos atrae amorosamente hacia Él. La frase clave de todo este texto es el aliciente que motiva nuestro esfuerzo para purificar el corazón: “El Padre que está escondido… el Padre que ve en lo secreto, te recompensará” (6,4.6.18).
Jesús, nos asegura que el Padre está en nuestro interior, en lo secreto de nuestro corazón. Él conoce nuestras búsquedas, nuestras luchas y también nuestros esfuerzos. Si concentramos en Él nuestro corazón, si orientamos a él nuestras pequeñas y grandes decisiones, buscando por encima de todo el cumplimiento de su voluntad, como hizo Jesús, no sólo tendremos la paz del corazón, sino que también se nos darán todas las demás cosas por añadidura, “busquen primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás lo tendrán por añadidura” (6,34).
La “recompensa” del Padre supera inmensamente las pasajeras recompensas terrenas que tienen la medida de nuestro yo y de nuestros intereses egoístas; el Padre nos dará todo lo que necesitamos para ser felices, para ser discípulos auténticos de Cristo, para ser verdaderamente hermanos e hijos de Dios, hijos del Reino.
Que en esta Cuaresma que estamos iniciando podamos verificar con sinceridad la orientación de fondo de nuestro corazón y rectificar con mayor solidez y profundidad nuestra opción fundamental, como discípulos de Jesús nuestro Señor y Maestro.
4. Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.
1. Estamos iniciando este tiempo de gracia y conversión. ¿Qué actitud de mi vida siento que el Señor me pide cambiar? ¿Cómo empezaré hoy mismo a hacerlo?
2. En relación con mi familia o comunidad, ¿Qué es aquello que más me motiva a actuar? ¿Será el hecho de ‘hacerme notar’? ¿Actúo buscando en cuanto sea posible aquello que agrada a Dios?
3. ¿En qué forma concreta, nuestra oración y ayuno se transformarán en gestos concretos de solidaridad para quien más lo necesita?
“Nosotros estamos colmados en todo tiempo de beneficios de nuestro Dios… Nosotros, sin embargo, debemos acercarnos con más confianza y trabajar con más ardor en nuestro progreso espiritual, en estos días en que somos invitados a la práctica de todas las buenas obras por la proximidad del día donde celebramos el aniversario de nuestra redención” (San León Magno, “Sobre la Cuaresma”)
Autor: Padre Fidel Oñoro CJM
Fuente: Centro Bíblico Pastoral para la América Latina (CEBIPAL) del CELAM