LECTIO JULIO 17 DE 2022
Décimo Sexto del Tiempo Ordinario
A la Escucha del Maestro: Como Discípulos Sentados a sus pies
Lucas 10, 38-42
Introducción
Después de abordar el domingo pasado el ejercicio de la misericordia, hoy nos concentramos en el segundo ejercicio distintivo de un discípulo de Jesús: la acogida del Maestro mediante la escucha de su Palabra.
La imagen central del evangelio es diciente: “María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra” (10,39). La confrontación con su hermana Marta, quien “atareada con todo el servicio de la casa” (10,40), hace ver en contraluz el valor de la enseñanza final de Jesús: “María ha elegido la mejor parte, y nadie se la quitará” (10,42b).
La relación de Jesús con las dos hermanas, y particularmente el valor que le da al gesto de María, pone en primer plano la pregunta: ¿Qué es lo verdaderamente importante para Jesús? Esto equivale a reflexionar: ¿Dónde es que un discípulo y servidor de Jesús debe colocar sus mejores energías y por qué? ¿Cómo se ordena en la vida del discípulo el doble movimiento de escucha y servicio, o mejor, de oración y acción?
Leamos primero, muy despacio, el texto bíblico. Luego dejemos que el texto nos hable, profundizando atentamente cada una de sus tres partes.
1. El contexto: Jesús recibe hospedaje en la casa de Marta y María (10,38)
“Yendo ellos, de camino, entró en un pueblo” (10,38a)
El evangelio de Lucas gusta de imágenes de peregrinos. Jesús aparece al principio del relato como un peregrino que sube a Jerusalén, como un viajero que necesita de hospitalidad en medio de un largo viaje. No sólo Él, también sus discípulos. Pero la atención del relato se centra en la persona de Jesús, quien “entró en un pueblo”.
Nos hemos acostumbrado –por la relación de este pasaje con el de Juan 11,1 y 12,1- a pensar que el mencionado pueblo es Betania (en Judea), aunque –según la narrativa de Lucas- Jesús no pasa por allá sino al final del largo viaje (ver 19,29).
“Una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa” (10,38b).
En una casa del pueblo, una mujer recibe a Jesús en su casa. La mujer se llama Marta. Su nombre (que proviene del arameo “mar”) significa “señora” (de la casa) o “ama de casa”, e indica por tanto una mujer cabeza de hogar, quien tiene la autoridad en la casa (algunos estudiosos han llegado a pensar que quizás se trata de una viuda, pero de eso no hay seguridad).
El evangelista Lucas subraya “le recibió”. Marta le ofrece a Jesús la acogida propia de un huésped (así como también hará Zaqueo en Jericó, 19,6; o los dos peregrinos en Emaús, 24,29). Ella hace lo contrario de los samaritanos mencionados antes, en 9,53, quienes “no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén”; y ciertamente tiene algún parecido con el “buen” samaritano que responde por la posada del hombre herido que recogió en el camino (ver 10,34-35), si bien en el caso de Marta –como diferencia- se trata de la acogida del amigo.
2. Dos maneras de atender al huésped (10,39-40a)
La llegada del huésped altera la casa. Sus dos habitantes despliegan energías para atenderlo bien. Veamos cómo el evangelista describe lo que las dos mujeres hacen mientras el huésped está en la casa:
2.1. María
María dedica su tiempo a la persona misma de Jesús, ella se sienta frente a Él “a los pies del Señor…”. El evangelista dice con precisión: “…escuchaba su Palabra” (10,39b).
El gesto de María frente a Jesús nos recuerda la posición de un discípulo con relación a su maestro (por ejemplo en Hechos 22,3, Pablo se declara discípulo de Gamaliel con estos términos: “instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley”). La postura indica el interés por aprender recibiendo dócilmente la “Palabra” (que en Lucas es una manera de indicar la predicación y de referirse a toda la formación que Jesús les ofrece a sus discípulos).
Es interesante que Jesús anime a una mujer a aprender. Esto tiene una gran significación, puesto que los maestros judíos generalmente se oponían a que la mujer fuera a la escuela; Jesús hizo todo lo contrario (ver Lucas 8,2-3).
2.2. Marta
Por efecto de contraste, Marta aparece entonces en el trasfondo de la escena haciendo oficios: “estaba atareada en muchos quehaceres” (10,40a).
“Estaba atareada…”. La frase describe a Marta absorbida por los oficios de la casa, concentrada en su deber de ama de casa y anfitriona. El relato insinúa que Marta deseaba escuchar a Jesús pero las tareas (“muchas”) que se requieren para poder ofrecer una buena acogida se lo impedían.
Con la palabra “quehaceres” (en griego “diakonía”) se nos deja entender en qué consiste la tarea: todo lo que es propio del servicio de la casa. Incluye la preparación del cuarto del huésped, el ambiente de la casa, pero sobre todo el servicio de la mesa: preparar y llevar los alimentos a la mesa (tenemos buenos ejemplos en Lucas 12,42; 17,8; 22,27; y otros pasajes; a Lucas le gusta el tema). En la obra de Lucas este término va designando cada vez más una realidad de fondo: lo propio del servicio eclesial, el cual genera grandes desgastes personales por el bien de los demás (ver 22,7; Hechos 6,2).
3. El diálogo de Marta y Jesús (10,40b-42)
Una pequeña crisis se genera en la casa. La hermana mayor que se ha dado al oficio pesado por la atención del huésped expresa su protesta por haberse quedado “sola en el trabajo”. Se abre así un dialogo entre Marta y Jesús que no sólo resuelve la crisis sino que saca a la luz la enseñanza central del acontecimiento.
3.1. Marta se dirige a Jesús (10,40b)
Probablemente Marta ya se ha dirigido primero a María para pedirle ayuda, pero ahora vemos cómo pierde la paciencia y acude frenteramente a Jesús para pedirle que intervenga y mueva a la hermana perezosa.
Marta le habla a Jesús reconociéndolo como Maestro (por eso aquí usa el título “Señor”). Marta le habla a Jesús en estos términos:
(a) Un reclamo en forma de pregunta: “¿No te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo?”. El “¿No te importa?” tiene el sabor amargo de quien reclama para sí una mejor consideración. Marta deja entender: “¿Es que yo no te importo?”.
(b) Una orden: “Dile, pues, que me ayude”. Marta le dice a Jesús lo que tiene que hacer, indicándole indirectamente en qué debe instruir a su hermana María.
Marta está al servicio de Jesús y quiere hacer todo lo posible por honrarlo, lo cual es altamente loable, sin embargo no parece comprender la verdadera dignidad de su invitado: Él es Maestro y ha venido a su casa en esta condición. Como se ve, Marta no le deja ser su Maestro porque no está abierta a lo que trae Jesús para ella y porque se coloca en la posición de quien da las órdenes; ella cree saber qué es lo que Jesús debe hacer.
3.2. Jesús se dirige a Marta (10,41-42)
Y por fin se escucha la voz de Jesús. En sus palabras a Marta notamos:
(1) Se dirige a ella por su nombre propio.
La repetición del nombre indica que habla con cariño, pero también con firmeza: “Marta, Marta”. Con esta manera de hablar, Jesús la interpela desde el fondo de su identidad.
Jesús va a corregir amablemente la buena voluntad de Marta y a poner sus energías en la dirección correcta.
(2) Le hace caer en cuenta de su situación: “Te preocupas y te agitas por muchas cosas”.
El primer término (“te preocupas”) describe un estado de “ansiedad”, de agitación interna que corta la respiración (ver 12,11.25.26); con él el evangelio se refiere a una actitud mundana que podría ser válida para un no creyente, pero no para un discípulo de Jesús, ya que éste ha conocido la providencia del Padre. Se trata, entonces, de una situación de división interna, en la cual la atención por las tareas inmediatas que permiten la sobrevivencia desvían el corazón de lo esencial: Dios Providente, fuente de todo.
El otro término (“te agitas”) refuerza el anterior: describe el nerviosismo externo causado por la presión que somete al estrés y lleva a la tribulación que se refleja finalmente en una actitud de fastidio.
La causa de todo: Marta tiene “muchas cosas”. Concretamente aquí se refiere al afán con que Marta ha asumido sus oficios, el cual al final hace parecer que las tareas son excesivas. El afán de Marta es básicamente la preparación de una comida: no que Jesús coma mucho o que por la mesa pasen muchos platos, sino que quiere que todo esté bien hecho y decorado. Ella está preocupada por agradar al Maestro y, por ahí derecho, por quedar bien ella misma.
(3) Le da una lección: “Una sola cosa es necesaria…”
Jesús no le quita la importancia a lo que Marta ha estado haciendo, pero eso sí, muestra que todo debe estar dentro de una jerarquía de valores. Observemos cómo en el texto hay un juego de palabras que va llevando todo hacia la cima de la pirámide de los valores: mucho/poco, poco/uno, lo necesario/lo mejor.
¿Qué enseña Jesús?
En primer lugar, vemos cómo Jesús le da un vuelco al punto de vista de Marta. La tensión que está viviendo debe tener un nuevo enfoque: ¿Qué es lo necesario? ¿Cuál es la única cosa realmente necesaria? Marta debe pensar en lo que ella necesita, no en las necesidades de Jesús. ¿Y esto por qué? Porque es por ella que ha venido el Maestro a su casa. Jesús no vino a un almuerzo, vino a ser Maestro, a prestar el servicio de la enseñanza y ella necesita de la “Palabra” del Maestro.
En segundo lugar, y en conexión con lo anterior, la cuestión de que Marta no se preguntó primero que era lo que quería Jesús, cuestiona también nuestras relaciones interpersonales. Muchas veces nos preocupamos por hacer “muchas cosas” por los demás, pero pocas veces nos preguntamos qué es lo que realmente los otros están necesitando: ¿cuáles son sus deseos, sus necesidades más profundas, aún más allá de lo material? Veremos entonces que los otros necesitan no sólo que les demos cosas sino que les prestemos atención, que les mostremos interés y les demos lo mejor de nuestro tiempo.
Por ejemplo:
¿Los papás tienen tiempo para jugar y charlar de corazón abierto con sus hijos? ¿Le prestamos atención a los ancianos, a sus recuerdos, sus reflexiones y sus preocupaciones? ¿A los empleados solamente les damos un salario o los gratificamos también con nuestra amistad, nuestro interés por sus problemas y les damos palabras de apoyo y felicitación? En fin, una necesidad primaria (y para allá apunta el evangelio) es tener tiempo los unos para los otros, escucharnos recíprocamente con paciencia y amor, expresando que estamos contentos los unos de los otros.
En tercer lugar, vemos que María no debe ser apartada de Jesús porque ella escogió la “buena porción” que no se puede arrebatar. Como dice el Salmo 16,5: “Señor, tú eres mi alegría y mi herencia, mi destino está en tus manos”. Marta no le puede quitar a María las bendiciones que la proclamación del Reino le trae a su vida. Es su derecho y su posesión garantizada por Jesús.
En cuarto lugar, vemos que el servicio y la escucha no se contraponen. La escucha de la Palabra llevará a María a la “praxis” (“Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”, 11,28; ver 8,21 o la última frase del pasaje anterior: “Vete y haz tú lo mismo”, 10,37). Y viceversa: el servicio de Marta no será lo que ella considere que debe hacer sino, ante todo, la respuesta obediente a lo que el Señor quiere que haga.
Dicho en otras palabras:
El servicio del Reino requiere en primer lugar la escucha del Rey, si no se cae en un activismo infecundo y ocasionalmente desacertado. La escucha de la Palabra libera de la rigidez de quien cree tener el control de todas las cosas. La Palabra libera el corazón de la ansiedad.
En quinto lugar, lo “único” se refiere también a la unificación de la vida en la cual quiere Jesús educar a sus discípulos. “Unidad” de vida es signo de madurez y de consistencia personal. Las acciones, las actividades, los compromisos por causa de Jesús brotan de una única fuente –la Palabra asumida en el Corazón- y ésta coloca totalmente nuestra vida en sintonía con la de Jesús y con su camino que conduce a la plenitud de la vida en el Reino del Padre.
Valga recordar que ésta era, precisamente, la inquietud de Pablo cuando decía: “Moveros a lo digno (perfecto) y al trato asiduo con el Señor, sin división (sin ansiedad; en la unidad de la personalidad)” (1 Corintios 7,35). Así el servidor de Jesús cumple un requisito fundamental: la dedicación total al Señor.
En fin…
Necesitamos tiempos de calidad para el diálogo profundo con Dios, con nosotros mismos y con los hermanos, necesitamos tiempos de calidad para poner la vida en orden, para reposar el corazón y reflexionar. Necesitamos tiempos de calidad para orar.
La parábola del Buen Samaritano nos enseñó que el amor se hace servicio a los hermanos; ¡qué importante es servir! Nuestra vocación es el servicio pero también es la comunión con Dios; de lo segundo proviene lo primero. Para decirlo con los términos del evangelio: la mejor manera de ser Marta es ser María, o mejor todavía, tener las manos de Marta y corazón de María.
La “Lectio Divina” que con el apoyo propulsor de este itinerario bíblico estamos tratando de realizar cada día, es la realización eficaz de este evangélico propósito: vivir intensamente al servicio del Señor y de los hermanos nutridos, realizando nuestro proyecto de vida, bebiendo constantemente de la fuente viva que recibimos al estar continuamente a la “Escucha del Maestro”, porque un discípulo vive “de las palabras de gracia que salen de su boca” (Lucas 4,22).
4. El evangelio releído por un Padre de la Iglesia
San Agustín, en el Sermón (103,5-6) sobre Marta y María, comenta las palabras finales de Jesús en el texto imaginando una conversación con Marta:
“¿Qué le dice entonces el Señor a Marta? ‘María escogió la parte mejor’. No es que tú hayas escogido una parte mala, sino que la de ella es mejor: ‘Porque no le será quitada’.
A ti, algún día te será quitado todo el fardo de la necesidad, pero la dulzura de la verdad es eterna. Por eso, no se le quitará lo que (tu hermana) escogió. Al contrario: se le aumentará. En esta vida aumenta, en la otra será pleno: jamás se le quitará.
Por otra parte, Marta, permíteme que te lo diga, tú fuiste bendecida en tu buen servicio, también tú procuras el reposo como recompensa de tu trabajo.
Ahora estás preocupada con muchas cosas, quieres alimentar los cuerpos mortales, así sean santos.
Pero cuando llegues a aquella patria,
¿Por ventura encontrarás a algún peregrino a quien hospedar?
¿Encontrarás a algún hambriento a quien partir el pan?
¿Algún sediento a quien dar de beber? ¿Algún muerto a quien sepultar?
Nada de esto habrá. ¿Qué habrá entonces? Pues lo que María escogió: allí seremos apacentados, no apacentaremos.
Por tanto, allí será pleno y perfecto aquello que María ya escogió aquí: de aquella mesa opulenta de la Palabra de Dios ella ya recibía las migajas”.
5. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón (Pistas para la meditación)
Preguntémonos hoy, a partir de la lectura del pasaje evangélico:
5.1. Marta y María, dos mujeres que acogieron a Jesús en su casa. ¿Cuál fue la actitud de cada una de ellas?, ¿Con cual de las dos me identifico más?, ¿Por qué?
5.2. ¿Me considero una persona “muy ocupada, ansiosa, atareada”?, ¿En qué lo constato?, ¿Cómo me ven los demás al respecto? ¿Qué espacio de mi tiempo dedico para dialogar con Jesús, para escucharlo?, ¿Podría dedicarle aún más?
5.3. ¿Con las personas con las cuales convivo, qué momentos dedicamos para estar como María a los pies de Jesús escuchándolo?, ¿Será que le dedicamos poquísimo tiempo mientras que para nuestros quehaceres dedicamos todo el día o casi todo el día?, ¿En qué podemos mejorar?
5.4. “Una sola cosa es necesaria”, le dijo Jesús a Marta. ¿Cuál es?, ¿Y para mí qué es lo único necesario: el trabajo, el dinero, la salud, mi familia, Dios…?, ¿Será que el Señor me pide que cambie mi escala de valores?, ¿Cómo lo haré?
5.5. ¿Cuándo salimos al encuentro de las necesidades de los demás, nuestros amigos, nuestros hijos, nuestro cónyuge, estamos seguros de estarles ofreciendo aquello que más necesitan?, ¿Nos contentamos sólo con darles cosas materiales y así tranquilizamos nuestra conciencia, o nos preocupamos también por ayudarles en su camino de madurez personal y más aún en su camino de relación con Dios?
P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM