CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

LECTIO MARZO 5 DE 2023

Segundo de Cuaresma
LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS:
La Gloria hacia la cual nos lleva la Cruz
Mateo 17,1-9

Introducción

Entramos hoy en la segunda etapa de nuestro caminar cuaresmal. Este domingo es como la otra cara de la moneda con relación al pasado: si allá contemplamos a Jesús en su humanidad probada, ahora lo vemos en su humanidad glorificada. Para ello nos acompaña el relato de la Transfiguración de Jesús, que este año leemos en Mateo.

El relato de la Transfiguración está conectado con la enseñanza que Jesús acaba de dar sobre el seguimiento: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16,24). El seguimiento de esta manera causa conflictos a los discípulos, no es sino ver la reacción de Pedro frente al anuncio de la Pasión: “¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!”. A lo cual Jesús responde: “¡Quítate de mi vista, Satanás!” (16,22-23).

El seguimiento del Crucificado exige de los discípulos un replanteamiento de sus expectativas con relación a Jesús. Ellos esperan “gloria”, pero Jesús les habla de “muerte”.

En este contexto sucede la Transfiguración de Jesús.

El relato de la transfiguración de Jesús, sigue los elementos habituales de una “teofanía” (=manifestación divina): la luz, la blancura, la nube, la voz, la montaña.

El relato sigue este esquema:

(1) Una introducción: Ubicación, escogencia de personas y cambio de lugar (17,1)

(2) Una manifestación de Jesús: donde distinguimos a) el acontecimiento visible (17,2-3) y b) reacción de Pedro (17,4), c) un acontecimiento audible con la aparición de la nube (17,5) y d) la reacción de los discípulos (17,6).

(3) Conclusión (17,7-9)

Para el evangelista Mateo el episodio reviste una gran importancia. Es interesante notar cómo en medio de su narrativa va repitiendo tres veces: “Y he aquí que”. Lo hace (1) cuando aparecen Moisés y Elías, (2) cuando desciende la nube luminosa y (3) cuando resuena la voz del Padre. A través de ellos se va desglosando el sentido de la transfiguración del rostro y los vestidos de Jesús.

También aquí, como el relato de las tentaciones, podemos notar alusiones al Antiguo Testamento, sobre todo la de la subida de Moisés a la Montaña Santa con tres compañeros y donde la nube de la gloria del Señor lo envuelve en el monte. Entonces Dios lo llama desde la nube (ver Éxodo 24,16). También sabemos que, según Éxodo 34,29, el rostro de Moisés quedó resplandeciente después del encuentro con Dios.

Estamos ante un relato de “manifestación de Jesús” (técnicamente decimos “teofanía”). Ciertamente está relacionado con el acontecimiento de la Cruz que los discípulos sienten resistencia de cargar. El acontecimiento sucede en función de ellos, quienes lo deben interpretar y finalmente ser sus testigos. En la transfiguración Jesús los educa sobre cómo se hace un camino pascual.

Entremos en la lectura del relato siguiendo el esquema previo que se ha señalado.

1. Introducción

El relato comienza dándonos algunos pincelazos sobre el tiempo, la escogencia de los compañeros de Jesús y la ubicación,:

“Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto” (17,1)

 (1) El tiempo

“Seis días después”. Esta es la frase que conecta con el relato precedente de la confesión de fe de Pedro y del anuncio de la Cruz y su seguimiento.

Se podría ver, quizás, alguna alusión a lo que dice Éxodo 24,16: “La gloria de Yahvé descansó sobre el monte Sinaí y la nube lo cubrió por seis días”. Lo notable es que cuando llega el séptimo día Dios se manifiesta plenamente. Es probable, que Mateo no sólo esté pensando en los seis días precedentes sino en el séptimo día que está por venir: el de la manifestación de la Gloria en la Cruz. El séptimo sería el día del cumplimiento (tema que le gusta a Mateo).

 (2) Los compañeros de Jesús

Son tres: Pedro y los dos hermanos hijos de Zebedeo. La alusión al “hermano”, si bien es una referencia biológica, podría estar cargada de sentido en Mateo, quien gusta de subrayar la fraternidad (la eclesialidad).

Mateo no dice que estos mismos tres acompañen a Jesús en la casa de Jairo (como sí lo dicen Marcos y Lucas). De esta manera nos encontramos que se traza un arco entre este momento y el momento definitivo, cuando 26,37  lo acompañen en el Getsemaní, en la introducción de la Pasión.

(3) La ubicación

En Mateo encontramos alusión a tres montes significativos: el de las tentaciones (4,8), el de la transfiguración (17,1) y el del envío de los Once por el mundo entero por parte del Señor resucitado (28,16). Pero también en el evangelio de Mateo encontramos:
– Mt 5,1 – 8,1: la montaña de la predicación de la Nueva Ley
– Mt 14,23: la montaña de la oración
– Mt15,29: la montaña de la multiplicación de los panes

Una tradición ha querido ver en la montaña aquí referida la montaña del Tabor, en el Valle de Esdrelón, en Galilea. Pero los evangelistas no le dan nombre. La referencia a las experiencias que Moisés tiene de Dios en la montaña durante el éxodo, podrían darnos la ruta para comprender mejor el sentido de la montaña.

2. La manifestación de Jesús

Jesús les permite a sus tres discípulos el acceso a la revelación de su divinidad, pero a las implicaciones. De una forma gradual el relato va aumentando el suspenso hasta el momento culminante cuando la nube de la gloria los envuelve y se escucha la voz del Padre. Todos los elementos están conectados.

(1) Un acontecimiento para abrir los ojos (17,2-3)

“Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con Él”

El cuerpo transfigurado

Jesús fue “transfigurado”: un cambio notable se da en su rostro y en sus vestidos (el resplandor de su cuerpo traspasa los vestidos).

Para ayudar a entrar en el acontecimiento, Mateo acude a los símbolos del sol y de la luz: “como el sol… como la luz”.  El sol y la luz son símbolos del cumplimiento, de lo divino, así como la “tiniebla extrema” simboliza la desventura y la lejanía de Dios. Ya desde el principio del evangelio habíamos sido familiarizados: “A los que habitaban en parajes de sombras de muerte una luz les ha amanecido” (4,16).

En el Antiguo Testamento cuando se dice que Dios refleja su presencia a través una persona se acude a esta simbología, como en Jueces 5,31: “Aquellos que lo aman son como el salir del sol con todo su fulgor”. La luz entonces remite a la divinidad, como en Mateo 28,3: “El Ángel del Señor… su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve”.

La aparición de Moisés y Elías

La aparición de Moisés y Elías nos confirma que estamos en el ámbito de la divinidad, porque ambos ya están glorificados. Tanto el uno como el otro habían sido personas llevadas al cielo:

• En el caso de Elías, nos lo dice 2ª Reyes 2,11: “Elías subió al cielo en el torbellino”.

• En el caso de Moisés, a pesar del dato bíblico de su muerte (ver Deuteronomio 34,1-12), sabemos también que en los tiempos de Jesús estaba difundida una leyenda popular que lo consideraba llevado al cielo (ver Flavio Josefo, “Antigüedades Judías”, 4,323). Aún prescindiendo de este dato, el hecho de que Moisés también haya sido “transfigurado” nos invita a verlo en el ámbito privilegiado de una relación muy especial con Dios.

Por otro lado, ambos personajes están relacionados con la llegada del Mesías, según la literatura bíblica tardía: “Acordaos de la Ley de Moisés, mi siervo, a quien yo prescribí en el Horeb preceptos y normas para todo Israel. He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahvé, grande y terrible” (Malaquías 3,22-23).

No sabemos el contenido del diálogo que se desenvuelve entre los dos personajes celestiales y Jesús (Lucas 9,31 sí nos da el contenido). Para Mateo basta con la contemplación del cuadro de tres personajes resplandecientes. Lo importante es el tipo de relación que establece entre ellos.

Queda entonces la pregunta sobre el valor de la presencia de Moisés y Elías en la Transfiguración de Jesús.

Moisés y Elías representan la antigua Alianza: Moisés representa la Ley y Elías a los Profetas. Frente a ellos está Jesús, quien retoma el valor de estos dos personajes y va más allá de ellos.

Toda la antigua Alianza se orienta hacia la revelación definitiva de Dios en Jesús y se rinde ante la Ley definitiva revelada en Él. Jesús no es un legislador más ni es un profeta más, Él es el “Hijo”.

Pero Mateo nos da una pista: Jesús, quien ha dicho que no vino “a abolir la Ley y los Profetas” sino “a dar cumplimiento” (5,17; ver 7,12; 11,13; 22,40), ahora dialoga con los representantes de la Ley y los Profetas: el misterio Pascual es el cumplimiento anunciado y Moisés y Elías son sus testigos.

Jesús es presentado en el evangelio de Mateo como el “nuevo Moisés” que viene a establecer la Nueva Alianza. Jesús es la plena realización del acontecimiento del éxodo, cuando Moisés llega a lo alto del Sinaí (ver Éxodo 19). Allí el Señor se le aproximó “en la oscuridad de una nube” (Exodo 19,9). El rostro resplandeciente es semejante al de Moisés después del contacto con el Señor (ver Éxodo 34,29-35).

(2) La reacción de Pedro (17,4),

“Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: ‘Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías’”

También en las reacciones notamos una secuencia. Pedro es el primero en reaccionar, luego lo harán los otros ante la nube.

Pedro llama a Jesús: “Señor”, un título muy usado por los discípulos para llamar a Jesús en el evangelio de Mateo. El de Pedro es un grito de oración, un clamor. De esta forma expresa el gozo indecible que proviene de la contemplación de la gloria.

Enseguida propone construir tres tiendas. La idea de construirlas es de por sí insensata, pero Mateo no la ve así. Más bien capta el deseo de Pedro de retener el instante, de permanecer ya en lo definitivo, aquello lo que por medio de la visión se hizo accesible a los ojos humanos.

Esta actitud particular de Pedro en la escena es confirmada en cierto modo por lo que retiene la antigua tradición cristiana: “Porque recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz: ‘Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco’. Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo” (2 Pedro 1,17-18).

(3) Un acontecimiento para abrir los oídos (17,5)

“Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: ‘Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle’”

La aparición de la “nube luminosa” indica la presencia de Dios. Es claro que estamos dentro del universo simbólico de la Biblia. En la peregrinación en el desierto que hizo la generación de Moisés, la “nube” acompañaba al pueblo. Cuando llegamos al momento culminante del libro del Éxodo vemos cómo la “nube” se posaba sobre la tienda del encuentro y la gloria del Señor llenaba la morada (Éxodo 40,35).

Para los tiempos definitivos, con la llegada del Mesías, se esperaba un acontecimiento de este tipo: “El Señor entonces mostrará todo esto; y aparecerá la gloria del Señor y la Nube, como se mostraba en tiempo de Moisés…” (2 Macabeos 2,8)

Lo que está sucediendo en este momento es extraordinario y merece una prolongada contemplación de acogida del Dios-con-nosotros, el Dios de la Alianza, que está aquí (ver 18,20-21) y nos habita.

La voz de la nube constituye el punto culminante de la escena. Mateo ha puesto en perfecto paralelo la voz de la nube en la transfiguración y con la de 3,17: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”. El trasfondo probable es Isaías 42,1. Ya había aparecido antes en 12,15-16, donde remitiéndose al primer cántico del Siervo de Yahvé se describía la imagen del Mesías, donde el rasgo más marcado era el del Mesías manso. Un “Siervo de Yahvé”.

¡Escuchadle!

Jesús, en cuanto Hijo de Dios, le trae al mundo la salvación definitiva que se hace visible en su transfiguración y comunión con los personajes celestiales. Por eso se le debe escuchar: Él es la plenitud de lo que “dicen” la Ley y los Profetas.

Probablemente haya aquí una referencia a Dt 18,15: “Yahvé tu Dios suscitará, de en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo, a quien escucharéis”. Pero el “Hijo de Dios” es mucho más que el profeta final parecido a Moisés. Quien quiera llegar a la meta definitiva de su existencia, quien desee recibir la plenitud del sentido de la vida, debe dirigirse a Él.

(4) reacción de los discípulos (17,6-7)

“Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo”

Como reacción, los tres discípulos caen rostro en tierra –un gesto de adoración- y sienten un gran miedo.

El “miedo”, en realidad “temor religioso”, es conciencia de estar ante alguien muy grande. Enseguida se siente la distancia que tenemos con Dios, reconocemos quién es Él y quiénes somos nosotros en su presencia.

3. Conclusión (17,7-9)

“Más Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: ‘Levantaos, no tengáis miedo’.

8 Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. 9 Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: ‘No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos’”

Los discípulos vuelven a la realidad terrena. Vemos ahora cómo quedaron de los eventos de la Transfiguración de Jesús, de la aparición de Moisés y Elías y del posarse de la nube de la Gloria sobre ellos.

Quien ha tenido una visión cae como atontado, como muerto. Así sucede, por ejemplo, en Daniel 8,17: “Él se acercó al lugar donde yo estaba y, cuando llegó, me aterroricé y caí de bruces… Mientras él me hablaba, yo me desvanecí, rostro en tierra. Él me tocó y me hizo incorporarme donde estaba”; ver también 10,9; Apocalipsis 1,17).

Para volver en sí los discípulos tienen necesidad de la ayuda de otro. En este caso, de Jesús.

En la conversación final que se da mientras Jesús y los discípulos descienden de la montaña, la transfiguración de Jesús es interpretada. La orden de callar sobre la visión hasta la resurrección del Hijo del hombre nos da la pista: En la visión a los discípulos se les concedió ver anticipadamente al Jesús perfecto, resucitado.

Cuando llegue la Pascua los discípulos vivirán plenamente este acontecimiento. Lo que sucede en Jesús se realizará también en ellos. No perdamos de vista que este “transfigurar” a Jesús, tiene una fuerte dimensión eucarística: nos hacemos uno sólo con Jesús para reflejarle al mundo su gloria. Para esto hay que hacer el camino eucarístico de la Cruz.

4. Releamos el Evangelio con los Padres de la Iglesia

4.1. San Jerónimo: La nube del Espíritu Santo

“Apareció después una nube que los envolvió con su sombra. Mateo precisa que esta nube era luminosa. En mi opinión esta nube es la gracia del Espíritu Santo. Ella cubre seguramente la tienda y envuelve con su sombra a aquellos que se abrigan debajo de ella. En una palabra, la función que normalmente desempeñan las tiendas esta vez es cumplida por la nube.

¿Eras tú quien querías hacer tres tiendas, Pedro? Miras, hay sólo una tienda del Espíritu bajo la cual también nosotros encontramos igual protección. Su tú hubieras hecho tres tiendas, las habrías hecho con medios humanos; y ciertamente que las habrías construido de manera que abrigaran de la luz para hacer sombra en ellas.

Esta nube, por el contrario, es al mismo tiempo luminosa y capaz de envolver con su sombra. Quiero decir, en fin, que esta única tienda no excluye el sol de la justicia, sino que lo incluye. El Padre podría decirte: ¿para qué quieres hacer tres tiendas? Mira que tengas el verdadero tabernáculo”.

(San Jerónimo, In Mc. homil. VI)

4.2. San Agustín: Bajar del monte

“¡Baja, Pedro!
Querías descansar en la montaña, pero baja.

Ora la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, argumenta, exhorta, reprende con toda longanimidad y doctrina (ver 1 Timoteo 4,2).

Trabaja, suda, padece algunos tormentos para poseer la caridad, por el candor y la belleza de las buenas obras, lo cual está significado en las cándidas vestiduras del Señor.

En la lectura del Apóstol, escuchamos su alabanza de la Caridad: ‘No busca su propio interés’ (1 Corintios 13,5). No busca su propio interés, una vez que hasta incluso da lo que posee (…).
Pedro todavía no entendía esto cuando deseaba vivir con Cristo en la montaña.

También esto, Pedro, te estaba reservado, pero para después de la muerte. Por ahora Él dice: baja a trabajar en la tierra, a servir en la tierra, a ser despreciado y crucificado en la tierra.

El que es la Vida descendió para morir, el que es Pan descendió para tener hambre, el que es Camino descendió para cansarse en el viaje; el que es Fuente descendió para tener sed. ¿Y tú le sacas el cuerpo al trabajo?

No busques lo que es tuyo. Ten caridad, ora de vedad, entonces llegarás a la eternidad donde encontrarás seguridad”

(San Agustín, Sermón 78,6)

5. Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:

5.1. ¿Qué particularidades tiene el relato de la Transfiguración en la versión de Mateo?

5.2. ¿Dónde están los énfasis del texto? (pista: ver, oír; el “he aquí que…”; la regresión, etc.)

5.3. ¿Qué sentido tienen: la transfiguración del cuerpo de Jesús, la aparición de Moisés y Elías, la nube luminosa?

5.4. ¿Por qué Pedro quiere quedarse en la Montaña? ¿Qué le pide Dios?

5.5. ¿Qué voy a hacer para que mi vida sea cada vez más transparente a semejanza de la de Jesús? ¿En qué puntos de vida espiritual estoy trabajando en esta Cuaresma?

P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM

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