Vigésimo sexto del Tiempo Ordinario (B)
EL CAMINO DE JESÚS HACIA JERUSALÉN Y LA FORMACIÓN DE LOS DISCÍPULOS (III):
El comportamiento distintivo del discípulo con los de fuera, con los pequeños y consigo mismo
Lectio de Marcos 9,38-43.45.47-48
“Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar”.
Introducción
Jesús continúa la formación de los discípulos. Lo hace con instrucciones precisas y prácticas en el llamado “discurso de Cafarnaúm” (Marcos 9,35-52), del cual leímos el domingo pasado la primera parte: la regla del servicio. Vamos a profundizarlas…
El texto y su contexto
1.1. Leamos el pasaje de Marcos 9,38-43.45.47-48, siguiendo las tres partes de su estructura:
(1) El comportamiento con los de fuera de la comunidad
“38 Juan le dijo: ‘Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros’
39 Pero Jesús dijo: ‘No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí.
40 Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.
41 Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.
(2) El comportamiento con los pequeños de la comunidad
42 Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar.
(3) El comportamiento consigo mismo
43 Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga.
45 Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna.
47 Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna,
48 donde su gusano no muere y el fuego no se apaga’”.
1.2.Veamos ahora el contexto en que Jesús pronuncia esas enseñanzas:
· El lugar: Cafarnaúm
Nos situamos en la instrucción que Jesús les da a los Doce en Cafarnaún (9,33-50), inmediatamente después del segundo anuncio de la Pasión. Cafarnaún es uno de los lugares en los que más ha obrado Jesús (ver Mc 1,21; 2,1…). Esta es la última vez que esta ciudad se menciona en el Evangelio.
Los discípulos ya no están en el camino sino en una casa (9,33; ver 1,29; 2,1; 3,20). En la visión que Marcos nos da del discipulado, la “casa” es el lugar de la profundización: allí es donde los discípulos le piden a Jesús que profundice alguna de sus enseñanzas o, al contrario, donde Jesús les hace preguntas a ellos y les clarifica situaciones.
· El conjunto de las instrucciones a los discípulos
Después de haber confrontado a sus discípulos por el tema que venían conversando por el camino (9,33-34), Jesús les explica que el verdadero camino hacia la grandeza es el de la pequeñez humilde en el servicio (9,35-37); luego les fija el comportamiento con relación a los que no son de la comunidad (9,38-41), los previene expresamente sobre el escándalo (9,42-49) y finalmente los exhorta a ser pacíficos (9,50).
1.3.La estructura de los dichos del Señor que leemos hoy
Al principio les pone como meta el ser servidores de todos: “Si alguno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos” (9,35). Las enseñanzas siguientes parecen depender esta regla de vida que el Señor establece para su comunidad.
La imagen del “servidor” que se desprende de este dicho de Jesús, es la del “diákono”, es decir, un servidor de la mesa (ver Mc 1,31), una persona que no come junto con las otras sino que está pendiente todo el tiempo para que todos tengan lo que necesitan. El “servidor” (a diferencia del “esclavo”) es una persona que trabaja con gusto y está siempre atenta al bien de los demás, ella percibe lo que les hace falta y se ocupa de conseguirlo. Lo suyo, entonces, es ayudar sin imponerse límites, la única preocupación es el bien de los demás.
Pues bien, es a la luz de esta enseñanza fundamental, y a partir de la disposición interior que ella implica, que hay que resolver las tres situaciones y conflictos que se enumeran a continuación.
2. El comportamiento con los de fuera de la comunidad (9,38-41)
El pasaje comienza como un diálogo entre Juan y Jesús:
2.1.El relato de Juan (9,38)
Uno de los tres discípulos más cercanos a Jesús, el discípulo Juan (ver 3,16-17; 5,37; 9,2; 14,33), le expone a Jesús algo que le sucedió a los discípulos:
“Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros” (9,38).
A diferencia del relato anterior, los discípulos no se quedan callados ante Jesús sino que le cuentan lo que les ha causado preocupación –una persona que expulsaba demonios valiéndose del nombre de Jesús- y la manera como han resuelto el conflicto –se lo han prohibido-.
El tema de la expulsión de demonios apareció desde el comienzo del ministerio de Jesús (ver 1,25.39…) y fue parte de la encomienda que Jesús le dio a sus misioneros (ver 3,15; 6,7.13). No hay que olvidar que está entre los objetivos del discipulado: “Estar con Jesús y ser enviados a predicar con poder de expulsar demonios” (3,15). A pesar de haber cumplido con el encargo al principio (ver 6,30), después de su resistencia frente al tema de la Cruz, los discípulos parecían impotentes para expulsar demonios (ver 9,18.28).
El argumento que los discípulos dan para impedir que otra persona haga esto mismo es: “Porque no venía con nosotros”. Es decir, que solamente quien es discípulo de Jesús y pertenece al grupo de los discípulos puede también obrar en su nombre.
2.2. La respuesta de Jesús (9,39-40)
“39 Pero Jesús dijo: ‘No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí.
40 Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.
41 Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa”.
La reacción de Jesús parece desconcertante, ya que desautoriza lo que han hecho los discípulos.
Jesús le da un criterio a sus discípulos: donde se hace el bien en el nombre y con el nombre suyo, no hay que impedirlo.
Ahora bien, esto no quiere decir que una persona así esté siendo admitida automáticamente como discípula suya. Simplemente la corrección es puesta en horizonte más amplio:
(1) Es positivo el hecho de que esa persona se abstenga de hablar mal de él (9,39) y de agredirlo a él a y sus discípulos (9,40).
(2) Es positivo que una persona haga el bien, aún en lo más mínimo como es el dar un vaso de agua, con la conciencia de que los discípulos “son de Cristo” (9,41; ver Mateo 25,35), ya que tienen asegurada la recompensa.
Si es verdad, por una parte, que los discípulos están en estrecha relación con Dios (“son de Cristo”, 9,41a), también es verdad que Dios no sólo los bendice a ellos sino a todo el que hace el bien (“no perderá su recompensa”, 9,41b). Si este es un valor que Dios les reconoce a todos, entonces los discípulos deben hacer lo mismo.
De ahí que el gran parámetro del comportamiento de los discípulos también tenga vigencia en el campo conflictivo con los de fuera de la comunidad: “Ser el último de todos y el servidor de todos” (9,35).
3. El comportamiento con los pequeños de la comunidad (9,42)
El campo de los conflictos ahora se amplía. Primero había sido por el tema de la autoridad dentro de la comunidad (9,34), luego por la intolerancia frente a las personas que no son discípulas de Jesús (9,38), de aquí en adelante será por los escándalos que eventualmente pueden surgir entre los cristianos (9,42-49).
En primer lugar se afronta el problema de los escándalos con los “pequeños que creen” en Jesús:
“Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar” (9,42).
Jesús cuida mucho a sus seguidores más “pequeños”: gente sencilla y vulnerable, los que tienen la fe más débil e insegura. Por eso muestra lo grave que es el escandalizarlos (=poner piedra de tropieza), es decir, el apartarlos de la fe en Jesús (=sucumbe en su fe):
¿Cómo puede darse el “escándalo”? En dos textos de Marcos encontramos pistas:
– Según Mc 4,17, una persona puede perder la fe por causa de la tribulación y la persecución.
– Según Mc 14,27.29 se anuncia un “escándalo” que ocurre justamente en el momento de la captura de Jesús, cuando los Doce “sucumben” en su fe mediante la renuncia al seguimiento y el emprender la fuga (14,50).
El escándalo, entonces, se refiere a alejamiento de una persona de Jesús por causa de una palabra mal dicha o un comportamiento inadecuado por parte de un discípulo de Jesús.
La gravedad de la situación, Jesús la ilustra enseguida con imagen elocuente del castigo de una persona culpable: “Mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar” (9,42b). Sin duda que en las profundidades del mar una persona así estará lejos de afectar a alguien con su mal comportamiento.
Pero la cuestión va más a fondo todavía: las consecuencias, tanto para los victimarios como las víctimas, tanto para quien se equivoca como para quien hace equivocar, tienen que ver con la salvación o la perdición para siempre. Se dice drásticamente que es preferible estar muertos que cometer tales actos.
Tengamos en cuenta que Jesús en esta enseñanza no entra a describir los comportamientos que caben bajo el título “escándalo”, pero el contexto del pasaje deja entrever dos posibilidades:
(1) Las luchas por la autoridad (9,33-35): un discípulo puede pervertirse por su ambición de grandeza y arrastrar a otros por ese mismo camino. Evidentemente los más pequeños quedarán escandalizados.
(2) Los propios pecados (9,43-49): un discípulo puede involucrar a otros discípulos en sus mismas debilidades y caídas. ¡Esto es gravísimo!
También esta enseñanza está relacionada con la regla cristiana del servicio: un discípulo falta a este deber de manera ruin cuando escandaliza a los pequeños y los lleva a apartarse de Jesús y de su Palabra. El verdadero servicio siempre conduce a las demás personas a una relación más estrecha con Jesús.
4. El comportamiento consigo mismo (9,43-48)
“43 Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga.
45 Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna.
47 Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna,
48 donde su gusano no muere y el fuego no se apaga”.
El conflicto ya no tiene que ver con los que no son cristianos, ni con los propios hermanos en la fe, sino consigo mismo: ¿Qué hacer cuando mi propio comportamiento me aleja del Señor?
Jesús expone tres ejemplos bien dicientes. En ellos se dice (1) qué es lo que un órgano importante del cuerpo trata de hacer, (2) qué es lo que uno tiene que hacer y (3) qué es lo que está en juego si se continúa en la misma línea de comportamiento.
4.1. Tres órganos importantes relacionados con el pecado
Se trata de: mano, pies y ojo. Los tres están en pareja y cumplen una función importante para la persona entera.
El conflicto aparece cuando éstos quieren alejarlo a uno de Jesús y de su enseñanza mediante comportamientos negativos:
– El apego a la vida terrena (ver 8,34-35)
– El querer quedar siempre bien con los demás, aún sacrificando los valores del Reino (8,38)
– Las ganas de tener puestos y grandeza (9,34).
Estas tres actitudes, que son propias de la naturaleza humana, pueden terminar dominando todo el comportamiento de la persona, llevándolo a apartarse del camino de Jesús.
Por otra parte, está en juego la misión del discípulo, ya que en lugar de apartar a los “pequeños”, se le pide al discípulo que haga lo contrario. Él debe ofrecer:
– Una mano que los asegure,
– Una mirada que los ilumine,
– Un pie que apoye sus pasos vacilantes.
Cuando en vez de tender la mano, empuja, cuando el ojo guía hacia las tinieblas, cuando el pie arremete al hermano; ahí se da un escándalo.
4.2. Qué es lo que hay que hacer
Se debe tomar una decisión radical. No se puede aspirar a la convivencia entre el bien y el mal, no se puede pretender andar en los caminos de Jesús y al mismo tiempo con los antivalores. Puesto que el valor mayor para un discípulo es Jesús, es a Él a quien buscará, aún a costa de grandes sacrificios. Lo que justifica el sacrificio es el hecho que hay un valor mayor; siendo así, este tipo de pérdida en la práctica es una ganancia: “Quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (8,35).
De ahí que un discípulo debe velar por su comportamiento, teniendo en cuenta la influencia que éste puede tener en el prójimo.
4.3. Lo que está en juego
Lo que está en juego, en última instancia, es la meta del camino: el “entrar en la vida” (=en el Reino) o el frustrar nuestra existencia (=lo que se llama infierno: el dolor insoportable, profundo y violento por no haber podido lograr la meta de la vida). Jesús usa la palabra “gehena” para designar el aspecto negativo: la “gehena” era un valle que quedaba al occidente de Jerusalén, que en otro tiempo sirvió para los sacrificios humanos en honra del dios Moloc; en los tiempos de Jesús era el local donde se quemaba la basura de la ciudad. Por eso la frase “arrojar a la gehena” es lo contrario del “entrar en la vida”, donde el término “vida” es en griego “zoé” y no “bios”, ya que se refiere ante todo a la vida de comunión con Dios.
Por lo tanto, el discipulado es un camino hacia la vida, una entrada en el Reino. Este es el sentido definitivo del “seguimiento” del camino de Jesús y si no era para llegar hasta la plenitud, entonces no tendría sentido.
Es aquí donde la enseñanza básica sobre el servicio a todos (8,35) se convierte también en un llamado de atención al necesario servicio a sí mismo: trabajar por la propia salvación velando hasta el final por la fidelidad al camino de Jesús.
5. Releamos el Evangelio con un Padre de la Iglesia
“Allí no morirá su gusano y no se apagará el fuego que le devora” (Mc 9,48). Escuchando estas amenazas, que ciertamente impresionarán a los impíos, algunos, llenos de miedo, evitarán el pecado. Tienen miedo y por este miedo no cometen pecados. Son personas que temem (el castigo) pero todavía no aman la justicia. Sin embargo ese temor que los impulsa a abstenerse del pecado crea en ellos una inclinación constante por la justicia, y lo que antes era difícil comienza a gustar y se saborea la dulzura de Dios. A tal punto el hombre comienza a vivir en la justicia, no por temor de las penas sino por amor de la eternidad”.
(San Agustín, Enarrat. in Ps., 127, 7)
6.Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
6.1. ¿Cómo se correlaciona la enseñanza de Jesús sobre el servicio (ver domingo pasado) con las enseñanzas de hoy?
6.2. ¿Cómo es mi relación con las personas que no están en los caminos del Señor? ¿Soy capaz de reconocerles acciones positivas y buenas a los ojos de Dios?
6.3. ¿Mi comportamiento o mis palabras han llevado a alguna persona a alejarse de Jesús?
6.4. Uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es que queremos tener todo al mismo tiempo: lo que es de Dios y lo que no es de Dios. Pero esto no es posible. ¿Es Jesús el valor más grande de mi vida, hasta el punto de estar dispuesto(a) a sacrificar muchas cosas agradables del mundo para andar en comunión con Él y con sus caminos?
6.5. ¿Qué decisiones tomo hoy como respuesta a las enseñanzas que me da Jesús?
P. Fidel Oñoro, cjm
Centro Bíblico del CELAM
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