CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

Esdras

 Esdras

Era un escriba muy estudioso y fiel cumplidor de la Ley de Moisés que se dedicaba a enseñarla al pueblo judío que se había quedado en el exilio. Los judíos se reunían los sábados y las fiestas en las sinagogas donde se hacían plegarias, se cantaban los salmos, se leían los rollos de la Ley de Moisés y se explicaba al pueblo.

Esdras organizó los oficios religiosos y asentó las bases de la religiosidad y de amor a la Ley que perdurarán en el pueblo judío hasta la venida del Mesías.

El rey Artajerjes de Persia les concedió ir a Palestina con judíos fieles, para enseñar y fomentar el cumplimiento de la Ley de Dios.

Esdras y su ferviente grupo de seguidores llegaron a Jerusalén el año séptimo de Artajerjes (458 a. C.). Pronto se informó de las causas por las que los judíos habían abandonado la fidelidad a Dios. Convocó asambleas, les leyó y les explicó la Ley de Moisés, reconocieron sus desviaciones, hicieron penitencia y renovaron la alianza con Dios.

Esdras siempre se sintió apoyado por Nehemías desde que éste llegara a Jerusalén trece años después.

Los libros de ESDRAS y NEHEMÍAS son nuestra principal fuente de información acerca de este importante y difícil período de la historia bíblica. Ambos formaban originariamente una sola obra con los libros de las Crónicas y fueron compuestos en la misma época. Para elaborar esta segunda parte de su relato, el Cronista utiliza y cita textualmente diversos documentos contemporáneos de los hechos: listas de repatriados, genealogías, edictos reales, correspondencia administrativa de la corte persa y, sobre todo, «memorias» personales de Esdras y Nehemías, los dos grandes protagonistas de la restauración judía.

En la disposición de materiales tan diversos, el autor no siempre se atiene a la sucesión cronológica de los hechos. Por eso estos Libros, si bien nos ofrecen una información de primera mano, presentan serias dificultades cuando se trata de reconstruir el desarrollo exacto de los acontecimientos. Así, por ejemplo, es muy verosímil que la misión de Nehemías haya precedido en varios años a la de Esdras. Sin embargo, el Cronista ha invertido el orden de los relatos, para dar prioridad a la reforma religiosa, realizada por el sacerdote Esdras, sobre la actividad del laico Nehemías, de carácter más bien político.

Pero estas dificultades no afectan al contenido religioso de los Libros.

A un pueblo que ha perdido su independencia política y está propenso a caer en el desaliento, el Cronista le recuerda que el «Resto» de Judá liberado del exilio sigue siendo el depositario de la elección divina. La deportación a Babilonia mostró que las amenazas de los Profetas se habían cumplido al pie de la letra. ¿No será este el momento de escuchar la voz del Señor, de tomar en serio las exigencias morales y sociales de la Ley, que las reformas de Esdras y Nehemías han vuelto a poner en vigor? Si el pueblo se convierte al Señor y le rinde el culto debido, Dios no se dejará ganar en fidelidad y dará pleno cumplimiento a sus promesas de salvación.

EL LIBRO DE ESDRAS

EL RETORNO DE LOS DEPORTADOS Y LA RECONSTRUCCIÓN DEL TEMPLO

En  538 a. C., Ciro promulga un edicto autorizando a los judíos exiliados en Babilonia a regresar a su patria. En seguida se organiza una primera caravana, a la que se van sumando otras, que llevan a Jerusalén parte de los desterrados. Allí el pueblo, purificado por la prueba del exilio y animado por una ardiente esperanza mesiánica, restaura el altar de los sacrificios y pone los cimientos del nuevo Templo.

Pero la comunidad judía, si bien goza de una cierta autonomía interna, depende de la provincia persa de Samaría, que no ve con buenos ojos la llegada de los repatriados. Esta animosidad de las poblaciones vecinas agrava las penurias del pequeño grupo que debe rehacerlo todo desde el comienzo, y las obras de restauración del Templo quedan pronto interrumpidas.

Varios años más tarde, en el 520, los profetas Ageo y Zacarías despiertan al pueblo de su inercia, y las obras se reinician con renovado entusiasmo. Después de cinco años de trabajo,  el edificio queda terminado, y el pueblo celebra solemnemente la Dedicación del Templo y la fiesta de la Pascua.

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