El libro de los Proverbios pertenece al género llamado de la «la sabiduría», que tiene como propósito: comunicar sabiduría e instrucción, ayudar a comprender palabras llenas de sentido, adquirir prudencia, justicia, instrucción, rectitud, y equilibrio.
Un género que en la antigüedad se usó mucho para la enseñanza. El proverbio o dicho sabio es una sentencia, generalmente concisa y para poderse recordar fácilmente, en la que se da alguna enseñanza o consejo de carácter moral o religioso. Reúne varias colecciones de refranes, comparaciones, máximas, enigmas y alegorías, puestas en su mayoría bajo la autoridad de «Salomón, hijo de David, rey de Israel» (1. 1). Tal atribución se debe a que la tradición israelita consideraba a aquel célebre rey como el «sabio» por excelencia. Según el primer libro de los Reyes, él «pronunció tres mil máximas» (1 Rey. 5. 12) y su sabiduría «superaba la de todos los Orientales y toda la sabiduría de Egipto» ( 1 Rey. 5. 10).
Dentro de esta amplia gama de géneros literarios, la expresión más frecuente y característica es el aforismo o dicho breve y agudo, que encierra una verdad útil para la vida.
En algunos pasajes del libro de los Proverbios -como en otros Libros sapienciales del Antiguo Testamento- se perciben notables influencias de la antigua sabiduría egipcia y oriental, e incluso se encuentran en él varias sentencias de dos sabios extranjeros (30. 1-14; 31. 1-9). Esto pone de manifiesto el aprecio que tenia Israel por aquella sabiduría ancestral y su capacidad para asimilarla creativamente, haciéndola compatible con las exigencias de su propia fe.
La visión teológica expresada en el Libro es relativamente sencilla. El Señor es el Creador del mundo y todo lo ha hecho con sabiduría. Las huellas de esa sabiduría divina han quedado grabadas en cada una de sus obras. Por lo tanto, aquel que ponga todo su empeño en abrir los ojos a la realidad que lo rodea, encontrará el camino que lo lleva a la vida y lo libra de la muerte. Lo importante es buscar el orden establecido por Dios en el mundo y vivir en conformidad con él. Pero la adquisición de la sabiduría presupone ciertas condiciones morales.
Una actitud específicamente sapiencial es prestar atención a las advertencias y exhortaciones de los sabios, que son los portadores de una experiencia acumulada a través de los siglos.
El ideal de estos sabios es descubrir y enseñar el arte de vivir bien. Lo que más les preocupa es guiar al individuo hacia la felicidad y el éxito en esta vida. Ningún aspecto de la actividad humana es indigno de su atención. De ahí que las personas de toda condición social encuentren en los Proverbios consejos adecuados a su edad o profesión: reyes, jueces y comerciantes, hombres y mujeres, pobres y ricos, jóvenes y ancianos.
Con frecuencia se alude a las relaciones entre padres e hijos, entre marido y mujer, entre patrones y servidores. Su reflexión se extiende al ámbito religioso, moral, político y social, con el fin de encontrar para cada circunstancia una norma práctica fundada en la sabiduría.
El lector cristiano puede quedar sorprendido por el carácter aparentemente «profano» de la mayor parte de los consejos dados en el libro de los Proverbios, especialmente en las dos colecciones salomónicas (10. 1 – 22. 16; 25 – 29).
Pero esta impresión pierde mucho de su fuerza si se tiene en cuenta la totalidad del Libro.
Este se abre y se cierra con una alusión al «temor del Señor» ( I . 7; 31. 30), entendido como una actitud a la vez filial y reverencial con respecto a Dios, que no sólo es el Creador del mundo sino también el Dios de la Promesa y de la Alianza. El «temor de Dios», es el principio y la coronación de la sabiduría por la que debe regirse toda la conducta humana.
Otro aspecto desconcertante es el énfasis puesto en el propio interés y en el éxito personal como motivaciones del comportamiento moral. Estas motivaciones, lo mismo que la idea de una retribución meramente terrena de las acciones humanas, han quedado superadas por el Evangelio. Pero hay otras riquezas de los Proverbios que mantienen plena vigencia. El amor a la sabiduría, la preocupación por encontrarla y llevarla a la práctica en circunstancias concretas de la vida, la fe en la justicia de Dios y en el gobierno divino del mundo son valores permanentes, asumidos por el Cristianismo. De hecho, el Nuevo Testamento contiene numerosas citas del libro de los Proverbios: entre ellas, merece destacarse la que se refiere a la actitud paternal con que Dios corrige a sus hijos (Heb. l2. 5-6).
«Dichoso el que halla sabiduría, el que obtiene inteligencia;
porque son más provechosas que la plata y rinden mayores beneficios que el oro.
La sabiduría vale más que las perlas; ¡ni aun las cosas más deseables se le pueden comparar!
Con la derecha ofrece larga vida, y con la izquierda, riquezas y honores.
Seguir sus pasos es muy agradable; andar por sus senderos e vivir en paz.
La sabiduría es vida para quien la obtiene; ¡dichosos los que saben retenerla! (Proverbios 3,13-18).
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