Aparición de Bélgica, del 29 de noviembre de 1932 al 3 de enero de 1933.
Quince años después de Fátima, La Virgen se apareció a cinco niños en Beauraing, Bélgica.
Estas apariciones, junto con las de la cercana ciudad de Banneaux, prepararon el camino para los mensajes Marianos de Ámsterdam.
Las apariciones de la Virgen en Beauraing y Banneaux ocurrieron dentro de un período de seis semanas y ambas están aprobadas por la Santa Sede. Ámsterdam tiene la aprobación de su obispo.
El 21 de diciembre
Nuestra Señora se dio a conocer a los niños: «Yo soy la Virgen Inmaculada.» La Virgen se hizo ver con su corazón resplandeciente y dorado.
El 3 de enero
La Virgen dijo a Andree: «¡Soy la Madre de Dios, La Reina del Cielo. Reza siempre!»
Finalmente le dijo a Fernande:
-¿Amas a mi Hijo?
-¡Sí!- exclamó la niña.
-¿Me amas a mí?
-¡0h, sí!
-Entonces sacrifícate por mí.
Había terminado la Primera Guerra Mundial y el mundo entero pasaba por la Gran Depresión.
Poco podían imaginarse que pronto vendría otra guerra peor. Este fue el marco histórico de la visita de Nuestra Madre que nunca está lejos de los que sufren y que quiere prepararnos para que seamos capaces de vencer las adversidades y llegar al cielo.
Beauraing era y sigue siendo una humilde aldea en el sudoeste de Bélgica, a unas 4 millas de la frontera con Francia. En la época de la aparición de Nuestra Señora, la población era de solo unos 2,000 habitantes. También allí se sufrían los estragos de la Gran Depresión, pero lo sobrellevaban mejor por ser gente sencilla y cercana al campo.
Desde el 29 de noviembre de 1932 hasta el 3 de enero del 1933, La Virgen María se apareció casi todos los días a cinco niños. A veces venía varias veces al día, de manera que hubo un total de 33 apariciones.
El contenido del mensaje fue muy breve, dos o tres palabras, pero fuerte. Algunos trataron de añadir, pero los niños se mantuvieron firmes al mensaje.
Los niños videntes y sus familias.
La familia Degeimbre.
Germaine, una mujer fuerte, simpática y práctica que supo proveer sola por sus hijas, es la madre de dos de las videntes, Gilberte de 9 años y Andree de 14. La hija mayor, Jeanne, de 17 años, nunca vio a la Virgen y, movida por la envidia, atacó mucho a sus hermanas llegando hasta la calumnia y el desprecio a las apariciones. Los padres, así como las dos primeras hijas nacieron en Beauraing, pero la familia se había mudado a Voneche donde el padre consiguió trabajo cuidando una granja. Allí se quedaron por 13 años. Al morir el padre, la familia regresó a su pueblo natal. Solo llevaban dos años de regreso en Beauraing cuando ocurrieron las apariciones.
La familia Voison.
Héctor y Marie Loose Voison eran los padres de los otros tres videntes, Fernande de 15 años, Gilberte de 13 y Alberto. Héctor, empleado del ferrocarril, para aumentar su pobre ingreso, abrió una tienda con su esposa en la calle principal del pueblo. Los Voisons estaban muy involucrados en el Partido Socialista y habían abandonado la práctica de la fe católica.
La Virgen en el puente
Un día los niños fueron al convento a recoger a Gilberte y jugaban frente a la puerta. De repente, Alberto exclamó emocionado: «Miren, la Virgen, vestida de blanco, está caminando en el puente. «Las niñas no le prestaron ninguna atención. Pero entonces Fernande, por el tono de alarma en la voz de su hermano y por la expresión de su rostro, le hizo caso y miró hacia donde este le señalaba. Al mirar se quedó congelada. Las otras niñas, mientras tanto, no habían todavía mirado y dijeron: «Tonta, es solo la luz de un automóvil.»
La insistencia de Alberto hizo que se voltearan. Según miraban hacia arriba, todos la veían y quedaban conmovidos. ¡La Virgen estaba sobre el puente! Estaba iluminada, su vestido blanco y largo oscilaba en el viento. Parecía como si estuviera caminando sobre una nube. Los niños pudieron distinguir que estaba caminando en el aire. No sabían que hacer e inmediatamente Alberto tocó el timbre del convento. Las chicas empezaron a dar golpes en la puerta con todas sus fuerzas. Gritaban y lloraban al mismo tiempo.
La Hermana Valenia
La Hermana Valenia contestó a la puerta y, por la gran conmoción que manifestaban, les preguntó qué era lo que pasaba. Todos gritaron a un tiempo. «Mire, hermana, la Virgen está caminando sobre el puente, vestida toda de blanco – tenemos miedo.»
La hermana trató lo mejor que pudo de ver y no podía distinguir nada. Pensó que quizás se estaban refiriendo a la estatua de Nuestra Señora de Lourdes en la gruta. Encendió una luz para que ellos pudieran ver mejor. Como insistían sobre la aparición ella les dijo: «Eso es solo una rama en el viento, las estatuas no caminan.» Los niños insistieron en que la Santísima Madre estaba caminando sobre el puente. La hermana esforzó sus ojos, pero no podía ver nada. En ese momento, Gilberte salió por la puerta, e inmediatamente vio la visión, por lo que exclamó maravillada: «¡Miren!» Los niños estaban muy asustados y querían llegar a su casa.
La monjita no les creyó pero, durante la cena en su convento, le contó la historia a la Madre Superiora, la Hermana Teofila y al resto de la comunidad. La respuesta de Sor Teofila fue tajante: «Hermana, ¿Cómo puede usted contar una historia como esa? suena tan infantil como esos niños.»
Respuesta de Jeanne
Mientras tanto, los niños corriendo hacia la casa de los Degeimbre, pasaron a un hombre en la calle. Por sus expresiones, él pensó que había un fuego en algún lugar. «¿Qué ha sucedido?»- preguntó. Uno de ellos contestó: «vimos algo blanco». Cuando llegaron a la casa de los Degeimbre, Germaine estaba sentada en la mesa con dos amigos, Raymond Gobert y Jules Defesche. Inmediatamente supo que algo les sucedía a los niños, pues estaban sin respiración, sus rostros enrojecidos. Todos hablaban emocionados al mismo tiempo. «¡Creo que vimos a la Santísima Virgen! ¡Yo pienso que era la estatua que se movió! ¡La Santísima Virgen estaba caminando!»
La respuesta fue incredulidad y disgusto. La hija mayor de los Degeimbre, Jeanne, dijo: «¿Ustedes dos ven a la Virgen? Si yo la hubiera visto, sería diferente. ¿Pero, ustedes dos? No son lo suficiente buenas.»
Germaíne mandó a sus dos hijas a dormir y les dijo a los tres niños de Voison. «Ahora ustedes, escúchenme. No les digan nada de esta tontería a sus padres. Ellos, sin embargo, les comunicaron todo a sus padres.
La Virgen Inmaculada
La Virgen siguió apareciéndose a los niños pero, por los primeros tres días no les dijo absolutamente nada. La gente les preguntaba «¿Qué dijo?» Su respuesta fue: «Nada». Finalmente, el viernes, 2 de diciembre, en respuesta a las preguntas de las personas, ella contestó:
A la pregunta «¿Es usted la Virgen Inmaculada?, Ella movió su cabeza y abrió sus brazos.
A la pregunta, «¿Qué quiere usted de nosotros?», Ella habló por primera vez. «SIEMPRE SEAN BUENOS.»
Los niños respondieron: «Sí. Nosotros siempre seremos buenos.» Pero muchos entre la gente, cuando se enteraron del mensaje protestaron: «¿Eso es todo?»
El próximo día, sábado 3 de diciembre, los niños repitieron sus preguntas. A la pregunta, «¿Es usted realmente la Virgen Inmaculada?», Ella movió su cabeza en aprobación.
A la pregunta ¿Qué quiere usted de nosotros?», su respuesta fue «¿Es verdad que ustedes siempre van a ser buenos?» Los niños respondieron: «¡Sí! Nosotros siempre seremos buenos.»
Oposición
Los niños enfrentaron gran oposición de todos lados, incluso del sacerdote del pueblo. Nadie les ayudaba a discernir, más bien se burlaban de ellos o los acusaban de mentirosos.
Las apariciones carecían de milagros espectaculares y la gente no encontraba el sensacionalismo que buscaban. Un sacerdote, al que se le pidió que comentara sobre el primer mensaje de Nuestra Señora, observó que era una declaración muy insignificante para haber sido hecha por la Madre de Dios. ¿Dónde estaban los milagros? ¿Dónde estaban las señales? ¿Qué decía la Virgen que fuese tan trascendental? «SEAN BUENOS SIEMPRE» ¿Qué era eso?
Se desató una batalla. No solo la Prensa Socialista y los anticatólicos sino que los mismos católicos se encargaron de ofender y desprestigiar a los niños y a la Virgen. Los niños se encontraron incomprendidos aún por sus padres. El odio hacia ellos era general y extraordinario. Solo contaban con la Virgen. La mayor parte de las veces ella solo miraba a los niños y se sonreía. Los seguía mientras recitaban el rosario, pero no se les unía. Si la Virgen no decía nada, quería decir que no había nada que reportar y los niños se podían ir a sus casas.
Solicitud de Misa en honor a Nuestra Señora
A pesar de todo, de repente, la iglesia tuvo más participantes en Misa. Las madres de los videntes, Germaine Degeimbre y Marie Louise Voison, habían pedido que se celebrara una Misa en honor a Nuestra Señora, para que si lo que sus hijos estaban experimentando no era del Señor, María pusiera fin a ello. El día escogido fue el 8 de diciembre, la fiesta de la Inmaculada Concepción. Aquel día Marie Louise Voison recibió la Eucaristía por primera vez en diez años. Su esposo la siguió muy poco después.
Para complicar más las cosas, unas personas sin fundamento dijeron también tener apariciones en otros lugares el mismo día 8 de diciembre, mientras los niños estaban esperando a Nuestra Señora. El demonio quería distraer, dividir y conquistar. Quería desprestigiar las apariciones como lo había hecho en Lourdes y Fátima.
Los niños estaban sujetos a enormes presiones, todos, desde el gobierno hasta las autoridades eclesiásticas les hacían constantes preguntas. Sin embargo, desde el primer día, los niños fueron consecuentes en sus informes. Los padres de los niños también sufrieron. La tienda de Héctor y Marie Louise Voison se llenó de curiosos que no dejaban a los clientes entrar.
LA SEÑORA CON EL CORAZÓN DE ORO
Las ventas cayeron y tuvieron que cerrar. Héctor se convirtió en el hazme reír del Partido Socialista. Pero a través del sufrimiento vino la gracia y Héctor recibió los sacramentos y se convirtió en un firme defensor de las apariciones.
Los relatos de los niños sobre las apariciones coincidían casi perfectamente. Cada vez que Nuestra Señora se les aparecía, caían de rodillas, de forma que sus rodillas impactaban contra el suelo de golpe, como si hubieran sido empujados por una gran fuerza. Sin embargo, los niños no sentían dolor por ello. Cada noche, antes de la aparición, los niños rezaban el rosario con una voz natural, pero cuando llegaba la Virgen alcanzaban un tono altísimo y rezaban mucho más rápido.
El miércoles 28 de diciembre, Nuestra Señora les dijo a los niños que muy pronto dejaría de visitarles. Esto entristeció muchísimo a los niños.
El 29 de diciembre, cuando María se despedía de los niños, abrió sus brazos haciendo visible en su pecho, por primera vez, su corazón que brillaba en oro. Es por eso que se le ha llamado la SEÑORA CON EL CORAZÓN DE ORO, referencia a su Corazón Inmaculado.
El 30 de diciembre, la Virgen les mostró su corazón de oro a los niños otra vez y les dijo:
«¡OREN! ¡OREN MUCHO!»
El 31 de Diciembre mostró una vez más su corazón de oro.
El primero de Enero de 1933, le dijo a los niños «OREN SIEMPRE.» y añadió que no los vería de nuevo hasta la aparición del 3 de Enero.
En una ocasión, en que la Virgen habló solo a Fernande Voison, los otros niños se enojaron con ella pues se sentían excluidos. Fernande temió por lo que pensaran ellos u otras personas que podían acusarla de falsificar una aparición. Hizo saber que a ella no le gustaba que Nuestra Señora le hablara solamente a ella.
Según la costumbre de los niños era que, cuando Nuestra Señora movía sus labios para hablar, ellos dejaban de orar para poder oír sus palabras. Durante la aparición del primero de enero, cuando la Virgen comenzó a mover sus labios para hablarles, Fernande temía que le fuera a hablar solamente a ella y continuó orando con sus ojos bajos para no poder oír a Nuestra Señora. Esta actitud causó, como veremos, un episodio singular en las apariciones. Dos días después, Fernande estaba arrepentida de su mal comportamiento con la Virgen.
Última aparición
Una gran multitud estaba reunida para la aparición final. A los niños se les dificultó llegar a sus lugares para la aparición. En cuanto llegaron se pusieron a rezar y, después de un corto tiempo, cayeron de rodillas, excepto Fernande. Ella miraba a su alrededor desconcertada, luego lentamente se arrodilló por unos cuantos segundos, pero se levantó llorando y exclamó: «no puedo verla.»
La Virgen estaba más hermosa que nunca. Sus rostro y todo en ella resplandecía.
-Primero le habló Gilberte D.: «Esto es entre tú y yo, y te pido que no le hables de esto a nadie.» La Virgen le dio un secreto, y dijo «Adiós.»
-En seguida le habló a la otra Gilberte: «Yo convertiré pecadores.» Entonces le dio a la niña un secreto, y dijo «Adiós.»
-Entonces le habló a Alberto. Le dijo un secreto, y dijo «Adiós.»
-Finalmente, le habló a Andree: «Yo soy la Madre de Dios, la Reina del Cielo. Oren siempre.» Luego dijo «Adiós» y desapareció.
Fernande, que seguía sin poder ver a la Virgen, rezaba con todas sus fuerzas.
Cerró sus ojos, oró, y luego los abrió, pero no podía ver a la Virgen. Miró a las expresiones en los rostros de los otros niños y sabía que Nuestra Señora les estaba hablando. Tenían lágrimas en los ojos. Fernande estaba sumamente triste y dolida. Al final de las apariciones, los otros niños, que si veían, empezaron a levantarse. La multitud comenzó a dispersarse. Fernande permaneció de rodillas. Miró a su alrededor, aturdida. Alguien sugirió que dijeran otro rosario. Quizás Nuestra Señora volvería. Los niños se arrodillaron otra vez y rezaron el Santo Rosario. La Señora no regresó. Los niños se levantaron y caminaron hacia la gruta para orar. Fernande exclamó «¡Yo quiero verla!” Permaneció sola, arrodillada, rezando pues la gente se fue tras los otros a la gruta.
Fernande le dijo a la Virgen: «Por favor, por favor regrese a mí. No me deje de esta forma. Lo siento. Siento no haberle dejado hablar el otro día. Yo la amo. Usted me prometió un secreto. No puede terminar de esta forma. Yo la necesito. ¡Por favor! ¡Por favor!”
¡La Virgen había regresado!
Ya oscurecía, cuando, de repente, el poderoso crujir de un rayo estremeció a todo el mundo. Su luz resplandeció en el cielo, seguido por una bola de fuego que cayó sobre un espino. Todo el mundo pudo verlo. La multitud quedó estremecida y volvió su mirada hacia aquel árbol. Fernande tenía una gran sonrisa. ¡La Virgen había regresado! La Inmaculada Madre celestial miraba a Fernande que no podía parar de llorar de alegría. La Virgen esperó un momento, y entonces le habló:
-¿Amas a mi Hijo?
-Sí- exclamó ella.
-¿Me amas a mí?
-¡0h, sí!
-Entonces, sacrifícate por mí.
Estas breves palabras son el contenido principal de las apariciones de Beauraing. La Virgen esperó hasta el final, cuando ya parecía que todo había terminado, cuando una niña permaneció insistentemente rogando que la perdonara por haberle ofendido.
Fernande quería que la Virgen se quedara. Tenía muchas preguntas que hacerle. Pero la Señora abrió sus brazos, resplandeció con más brillo que nunca antes, y expuso su Corazón de Oro. Miró a Fernande con inmenso amor y dijo: «Adiós». Fernande se derrumbó en lágrimas; su cuerpo entero temblaba de los sollozos incontrolables.
Los cinco videntes se casaron.
Pocos años después de las apariciones estalló la Segunda Guerra Mundial. Hitler invadió a Bélgica. El Santuario de la Virgen en Beauraing se convirtió en un foco de esperanza cristiana para los belgas. En aquellas difíciles circunstancias los fieles recordaron que la Virgen les había enseñado que el amor a Jesús y a ella exige sacrificio.
Las apariciones han sido aprobadas por la Santa Sede. Cada año unas 200,000 personas visitan el santuario. El mensaje de la Virgen no era solo para los videntes, sino para todos sus hijos. Medítalo. Vívelo. Responde al clamor de Nuestra Madre.
-¿Amas a mi Hijo?
-Sí-exclamó ella.
-¿Me amas a mí?
-¡0h, sí!
-Entonces, sacrifícate por mí.
Fuente: https://es.catholic.net/