CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

NUESTRA SEÑORA DE LA ORACIÓN

NUESTRA SEÑORA DE LA ORACIÓN

Apariciones de 8 al 14 de diciembre de 1947. L´Ile-Bouchard, Francia. Aprobadas por su obispo el 8 de diciembre de 2001.

Videntes: cinco niñas de 7 a 12 años de edad.
Aprobadas por su obispo el 8 de diciembre de 2001.

L´Ile Bouchard (isla Bouchard) no es una isla sino un pequeño pueblo junto al río Vienne, poco más de 20 millas al sur de Tour, Francia. En su hermosa iglesia parroquial, dedicada a St. Gilles, del 8 al 14 de diciembre 1947, se apareció la Virgen María.

Apariciones.

Primera aparición, 8 diciembre, 1947.

Jacqueline Aubry, de doce años, su hermana Jeanette, de 7 años y su prima Nicole Robin de 10, iban de regreso a la escuela después de almorzar. Jacqueline les invitó a pasar por la iglesia a rezar. Allí reciben la primera aparición, aproximadamente a la 1:00 pm, en la Fiesta de la Inmaculada Concepción.

Fueron al altar de la Virgen y comenzaron a rezar una década del rosario; pero no estaban aún por la mitad cuando Jacqueline, de repente, vio a una bella señora frente a ella. Estaba vestida de blanco, con las manos juntas en oración y un rosario sobre su mano derecha. A la izquierda, un ángel la contemplaba mientras le presentaba un lirio. Nicole y Jeanette también vieron la aparición.

La Señora les sonrió y Jacqueline pensó que deberían informar a alguien de lo ocurrido. Corrieron y se encontraron con Laura Croizon, de 8 años y su hermana Sergine, de 13 años. Las cinco niñas fueron al altar. Todas veían la aparición, excepto Sergine. Las otras tenían que describirle lo que veían. A la izquierda del altar de la Virgen hay un vitral de la Virgen de Lourdes, mientras que arriba había una estatua de Nuestra Señora de las Victorias. La aparición estaba varios pies sobre la tierra, entre el altar y la ventana.

Las niñas describieron a una hermosa Señora, rodeada de una luz dorada.

Llevaba un vestido blanco brillante con bordes dorados, una faja azul, y tenía consigo un rosario blanco. Su velo era blanco de un matiz diferente y le llegaba casi hasta los pies, aunque las niñas podían ver sus llamativos y largos cabellos rubios que le sobresalían frontalmente, en dos partes, y le llegaban hasta las rodillas. Su sonrisa era maravillosa, y ellas pensaban que su edad era aproximadamente 16 o 17 años.

El ángel, rodeado de una intensa luz blanca, se encontraba inclinado sobre su rodilla derecha en profunda contemplación, y llevaba una túnica blanca-rosada, también con bordes dorados. Al igual que la Señora, el ángel tenía ojos azules y cabellos rubios. En la mano derecha sostenía el tallo de un lirio, mientras tenía la mano izquierda colocada sobre su corazón. El ángel tenía alas blancas, también con ribetes dorados, cuyas plumas brillaban y se movían ligeramente con una «brisa» que las niñas no podían percibir. Las dos figuras se encontraban en una gruta rocosa.

La Señora se encontraba de pie sobre un bloque rectangular de piedra

Decorado con una guirnalda que tenía cinco rosas de color rosado, y debajo de dicha guirnalda se encontraban las siguientes palabras inscriptas en letras doradas, de aproximadamente tres pulgadas de alto: «Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti.» Esta es la invocación famosa de la Medalla Milagrosa en la aparición de Rue du Bac.

Una vez que las niñas hubieran explicado todo esto a Sergine, la Señora desapareció, y todos salieron de la iglesia. Jacqueline y Jeanette fueron apresuradamente a su casa a contarle a su madre lo que había pasado, pero ella no les creyó. Al volver al colegio, la noticia se difundió rápidamente, ya que Jacqueline volvió a relatar con entusiasmo a una de las hermanas, la Hna. Marie del Niño Jesús, que ella había visto a una bella Señora en la Iglesia, pero se preguntaba quién podría ser -¿sería la Santísima Virgen? La Hermana creyó instantáneamente, pero temió una reacción general negativa.

Jacqueline tenía que usar anteojos y secarse continuamente los ojos.

El cura párroco, Fray Clovis Ségelle, y la directora, la Hna. Saint-Léon de la Cruz, acudieron al patio del colegio en ese momento, y no se sorprendieron con estos informes. Fray Ségelle manifestó que Jacqueline debió haber visto doble a través de los gruesos cristales de sus anteojos. Debido a su escasa visión y a una conjuntivitis crónica, Jacqueline tenía que usar anteojos y secarse continuamente los ojos.

Jacqueline manifestó que las otras niñas también habían visto a la Señora, y por lo tanto Fray Ségelle y la Hna. Saint-Léon decidieron cuestionarlas por separado. Cada una expuso el mismo relato, y de regreso al colegio, Jacqueline habló una vez más con la directora, quien la despidió bruscamente, y al mismo tiempo le insinuó que ella hubiera permanecido en la iglesia si la Señora era realmente tan bella como decía. Jacqueline no perdió tiempo en buscar a las otras niñas y conducirlas de vuelta al altar de la Virgen, donde fueron gratamente sorprendidas al ser recibidas por la sonriente Señora.

No obstante, cuando se arrodillaron ante ella, su expresión se volvió extremadamente triste cuando pronunció lentamente sus primeras palabras «Digan a los niños pequeños que recen por Francia, ya que su necesidad es grande.» Jacqueline, aún sin estar segura de quien era la Señora, susurró a Jeanette y a Laura pidiéndoles que preguntaran a la Señora si ella era su «Maman du Ciel», (Madre del Cielo). Así lo hicieron, y la respuesta fue «¡Pero por supuesto yo soy vuestra Madre del Cielo!» Jacqueline preguntó luego acerca del ángel. La Señora lo miró, y el ángel se volvió a las niñas y les dijo: «Yo soy el ángel Gabriel.»

La Virgen besa las manos de las niñas.

María se volvió luego a las niñas y les pidió sus manos para besarlas, inclinándose para alcanzar las manos de Jacqueline y Nicole. Pero las otras dos niñas eran mucho más pequeñas y no podían alcanzar la altura suficiente. Jacqueline las tomó, una después de la otra, y las levantó como si no tuvieran prácticamente ningún peso.

Las cuatro niñas dieron fe de la solidez y el calor de la mano de María y del contacto de sus labios. Antes de desaparecer en una nube de polvo plateado, ella les pidió que volvieran esa tarde a las cinco y al día siguiente a la una. Luego de que las niñas salieran de la iglesia, se dieron cuenta de que tenían un óvalo blanco brillante sobre los dedos, pero antes de que volvieran al colegio, estos rastros, que habían logrado mostrar a una mujer local, habían desaparecido.

Jacqueline y Nicole hablaron acerca de lo que había pasado

Y después de clases las separaron y les pidieron que escribieran los relatos de sus experiencias, que coincidían. Cuando las niñas volvieron a sus casas, advirtieron que sus padres no estaban dispuestos a creerles, y solo Jacqueline pudo volver a la iglesia, para el rosario y la Bendición del Santísimo Sacramento en honor a la fiesta de la Inmaculada Concepción.

María se apareció y la llamó, pero mientras Jacqueline deliberaba si acudir o no a su encuentro, volviéndose hacia la Hna. Saint-Léon para obtener su permiso, asumiendo que ella también podía ver la aparición, la campana sonó para la Bendición, y cuando ella volvió a mirarla, la aparición se había desvanecido. Pero cuando el Santísimo Sacramento había vuelto al tabernáculo, María se apareció nuevamente.

Al día siguiente, el martes 9 de Diciembre…

A la una de la tarde, las cuatro niñas se reunieron en la iglesia, y por lo tanto se estableció el esquema general para los eventos de la semana. Ellas se arrodillaron junto al altar de la Virgen y comenzaron a rezar el Ave María, cuando repentinamente una esfera dorada brillante, de aproximadamente tres pies de ancho, provino de la pared y se desplegó como una cortina rectangular de luz plateada, sobre la cual la gruta rocosa sobresalió en relieve.

Los largos y dorados cabellos de María, que tanto habían impresionado a las niñas el primer día, estaban en ese momento escondidos bajo su velo. El ángel estaba arrodillado del otro lado, aunque las palabras escritas sobre las rocas habían cambiado. Ahora decían: «Je suis I’Immaculeé Conception», (Yo soy la Inmaculada Concepción). Nuevamente, se les presentaron importantes palabras de una aparición mariana previa, esta vez la de Lourdes.

Las niñas también pudieron ver partes de una palabra escrita en letras doradas sobre el pecho de María

«Ma… cat», pero no comprendían lo que ellas significaban; sus manos tapaban la parte del medio de lo que sería revelado después como, «Magnificat», el nombre tradicional dado al cántico de alabanza de María expresado durante la Visitación a Isabel, (Lc 1,46-55) que tuvo lugar poco después de la Anunciación.

La Sra. Trinson, quien era propietaria de una tienda de zapatos de la ciudad, se juntó luego con las niñas. La Virgen María, con una expresión seria, mostró a las niñas la cruz dorada de su rosario, y les pidió que la besaran. Jacqueline y Nicole se levantaron para hacer esto, y la Sra. Trinson se sorprendió al ver a Jacqueline repetir su hazaña del día anterior, levantando a las dos niñas más pequeñas como si fueran muñecas, tan livianas como una pluma, a fin de que ellas también pudieran besar la cruz dorada. El metal era frío a sus labios y las niñas pudieron percibir en la Virgen María una sensación de pesar.

La Virgen hizo luego una hermosa, pero muy lenta, señal de la cruz.

Le llevó dos minutos completarla, y las niñas imitaron sus movimientos; la Sra. Trinson observaba todo con gran asombro. Al término de eso, María manifestó a las niñas que les comunicaría un secreto que podrían revelar en tres días, y con gran énfasis mencionó: «Recen por Francia, que en estos días se encuentra en gran peligro». Luego, Ella pidió que el sacerdote acudiera a ese lugar a las dos de la tarde, con las niñas y una multitud, de tal modo a que todos pudieran rezar. Ella también pidió una gruta, y que su imagen y la del ángel estuvieran colocadas en ella, prometiendo bendecirles cuando así lo hicieran. Luego de eso, la aparición se desvaneció.

Fray Ségelle, no obstante, rehusó ir a las dos, y por lo tanto Jacqueline, Jeanette y Laura, con aproximadamente otros veinte niños, y treinta adultos, se reunieron en la iglesia. Luego de que hubieran rezado diez Ave Marías, la Virgen y el ángel se aparecieron como antes, proviniendo de un círculo dorado. Ella pidió himnos y oraciones, antes de decirles que volvieran cada día a la una de la tarde, hasta que todo hubiera terminado. A las cinco y treinta, Fray Ségelle informó al arzobispo acerca de los eventos del día. Ese mismo día, para sorpresa general, los comunistas decidieron cancelar su huelga general.

En el tercer día, el miércoles 10 de Diciembre…

Ciento cincuenta personas esperaron en la iglesia a la siguiente aparición de María. De pronto, la Virgen se hizo presente, y de nuevo solicitó una versión cantada del Ave María, antes de pedir a las niñas que le besaran la mano. La multitud, al igual que la Sra. Trinson, se sorprendió al ver a la frágil Jacqueline repetir su hazaña de levantar a las dos niñas más pequeñas.

Curación milagrosa de la vista:

La madre de Jacqueline le dijo a su hija que pidiera un milagro de tal modo a que todos pudieran creer, a lo cual María respondió: «No he venido aquí a hacer milagros, sino a decirles que recen por Francia. No obstante, mañana tú verás claramente y no necesitarás más usar anteojos.»

Luego, María dijo a las niñas que les iba a contar un secreto, y que debían prometer no revelarlo. Ellas accedieron a esto, y, luego del secreto, la Virgen les pidió que regresaran al día siguiente a la misma hora, antes de desaparecer en la esfera dorada. Esta aparición había durado aproximadamente un cuarto de hora. Como en el caso de otras apariciones auténticas, las niñas no pudieron ser persuadidas, de ninguna manera, a revelar el secreto.

Naturalmente, la gente deseaba saber cuál había sido la respuesta al pedido de un milagro, y las niñas comentaron que María había dicho que a partir del día siguiente, Jacqueline vería claramente y no necesitaría usar anteojos. A las cinco de la tarde, Fray Ségelle entrevistó a Jacqueline, y menospreció la idea de que sus ojos, que realmente se encontraban en una condición terrible, pudieran mejorar de un día para otro.

Los padres de Jacqueline se encontraban en un dilema; ellos eran católicos no practicantes y su padre estaba enfadado por ciertos comentarios con respecto a su hija. Pero la transparente sinceridad de su hija mayor lo había impactado profundamente. Tendrían que esperar y ver lo que ocurría a la mañana siguiente.

Cuarto día: Jueves 11 de diciembre.

Cuando Jacqueline se despertó, pudo abrir los ojos sin ninguna dificultad y tenía una visión normal. Llamó a sus padres con gozo, quienes se sobrecogieron de alegría al ver que los ojos de su hija fueron curados tan milagrosamente. Su padre acudió rápidamente a buscar al Fray Ségelle, quien exclamó al ver a Jacqueline: «¡Entonces es verdad que Ella ha descendido y ha estado entre nosotros!» El padre contactó inmediatamente con el arzobispo y se le pidió que estuviera presente en la siguiente aparición.

Hacia la una de la tarde la difusión de este milagro había garantizado una iglesia repleta. La Virgen María apareció y pidió que cantaran el Ave María, entonces preguntó: «¿Rezan por los pecadores?» Ellas respondieron que sí lo hacían, y les pidió que rezaran todos juntos diez Ave Marías, pero ella solamente rezaba la primera parte de cada oración, el mensaje del ángel Gabriel, y no la segunda parte.

Jacqueline le pidió que sanara a la gente por quien las niñas habían pedido, a lo cual la Virgen respondió que ella prometía que habría «felicidad en las familias.» Antes de irse la Virgen preguntó de nuevo acerca de la gruta. Después de esto, las niñas fueron cuestionadas por separado en la sacristía.

El quinto día: el viernes 12 de Diciembre.

Trescientas personas se encontraban en la iglesia para el encuentro de la una de la tarde. Cuando María apareció, las niñas pudieron ver algo nuevo: la Señora llevaba puesta una «corona» hecha de doce rayos brillantes, cada uno de aproximadamente un pie de largo, dos azules y angostos en el centro y cinco más anchos a cada lado, de color rojo, amarillo, verde, rosado y rojo-marrón.

Esta vez, la Virgen tenía las manos colocadas más abajo, por lo tanto se podía leer la palabra «Magnificat.» Las niñas pensaban que la corona se asemejaba a un arco iris. Luego, Ella les pidió que cantaran el Ave María, antes de pedirles que rezaran, como en el día anterior, diez Ave Marías. Luego de esto, ella dijo: «¿Rezan por los pecadores?» a lo cual respondieron «Sí, Señora», y luego ella continuó: «Bien, sobre todo recen mucho por los pecadores.» Jacqueline le pidió un milagro, pero María repitió su afirmación previa de que Ella no había venido para hacer milagros, sino para pedir oraciones por Francia. Luego de rezar otra decena del rosario, desapareció y de nuevo se les hizo preguntas a las niñas acerca de lo que habían visto y oído.

El sexto día: el sábado 13 de diciembre.

Quinientas personas se encontraban en la iglesia a la una de la tarde, cuando la Virgen se apareció de nuevo, pero esta vez sin la corona. María pidió nuevamente oraciones, invocaciones e himnos, mientras Jacqueline repetía su pedido de un milagro, para escuchar la respuesta, «Más adelante». Luego, después de más oraciones e invocaciones, la Virgen les dijo que Ella se aparecería al día siguiente por última vez. De nuevo, las niñas fueron interrogadas posteriormente.

Séptimo y último día de las apariciones: el domingo 14 de diciembre.

L’lle Bouchard estaba repleta de peregrinos y en la iglesia de St. Gilles, una multitud de la rebasaba, habiendo aún más personas en su exterior. Mientras esperaban a las niñas, la gente rezaba el rosario – muchos no habían rezado en años.

Una vez más, María y el ángel visitaron a las niñas en una aparición que duró aproximadamente media hora. De nuevo la Virgen pidió oraciones e himnos, luego de los cuales Jacqueline leyó algunos mensajes que se le había dado, incluyendo uno de la Hna. Marie que decía: «¿qué debemos hacer para consolar a nuestro Señor por el sufrimiento que los pecadores le producen?» La respuesta fue: «Recen y hagan sacrificios.» Luego de más oraciones e invocaciones, María pidió que la gente cantara el Magnificat, y Fray Ségelle les hizo participar a todos en esto. Luego, Ella volvió a enfatizar la necesidad de rezar por los pecadores.

El rayo de luz milagrosa.

Dándose cuenta de que la aparición pronto se terminaría, Jacqueline le pidió a la Virgen que diera alguna prueba de su presencia, a lo cual María respondió con una sonrisa: «Antes de partir, enviaré un rayo brillante de luz solar.» Luego, comenzó a bendecir a la multitud. En ese momento un misterioso rayo de luz solar penetró a través de la ventana suroeste del coro, iluminando el punto preciso de la aparición.

El rayo creció en intensidad cubriendo un área mayor y forzando a aquellos que se encontraban cerca del altar de la Virgen a cubrirse los ojos. Los afectados también mencionaron el calor de este rayo. Las niñas estaban de espaldas a la luz, pero los afectados estaban colocados de tal forma en que podían ver sus rostros, y las flores que sostenían, se veían iluminadas suavemente por centelleos y luces de colores, como si se hubieran producido por una reflexión proveniente del interior de la gruta.

Este rayo de luz solar era inexplicable en términos naturales

Ya que la luz solar normal no se expande como un abanico a partir de un único punto -para que esto ocurriera, el sol hubiera tenido que estar situado virtualmente fuera de la ventana. Así mismo, pruebas posteriores demostrarían que era físicamente imposible que un rayo normal de luz solar hubiera iluminado esa parte de la iglesia en el día invernal en cuestión, y por lo tanto nos encontramos en presencia de un milagro.

Al terminar el fenómeno, Fray Ségelle dio a los presentes, varios de los cuales se encontraban llorando, la Bendición con el Santísimo Sacramento, y una vez más las niñas fueron minuciosamente examinadas. Ellas afrontaron muchos más cuestionamientos durante los meses siguientes por parte de los curiosos, y muchas otras pruebas hasta que tuvo que intervenir la policía, pero ellas permanecieron fieles a su testimonio.

Reconocimiento eclesiástico.

El obispo autorizó la construcción de una gruta, luego del pedido de la Virgen, y también permitió peregrinaciones a la iglesia. El culto de Notre-Dame de la Prière, «Nuestra Señora de la Oración», ha sido reconocido, y dicho reconocimiento fue reafirmado en Noviembre de 1988 por Monseñor Honoré, arzobispo de Tours, en una carta publicada en el boletín de la parroquia de L’lle Bouchard.

Varias investigaciones eclesiásticas se realizaron con respecto a las apariciones, siendo la más importante la del Vicario General de la diócesis, Monseñor Fiot.

Sucesivos arzobispos de Tours han permitido la habilitación de una gruta, la colocación de ciertas imágenes de María y el ángel en la iglesia de San Gilles, y la autorización de las crecientes peregrinaciones a L’lle Bouchard. Asimismo, el teólogo francés Fray Vernet, publicó un extenso estudio favorable a las apariciones en 1992.

Lamentablemente, luego de retirarse Fray Ségelle, hasta la primavera de 1998, una serie de sacerdotes que no favorecían a las apariciones estuvieron a cargo de la parroquia, y esto retrasó la aprobación oficial.

Decreto de aprobación de su obispo

(Traducido del original francés por el Padre Jordi Rivero.)

El 8 de diciembre del 2001 el Arzobispo de Tours, André Vingt-Trois, dio su aprobación oficial a las apariciones.

Desde 1947 numerosos católicos vienen en peregrinación a la iglesia parroquial de San Gilles, at L´Ile-Bouchard, para venerar a la Virgen María. Estas peregrinaciones han dado numerosos frutos de gracia. Sin jamás caer en el sensacionalismo, desarrollan un espíritu de oración y fortalecen la fe de los peregrinos.

Después de haber cuidadosamente estudiado los eventos, y tomado consejo con personas competentes, autorizo estos peregrinajes y el culto público celebrado en la Iglesia de St. Gilles of I´Ile-Bouchard, para invocar a Nuestra Señora de la Oración, bajo la responsabilidad pastoral del sacerdote legítimo de esa parroquia.

Dado en Tour, 8 de diciembre 2001
En la Fiesta de la Inmaculada Concepción

+André Vingt-Trois
Arzobispo de Tours

Fuente: https://es.catholic.net/

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