La vida cristiana inserta en el mundo y en la historia, está abocada a conjugar intrínsecamente la dimensión religiosa con la dimensión social, dado que no se puede comprender la una sin la otra, de ser así nos encontramos simplemente con un hombre y una mujer arrojados en el mundo como seres sociales, sin hambre y sed de trascendencia o por el contrario, con personas que han puesto su mirada y su corazón en el cielo desconociendo por completo las realidades materiales que los circunda.
De frente a Dios, Jesús nos enseña a vivir el valor de la modestia, en contraposición a la vanagloria (Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas la verdad….), nos enseña a vivir el valor de la prudencia (comprendiendo su mala voluntad….) y finalmente el Señor, nos enseña a obrar en coherencia con lo que somos y profesamos.
De cara a la sociedad, Jesús nos invita a vivir el valor de la honestidad
A ser buenos ciudadanos, cumplidores de la ley y de las obligaciones; insertos como estamos en un estado social de derecho, es nuestra responsabilidad ser protagonistas en las decisiones que afectan al pueblo en general, es nuestro deber levantar nuestra voz y no las armas para denunciar ante el mundo la corrupción, la injusticia y la desigualdad, que aniquila la dignidad humana y el desarrollo de los pueblos. Con base en lo anterior, es importante que motivados por el evangelio de hoy al igual que por las palabras de San Pablo cuando dice: “permaneced en la fe, esforzaos por vivir en el amor y perseverad en la esperanza”, podamos ser ante el mundo proyección del mismo Cristo, el Hijo de Dios y el Ciudadano perfecto.
“En las sociedades donde no hay caridad, reina el egoísmo”.
(P.Matovelle. Fundador de Oblatos)
Fuente: Oblatividad No 13. Octubre 19 de 2008. Publicación de la Congregación de Misioneros Oblatos de los corazones santísimos de Jesús y María.
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