Es importante detenernos en uno de los enunciados de la Constitución Dogmática del Concilio Vaticano II, llamada DEI VERBUM – DV (Verbo de Dios), con el fin de centrar nuestra catequesis sobre la importancia de la Palabra de Dios en nuestra vida litúrgica y cotidiana.
Dice la Constitución: “Es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual” (DV 21)
Lo expresado anteriormente, nos debe hacer pensar en que efectivamente la Palabra del Señor es un banquete de vida para todos los creyentes, pues al nutrirnos con la Palabra, nos estamos nutriendo del mismo Jesucristo y por esta razón, insistimos en la necesidad de llegar temprano a la Eucaristía para que los fieles no dejen de alimentarse de este manjar exquisito que da luz al entendimiento y discernimiento al espíritu, para enfrentar la vida con inteligencia y determinación.
La Eucaristía no está compuesta de ritos de primera o de segunda, desde el canto de entrada hasta el canto de salida, todo es importante y forma parte del cuerpo de la celebración, por lo tanto no podemos acostumbrarnos a celebrar medias misas, pues recibiremos medias bendiciones.
No nos conformemos con la Palabra de Dios que recibimos en la Eucaristía, tratemos en lo posible de alimentarnos de ella todos los días, al amanecer y al anochecer, pues de lo contrario tendremos que escuchar a San Jerónimo cuando dice: “desconocer la Escritura es desconocer a Cristo”.
Fuente: Oblatividad No 4 Agosto 17 de 2008. Publicación de la Congregación de Misioneros Oblatos de los corazones santísimos de Jesús y María.
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