Señor, sólo soy un niño. En la sociedad, casi no nos tienen en cuenta a los niños. A veces, los adultos se sirven de nosotros para satisfacer su odios y sus ambiciones. Tú, en cambio, sí nos quisiste y nos tuviste en cuenta. Tanto que dijiste: “Quien no sea como los niños no entrará en el Reino de los cielos” (Mateo 18, 3).
Consérvame a mí y a todos los niños, en la alegría de ser pequeños hermanos tuyos. Que en nosotros, los niños, la gente sienta algo de tu bondad y de tu transparencia. Déjame ser instrumento humilde de tu amor en mi familia, con mis vecinos, en el centro donde me preparo para la vida. San Juan Pablo II nos llamó un día en Cali «Mis pequeños grandes misioneros».
Bendice a mis padres y todos los que me hacen bien. Protege con amor a todos los niños del mundo y mueve a los adultos a ayudarnos a ser personas, hijos de Dios y hermanos tuyos, de modo que un día, podamos también nosotros participar en hacer del nuestro un mundo hermoso y feliz para todos. Amén
Tomado del libro Oremos viviendo el amor y la misericordia de Dios No 3
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