Dar nuestro poco es atreverse, es quedarse sin nada para que todos tengan.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo cordial que lleva los mejores deseos de paz y bien para el fin de semana que estamos por iniciar. Que sean días de encuentro, de solidaridad y sobre todo de sentir que todos tenemos mucho, así ese mucho sea poco, para dar a los demás.
Desde el texto de san Juan (6, 1-15) podemos deducir que los milagros, que también son signos de la bondad, compasión, amor y generosidad de Dios, solo necesitan lo poco que podamos tener; con nuestro poco Dios hace el todo, lleva a plenitud nuestros dones y ofrendas; nuestro “poco” es el consentimiento que se hace generoso al decir que sí; el “poco” es el darle a Dios nuestro todo, lo único que tenemos, para que a nadie le falte nada; nuestro “poco” es apertura en confianza a Dios. Nuestro “poco” es atreverse, hablar, tocar, gritar y esperar. Es quedarse sin nada para darlo todo, arriesgarse; es dejar la poca seguridad que podamos tener para lanzarnos a la ventura de confiar en Dios.
Dios sabe nuestra hambre, conoce nuestra necesidad y quiere y toma la iniciativa y sabe qué hacer. Necesita los panes y los peces; nuestro poco que lo es todo. Necesita de una humanidad que como Él sea capaz de solidarizarse y de compartir. Una humanidad que reconozca el poco que tiene y lo ponga a disposición de una multitud que hambrienta quiere saciar su hambre física y espiritual.
También pasa que muchos no sabemos lo que tenemos, llevamos tantas cosas en la mochila, en la bolsa y las cuidamos con tal recelo que pensamos que siempre estamos necesitando aún sin saber que ya lo tenemos todo.
Hay que sentarse y escuchar a Jesús. Hay que volver sobre el discurso de la montaña y hay que estar examinando lo que llevamos para que en el momento de compartir lo hagamos con la libertad de quien es capaz, teniéndolo todo, de quedarse sin nada porque entiende y sabe que su todo es Dios.
En las peticiones que nos hace Dios no pongamos obstáculos. Hay especialistas en el no y hay especialistas en saber lo que hay para brindar soluciones. Presentemos a Jesús los panes y los peces. Ya Él sabrá sin bastan o faltan, lo nuestro es dar, servir, ayudar; de Dios es multiplicar, saciar, aliviarnos el equipaje y hacernos solidarios. Hay que mirar la multitud, hay que darse cuenta que lo que tenemos puede ayudar.
Llevemos a Jesús los dones, pongamos en las manos de Dios lo que tenemos y seamos ofrenda capaz de saciar el hambre, la sed, pero sobre todo la esperanza de los demás. Convenzamos a los que tienen de compartir, de poner al servicio de los demás lo propio.
Dios quiere nuestros panes y peces, quiere nuestro compromiso real.
Que el escuchar su palabra, que el seguirlo a todas partes, que el quedarnos con Él, cambie nuestra mentalidad egoísta, nos llene de confianza y nos haga verdaderos discípulos que sacien en Él y desde Él a la multitud con ese poco que nosotros tenemos pero que es nuestro todo.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd