Lo tuyo y lo mío es amar
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor y pongo bajo la protección de nuestra Madre del Carmelo, en cuya novena estamos, cada una de sus intenciones. Ella nos alcance bendición e interceda ante Jesús por nuestras necesidades.
Después del rechazo de Jesús en su tierra, ahora nos encontramos con el envío de sus discípulos. Ya es hora abrir caminos y de extender el anuncio de Reino (Cfr. Mc.6, 7-13) Jesús les da poder a los discípulos y los envía a situaciones difíciles: sitios desconocidos, lugares apartados y sin su compañía, con pocas cosas, solo las necesarias. Ir a casas a donde no se sabe si serán o no acogidos y que vayan a predicar el arrepentimiento y a expulsar demonios y ungir enfermos para sanarlos. Es esta la realidad de los inicios de la Iglesia, de la predicación. Se acompaña el anuncio con los signos que a la vez devuelven la dignidad y la salud de las personas.
Los discípulos irán a anunciar el Reino e invitarán a la conversión. Es importante que los oyentes abran el entendimiento y el corazón a una propuesta de Dios que habla justo del amor que libera, que sana y que fundamenta la vida no solo en las normas sino también en el valor real de cada persona.
Los discípulos, cuando son enviados, van con el poder de Jesús y con muy pocas cosas materiales que puedan hacer el camino pesado o lento. Van ligeros de equipaje, es decir, fiados en la bondad de Dios y con la certeza que será el mismo Dios el que les abrirá las puertas en cada uno de los lugares a donde lleguen.
Los discípulos han visto, han sentido y vivido con Jesús el ser despreciado. Han pasado la experiencia de no haber sido “creídos” y de haber sido cuestionados. Así como los de Nazaret “conocían” a Jesús estoy seguro que conocían a varios de los discípulos y por lo tanto los habían juzgado y descalificado, como lo hicieron con el maestro.
Ellos irán solos a muchos lugares, a ellos los acompañará la convicción que vale la pena cambiar y venir con Jesús al Reino. Ellos también serán primicia para muchos al sanar enfermos y expulsar demonios. Ellos están siendo enviados a hacer lo mismo que Jesús y a predicar el mensaje del Evangelio. Ellos y nosotros debemos evangelizar. Ellos lo hacen con el poder de Jesús, que es el mismo que hemos recibido, cada uno a su medida, en el momento del bautismo y que hoy, en la madurez de la vida nos mueve a que salgamos y prediquemos, con la palabra y el testimonio de vida, el Reino de Dios.
Un ser enamorado sana y libera, por eso lo tuyo y lo mío es amar para dar nueva vida, para sanar y para llenar de posibilidades lo que amamos.
Y si somos rechazados: sigamos adelante. Solo la fuerza del amor y la convicción de ser parte de un Reino de justicia y de paz nos harán levantar y seguir caminando sin resentimientos, sin historias, sin pasados trágicos: sacudidos el polvo de los pies saldremos en búsqueda de la oveja perdida, de la moneda que se perdió y del terreno a donde se ha escondido el tesoro. No es tiempo para quedarse en desprecios o resentimientos: es tiempo de caminar y de vivir y de anunciar el Reino de Dios, el arrepentimiento.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd