PARA EL FIN DE SEMANA: MARZO 3 DE 2016.
De regreso a la casa del Padre.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo, mi saludo cordial con los mejores deseos de paz y bien en el Señor Jesús que nos ama y que nos llama a la conversión para que volvamos a la casa de nuestro
Padre Dios en donde está el manjar preparado para la fiesta del regreso.
Nos dice el texto de san Lucas, 15, 1-1ss con el que nos encontraremos el próximo domingo, que Jesús recibe pecadores y come con ellos. Los fariseos y los escribas critican, pero en lugar de esto ellos tendrían que preguntarse el por qué Jesús lo hace.
Esto también nos pasa a muchos de nosotros: no trascendemos, nos vamos más allá de las propias críticas o comentarios, no queremos salir de lo que aprendimos, de la interpretación de las normas, de lo que pensamos. No preguntamos, solo nos dedicamos a condenar. Y Jesús entonces, a través de una parábola, nos enseña el porqué de su obrar.
Los pecadores somos hijos de Dios. El Padre que nos va permitiendo vivir con libertad y que respeta nuestras decisiones por dolorosas que resulten, al fin de cuentas Él nos enseña lo que debe ser nuestra vida, lo que espera, lo que anhela y sueña de nosotros y de la creación pero cada uno elige el camino que desea. Si lo quiere aparte de Dios, rebelándose al proyecto de justicia y felicidad y amor o si lo prefiere optando por amar, pero vacío el corazón de resentimientos o de ese amor quiere pasar facturas como le sucedió al hermano del hijo pródigo.
Independientemente de las decisiones que tomemos el Padre no cambia su amor, como tampoco ha cambiado su proyecto. Él más que nadie sabe de lo que hay en nuestro corazón y de las cosas buenas que podemos hacer, por eso también sabe esperar, por eso también atisba nuestro regreso a casa. Por eso el Padre es misericordioso, no quiere que alguno pierda. Acoge con amor, con bondad y sobre todo con alegría a quien ha tomado la decisión de regresar. “Hay alegría en el cielo por un pecador que se convierte” Estar lejos de casa, del corazón del Padre, de su amor, es correr el riesgo de morir en el camino, de conformarse con cualquier cosa que calme el hambre y las ansias de amor.
La misericordia llena de posibilidades la vida del pecador, hace que la persona que ha fallado recupere su dignidad y también hace una fiesta en el corazón cada vez que alguien se convierte, se arrepiente y regresa a la casa.
Y aunque estemos en la casa, la idea siempre será estar un poco más adentro, en el corazón del Padre para entenderlo, para no juzgarlo, para no condenarlo. Y es que quien ama al Padre no se desvincula del prójimo o de su hermano por más lejos que esté, por más pecador que sea. Quien ama realmente al Padre sabe esperar y también alegrarse porque quien estaba muerto ha vuelto a la vida, quien se había perdido ha regresado. Jesús ama al Padre, se alegra con la vuelta del pecador, con su conversión y arrepentimiento, Jesús habla, enseña y enamora del misterio del Padre que sigue esperando nuestro regreso o que al menos tomemos la decisión de entrar al banquete del Reino que ha sido preparado para todos y de manera especial para los pecadores que han entendido que lo único que basta y que se necesita es la casa, al Padre.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd