Cristo Rey.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que nos invita a disponernos de todo corazón para entrar en su Reino y desde ahí ser generadores de un mundo nuevo en el que la justicia se llene de amor y el amor de misericordia.
El próximo domingo estaremos celebrando la fiesta de Cristo Rey y también el final del año litúrgico. Jesús tiene un Reino al que somos todos invitados por el Padre, un Reino que es eterno.
Jesús es Rey porque es el Padre el que lo glorifica, es el Padre el que lo unge con su Espíritu, es el Padre el que le conforta y le anima y se le hace presente en la misión que tiene frente al mundo. No es rey por aclamación de un pueblo sino por la convicción de una misión, de un servicio que presta. Su realeza no termina en desprecios ni humillaciones ni siquiera en la muerte. Y es que su Reino no es de este mundo, es para el mundo y para que el mundo viva en la verdad. El Reino es para los que viven en la verdad y saben escuchar su voz, no para los que se creen los dueños de la verdad y desconocen el acontecer y la fidelidad de Dios en la historia; los que por defender verdades se cierran de tal manera que acaban diciendo mentiras y queriendo acabar con la esencia de la verdad.
Jesús vino a salvarnos, a mostrarnos la verdad del Padre, a invitarnos al amor, al perdón, al servicio, a la humildad, a la justicia, al reconocimiento de la dignidad de todas las personas para que su Reino se hiciera realidad en medio de un pueblo que estaba llamado a ser luz y testimonio de la verdad. El Reino de Jesús es el del Padre. Es el cielo, la eternidad, en donde terminan las divisiones, los odios y los rencores después de un proceso que se da con el mismo encuentro de Jesús el Salvador. Que la muerte no sea el tiempo de las decisiones; que sea ahora, en la vida que nosotros tomemos la decisión por el Reino, por Dios.
En Jesús somos reyes al servicio de Dios, es decir a los demás. La convicción profunda que somos amados y salvados, que hemos sido ungidos en el bautismo y recibido el Espíritu Santo nos dignifica de tal manera que tenemos que aprender a vivir como Jesús y a darlo todo como Él mismo lo dio.
Que Jesús sea nuestro Rey. Jesús está al servicio de un proyecto, de un plan de salvación y por eso nuestro Rey es alimento, es bebida, es vida eterna. Nuestro Rey reina desde el corazón de cada persona que sueña con la verdad y que ama porque se sabe amado y hecho para el amor.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd