PARA EL FIN DE SEMANA SEPTIEMBRE 29 DE 2016.
Las cosas de Dios solo se entienden desde Dios.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de la Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor. Pido a Dios para cada uno, la posibilidad de vivir el fin de semana que se acerca en fe, es decir, en entrega y servicio; que todos podamos experimentar que en el darnos y en el servir a los demás está parte de la alegría y de entendernos como cristianos y como hijos de Dios. Que Cristo vuelva a ser el centro desde el cual todo se hace posible y de manera especial desde el que amemos como Él nos amó.
Esto de seguir al Señor, de caminar con Él, de ser su discípulo, no solo es una determinación a un cambio de vida en cuanto implica que una nueva mentalidad y un nuevo corazón; un nacimiento del agua y del Espíritu, sino que también es cuestión de fe. Hay cosas de Dios que solo se entienden desde Dios; hay cosas que estamos llamados a hacer por los demás que solo se pueden hacer desde la convicción profunda de estar amando a Dios en los otros porque Él habita en cada uno de ellos de la misma manera que en nosotros, y hay cosas del alma, del corazón, que solo Dios puede entender y nos puede regalar las fuerzas que necesitamos para salir adelante.
Y es que la fe mueve, la fe transforma, la fe tiene nombre: Jesús. Él es la razón de ser de lo que hacemos y estamos llamados a hacer; Él es el amor que se convierte en motor primero de nuestros actos de bondad. La fe es Jesús y es Dios quien nos conduce a Él. Nadie puede venir a mí, dice Jesús, si el Padre no lo atrae. La Fe nos cambia la vida porque nos cambia la mirada y el corazón. La fe nos llena de certezas, de saber que estamos en Dios y que en Él nos movemos y existimos; la fe nos permite pensar en la eternidad y la fe mueve toda nuestra esperanza. La fe, aunque sea pequeña va de la mano del amor, permite estar alegres en todo tiempo y circunstancia y además llena de paz el corazón que herido quiere escapar o morir de desencantos. Por eso es de fe perdonar, es de fe resucitar, es de fe tener a Jesús en el centro de nuestras obras.
Solo por fe podemos entender la misión que tenemos; solo por fe nos dedicamos a hacer las cosas que Dios nos pide, a hacer su voluntad; solo por fe entendemos que en darse está la razón de ser nuestra vida y que lo que parece extraordinario en la relación de amor, de entrega o de servicio a los demás no es sino la expresión de una misión que tenemos. Amar siempre y amar es servir y amar es la sal que le da sabor a la fe y a la esperanza.
Pidamos al Señor fe para que podamos entender lo esencial de nuestra vida. Nacimos para el mundo, para los demás. Por eso el gran pecado es el egoísmo, el no reconocer la dignidad y lo sagrado del otro que es presencia de Dios, nacimos para amar, para hacer de este mundo un lugar de encuentro y de paz. Nuestro dar, servir y amar espero que nazcan desde una experiencia de Dios que se entrega en cada uno y en cada persona existe para sanarla, para estarse en ella y para enviarla a predicar el cambio y la conversión a que nos alegremos por ser eternamente amados.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd