Domingo de Ramos
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor. Que esta semana santa, que iniciamos con el domingo de Ramos, nos lleve a vivir con intensidad el misterio de la muerte al pecado y a plenitud la alegría de nacer con Cristo resucitado a la vida nueva.
Dos momentos importantes en la liturgia de este día.
Un primer momento es el de la entrada de Jesús a Jerusalén, entrada triunfante en el que la multitud le aclama como Rey y hacen de su entrada a Jerusalén un momento digno, cargado de sentimientos y de esperanza. Entra el Rey, el libertador. Jesús sabe que su entrada a la ciudad santa será el acto por el cual todo llegará a su fin para el bien de la humanidad.
En el segundo momento nos encontramos con el texto de la pasión y muerte del Señor según el evangelista san Lucas (22,14-23,56). Un relato cargado de dolor; una historia vivida con intensidad y plena de amor. Jesús sufre, minuto a minuto vive su muerte y renueva su entrega por la humanidad.
La multitud que un día le aclamó al otro pide la condenación, la muerte.
Jesús sufre y llora en el monte de los olivos antes de comenzar el calvario de su condenación.
Y es consolado por el Padre, ha llegado la hora de ser glorificado, Dios no lo abandona, le da las fuerzas para que su misión llegue hasta el fin, hasta donde sea necesario. En la pasión Jesús mira con amor y perdona a los que le condenan, están confundidos, manejados por la autoridad judía; obran por miedo.
Jesús, mientras es juzgado, calladamente oye cantar el gallo en las negaciones de Pedro, luego camina y consuela a las que lloran y en la cruz misma pide para los que no saben lo que hacen, y da la eternidad, el paraíso, al ladrón que se arrepiente. Jesús vive un momento de oscuridad, de soledad y de crisis antes de morir. Un grito de esperanza llena el dolor de paz.
En tus manos encomiendo mi Espíritu, sabe quién le espera después de todo esto que ha vivido por amor.
En la Pasión podemos descubrir que Dios camina con nosotros, la historia de Dios se confunde con la nuestra. Poco a poco se ha ido escribiendo la historia del que niega conocerlo, del que le traiciona, de los amigos que se unen para obrar el mal. Amigos como Herodes y Pilato que hacen alianza con el mal; los que ayudan a cargar la cruz, los que lloran la pérdida de sus seres queridos. La historia de amores fieles como el de María su madre, la de Juan el discípulos, tantas mujeres que caminaron con él y grandes personajes que en el anonimato fueron sus discípulos.
Unámonos con fe a la pasión del Señor y descubramos los pasos del Señor que camina con nosotros.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: http://ow.ly/KDgs50Fe8gz
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