PARA ESTA SEMANA ABRIL 15 DE 2018
“Soy yo en persona”
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor Jesús que vivo y presente en medio de nosotros nos invita a salir y a proclamar en su nombre la conversión para el perdón de los pecados.
En la liturgia de este tercer domingo de Pascua descubrimos que al que ama a Dios no le queda complicado “guardar” o cumplir sus mandamientos porque entiende que están hechos para el bien, para alcanzar la paz y la libertad. El que ama jamás se siente condicionado por quien le ama porque sabe que, en la renuncia, en la apertura y en la entrega está la mayor felicidad. La manera que nosotros tenemos de “mostrar” al mundo el amor que tenemos a Dios es precisamente haciendo lo que Él nos pide y de manera muy especial lo que nos pide en su Hijo que es que “nos amemos los unos a los otros como Jesús nos ha amado”.
Es desde el amor a Dios entonces que nosotros amamos con libertad, entendemos la realidad de los demás y los acogemos desde el corazón con misericordia y respeto.
Hombres y mujeres llenos de Dios, enamorados de Dios y dando testimonio de Él en el mundo a través del amor con el que aman y acogen a los demás, son las personas que Jesús necesita para que el anuncio continúe, la buena noticia se proclame y la invitación a la conversión para el perdón de los pecados se haga con mayor insistencia. La insistencia por salir, a dejar los miedos, a entender que Jesús sigue vivo y que el proyecto va adelante es importante.
La comunidad tiene que configurarse con la certeza de la resurrección, tiene que llenarse de esperanza al saber que Jesús está con ellos y tiene que fortalecerse con el Espíritu Santo que reciben para la misión. Ya ha pasado el dolor, ahora nos toca mostrar al mundo que el Evangelio toca corazones, transforma vidas y que el amor que nace del encuentro con Jesús nos hace amantes y al mundo lo hace capaz de un cambio radical en el que la diferencia se vive en paz y se asume desde la experiencia de Dios que es bueno con todos, que a todos ama y que de todos espera los mejores frutos.
Al mundo le hace falta Dios, al mundo le hace falta amar desde Dios, al mundo le hace falta convertirse y tomar la decisión de vivir sin pecado.
Por eso al mundo hay que predicarle el Evangelio, hay que enamorarlo de Dios, hay que llenarlo de esperanza y de fuerza y hay que hacerlo capaz, desde Jesús, de romper el espiral del odio, de la venganza, de la violencia. Al mundo le hace falta de nuevo encontrarse con Jesús, tocarlo, escucharlo; sentarse con Jesús, alimentarse de la Eucaristía y trabajar juntos por proyectos de vida y de resurrección es por todo esto que los cristianos no podemos seguir encerrados, con miedos o sintiendo que nada puede cambiar el mundo. Vamos adelante, salgamos que Jesús nos acompaña y sigue partiendo para nosotros el pan.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: http://ow.ly/tgtP30moXv0