Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo y los mejores deseos de paz y bien en el Señor.
Este domingo, de Ramos, iniciamos la Semana Santa y con gran alegría, como muchos habitantes de Jerusalén, salimos al encuentro de Jesús que llega a nuestras vidas y ciudad. Lo recibimos llenos de esperanza. También nosotros lo proclamamos como Rey y sabemos que Él nos libera. Y nuestro proclamar se convierte en la súplica de que Él sea el que dirija nuestra vida, nos llene de fortaleza y en su reinar desde nuestro corazón todas nuestras obras sean expresión del amor que llevamos en el corazón. Hoy salimos con todo lo que somos y lo que soñamos, con nuestras grandezas y limitaciones y nos disponemos desde el corazón para acompañar a Jesús que revelará su verdad ante las autoridades religiosas y civiles y nos mostrará el amor con el que Dios nos ama que es extremo, sanador y redentor.
También la liturgia de la Palabra nos presenta el texto de la pasión de san Mateo (26, 14-27,66) Pasión que sirve de introducción, a los que escuchamos con fe, a los grandes misterios de un amor que iremos viviendo durante el triduo Pascual. Después de ser aclamado por el pueblo como rey Jesús, se despedirá de los suyos en la cena Pascual, les dará el mandamiento del amor que regirá sus vidas e instituye para siempre la Eucaristía, el sacerdocio ministerial y la humildad como capacidad de servicio y entrega.
Terminada la cena nos invitará a orar y permitirá que las cosas sucedan para el bien.
Se abandona en una oración profunda y llena de dolor en el monte y allí, cuando se ha propuesto asumir las consecuencias de lo que ha sido su vida y predicación, es tomado preso; se experimenta de cerca el beso del traidor y el dolor de haber sido vendido por uno de los suyos.
Viviremos de cerca la pasión y la muerte. Dejaremos en la cruz nuestros pecados para que muertos en Cristo sean sepultados con Él y así nos dispondremos para que en el sepulcro seamos purificados y transformados de tal manera que, en el tiempo de Dios, resucitemos en Cristo. Él nos ha hecho hombres nuevos, ha restaurado nuestra condición dañada por el pecado y nos ha acercado a la eternidad habiendo resucitado con Él.
Vivamos con amor los misterios del amor, muramos y resucitemos con Cristo y vayamos de la mano de Señor y la eternidad.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
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