Jesús se ha hecho caminante y ha disipado las dudas y quitado miedo.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Los saludo y les deseo una semana colmada de bendiciones. Que los días que llegan sean para tomar conciencia de la presencia de Jesús entre nosotros que muchas veces andamos desconcertados por la vida. Que la Palabra de Dios, que las enseñanzas del Evangelio, que la Eucaristía, sigan siendo lugares de encuentro en los cuales Jesús nos abra el entendimiento y nos llene de fuerza para regresar a la esperanza y así vivir en fe cada uno de los acontecimientos que la vida nos presenta.
Pido a Dios que en el pan que el Señor parte para cada uno descubramos su presencia y arda de nuevo nuestro corazón en la alegría de tener la certeza que Jesús ha resucitado.
El texto del Evangelio de este domingo (Lc. 24, 13-35) es el reflejo de lo que la comunidad apostólica está viviendo después de la muerte de Jesús. Discípulos desconcertados que van de camino a Emaús y además llenos de tristeza por lo que pasó con aquel en quien habían puesto su esperanza, del que esperaban fuera del liberador de Israel.
Otros discípulos llenos de miedo, encerrados por temor a los judíos, otros con dudas porque no quieren creer a las mujeres que han dicho que han visto al Señor ni tampoco creyeron a Pedro y Juan que encontraron el sepulcro vacío. Jesús ha resucitado y las pruebas lo van confirmando. Ángeles se han aparecido diciendo que está vivo, el sepulcro está vacío; Jesús se ha hecho visible en el camino disipando miedos y dudas. Algunas lo han tocado y no tienen razones para dudarlo.
El primer día de la semana es desconcertante. Y Jesús aparece.
La comunidad de Jesús va entrando en la dinámica de lo que significa el cumplimiento de las promesas de Dios. El maestro les había hablado de todo esto, de lo que iba a suceder y de cómo iban a terminar las cosas: todo iba a ser vida, resurrección, alegría. La muerte no era el final sino un comienzo, de la muerte vendría la vida, del aparente fracaso nacería el proyecto, de la sangre surgiría la redención. Todo había cambiado y eso debían entenderlo los discípulos. La resurrección sería la fuerza del anuncio. Había que salir, dejar los miedos, recibir el don del Espíritu y trabajar por el Reino. Dios sigue adelante y lo hace con sus discípulos, con nosotros. Es tiempo de resucitar con Jesús, de fortalecerse y de dar testimonio. Es verdad que El Señor ha resucitado.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
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