PARA ESTA SEMANA ABRIL 28 DE 2014
Pascua no es para ver o para tocar, es para creer.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Una semana de bendiciones y de alegría.
Hoy les cuento que me han dicho que Jesús está vivo, lo han visto, han comido con él, ha cambiado la vida de muchas personas. Jesús está vivo y ha explicado las Escrituras; le ha dicho a los suyos que recuerden lo hablado en vida, mientras predicaba.
Jesús está vivo y se ha aparecido y con su “aparecer” y acontecer en la historia ha llenado no solo de alegría a los discípulos sino que también los ha llenado de paz y de fuerza y de Espíritu Santo. Y esto lo ha hecho para que ellos salgan y nos cuenten a nosotros que Pascua es fuerza, poder, alegría. ¡Victoria de Dios! En un mundo de muerte, de venganza, de odios. Y es que esta Pascua nos mostró hasta dónde puede llegar el ser humano cuando se pone en contra de otro, cuando cierra su entender y se pone terco o cuando carece del suficiente discernimiento permitiendo que otros decidan por él. Pascua puso al descubierto la maldad y desamor pero también evidenció el amor, la misericordia y la ternura de un Dios diferente.
Y yo también se los cuento porque Pascua no es de ver, ni en Pascua hay que tocar: Ahora hay que creer, volver al corazón, sentirse nuevo y comenzar, salir, vencer y anunciar en el nombre de Jesús la salvación y el perdón de los pecados.
Pascua es para reanimarnos. Para dejar la pasividad frente al compromiso que tenemos como cristianos.
Esto no es de dudar, de tocar, de ver. El cristianismo no es de apariciones. Es de fe, de creer sin necesidad de ver. Y es que la certeza la llevamos en la vida; la certeza es el sello con el que nos marcaron el día del bautismo. La certeza es el Espíritu que se nos ha dado y la misericordia y compasión que Dios nos ha tenido al redimirnos en la sangre de Jesús.
De hecho en la oración colecta de este segundo domingo de Pascua se nos invita a pedirle a Dios que podamos comprender mejor el sentido del bautismo que nos ha purificado, del Espíritu que nos ha reengendrado y de la Sangre que nos ha redimido.
Y es que la Pascua va mucho más allá de un recuerdo; la Pascua marca nuestra vida.
Dios se la jugó del todo por nuestra salvación pero no solo para salvarnos sino que también a través de nosotros la obra continuara. Por eso el que la humanidad entera conozca a Jesús, que se convierta y vuelva a Dios; que todos podamos vivir en armonía fundados en el sentimiento del amor, debe ser nuestra principal opción. Pero hay que caer en cuenta, hay que tomar conciencia de las tres realidades que nos plantea la oración de este día:
Hemos sido purificados por el bautismo, reengendrados por el bautismo y redimidos por la sangre. Hay que volver a lo que somos, a lo que ha sucedido, a lo que Dios ha hecho.
Tenemos que salir de nuestro conformismo, de nuestras incapacidades y miedos.
Tenemos que salir de los pretextos que tanto nos debilitan: No puedo, no soy capaz, yo soy así. Hay que tener memoria de cristianos, tenemos que acordarnos en los momentos difíciles o de tentación lo que ha sucedido. No somos los mismos desde que optamos por Cristo.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd
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