Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo.
Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien. Seguimos en este camino de la Pascua. El acontecer de Dios en nuestras vidas que nos llena de alegría porque la muerte ha sido vencida en la resurrección y el Espíritu Santo se derrama en cada uno para llenarnos de fuerzas y hacernos capaces de abrir las puertas para que salgamos a predicar, para llevar la buena noticia y para dar la paz que tanto necesita el mundo.
Paz que nace de la experiencia del encuentro con Jesús resucitado.
La paz fruto de la Pascua y consecuencia del perdón que en la cruz se hace súplica al Padre Dios porque la inconsciencia del ser humano, que por ambiciones, terquedades, miedos, celos… lo lleva a obrar el mal que es lo contrario al proyecto de amor de Dios.
Hoy, segundo domingo de la Pascua, es conocido como el domingo de la misericordia
Jesús aparece al centro del lugar en el que están sus discípulos. Y no hay reclamos por lo que pasó días antes. Jesús les saluda con la paz. Todo está cumplido y ahora los discípulos deben entender que la tarea continúa, que el anuncio del Evangelio y del Reino debe ir adelante, que el proyecto de amor de Dios camina y que todo, desde la resurrección, tiene el rostro de cada uno de los discípulos, que inspirados por Dios, fortalecidos por el Espíritu Santo y de la mano de Jesús, deben hacer de la salvación una realidad.
El perdón, a acogida, la misericordia, el amor…serán banderas pero lo que les llevará a salir, a dejar los miedos, será la certeza de saber y entender que el Señor ha resucitado, que el Padre con la resurrección de su hijo ha mostrado la fidelidad del amor.
Jesús se aparece a sus discípulos y no es un fantasma
El mismo que murió es el mismo que ha resucitado. Ahora tiene otra manera de presentarse pero se les hace visible para que viendo crean y las nuevas generaciones, sin ver, también crean en que Jesús ha resucitado y en su nueva vida de cielo nos sigue amando con el amor de siempre. El amor que restaura, que ánima y que impulsa. La resurrección llena de alegría, de certezas e impulsa a seguir dejando todo por el Señor que acompaña nuestro caminar. La resurrección trae como don de Dios el Espíritu Santo que nos dará las herramientas que necesitamos para dar testimonio de la fe. Con la certeza de la resurrección se “sale” a predicar, a perdonar, a restaurar. Salimos a amar lo que el Señor ama: la humanidad.
Vayamos a dar testimonio, hemos creído por la predicación de los apóstoles; hemos en ellos, visto al Señor, lo hemos palpado y hemos conocido el amor. A Jesús se le vive en la experiencia de la fe, se le siente en el corazón y se le ama en el prójimo. Que su misericordia nos siga restaurando.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: P. Jaime Palacio
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