No hay razones para tener miedo.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo especial y la invitación para que en esta semana vivamos con la certeza en el corazón que podremos caminar “sobre las aguas” llenar la vida de esperanza y dejar que Jesús calme la tempestad por la que podemos estar pasando.
Pedro en su corazón sabía que con Jesús nada era imposible, “si eres tú mándame a ir caminando sobre las aguas”. Nos pasa lo de Pedro: tan amigos de retos al Señor, tan de propuestas de fe para él, tantos miedos que queremos quitar y dudas por resolver y a la hora de la verdad, cuando el Señor nos toma en serio las propuestas, cuando quiere aclararnos las dudas, cuando quiere sacarnos de nuestra zona de seguridad, cuando nos dice “tú puedes, ven hasta mí, camina”; justo ahí, justo cuando la fe quiere obrar, justo cuando tenemos de frente al Señor que nos reta, entonces dudamos, nos hundimos. Dejamos de caminar hacia Jesús porque nos volvemos hacia nosotros y las propias inseguridades. Somos más amigos nosotros de promesas, que Dios de retos. Su propuesta siempre ha sido clara, nuestras inseguridades no nos han permitido que las obras de Dios, sus propuestas, se hagan realidad.
Pedro creía pero dudó. Pedro sabía que si era el Señor entonces no se ahogaría, caminaría y no tendría él ni sus amigos razones para tener miedo. Cuando todo era viento y noche y oleaje aparece Jesús tranquilamente, caminando por la aguas. Llega quien puede calmar el viento impetuoso, llega quien nos acompaña en la noche, el que nunca nos abandona. Llega a calmar el mar, a darnos la paz.
Cuidado no nos estemos acostumbrando a las tormentas, a las noches, a la inseguridad. Dejemos que llegue Jesús que calma la mar. Dejemos de poner a Dios retos que después no queramos asumir. Se puede tener miedo pero no por eso hundirse, se puede caminar sobre las aguas de la vida para ir al encuentro de Jesús pero no te llenes de miedos. Si realmente lo crees, lánzate y vamos caminando hacia él que no es un fantasma, ni una fuerza. Es Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías y nuestro salvador
Que los miedos no nos hagan ver fantasmas, que nuestros miedos nos den la certeza de Jesús que se compadece, que nos viene al encuentro y que en nuestros gritos de angustia nos tiende la mano para que no nos ahoguemos.
Camina, caminemos siempre con la certeza que el Señor nos dará su mano si hace falta, que nos ayudará a asumir los retos para vencer los propios miedos y que nos acompañará en la travesía de la vida, del mar, de la noche.
Dios está en brisa suave, en lo más íntimo de tu intimidad, en el silencio de tu propio ruido. Por eso no lo busques en la tormenta ni en el huracán sino que sigue caminando aunque todo parezca que se derrumba; no busques a Dios fuera de ti porque es desde ti y en tu propio ser que él se hace descubrir en los demás; no le busques en el ruido porque calladamente y delicadamente se expresa en la ternura de quien sabe amar. El amante a los que ama les habla en el silencio para que la Palabra entre y refresque la sed y ansia de amor.
Que por tu fe muchos puedan creer, que por testimonio muchos puedan amar. Y que en tus miedos y en tus gritos de terror puedas escuchar la voz de Dios que te dice: “No temas, soy yo” y que Él siga siendo la fuerza y la certeza que te ayuda a caminar aún por encima del agua. No se detenga tu fe por ser incapaz de asumir retos. En el amor que Dios te tiene y nos tiene, todo lo podemos.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd