Jesús ha bajado del cielo
Ha llegado como don del Padre no solamente para mostrarnos su verdadero rostro, el amor que nos tiene y lo importante que seguimos siendo para Él que en su Hijo nos ama, sino que también ha bajado para hacerse compañero de camino, fuerza transformadora e inspiradora y alimento que nos llena de vida, de eternidad; alimento que nos llena de cielo y hace que seamos en el mundo fermento de vida eterna.
Jesús se quedó para siempre y en el pan el Pan se hizo vida para que transformados en Él, al comerlo, hagamos sus obras, las que el Padre Dios quiere: que creyendo en Jesús nos hagamos creíbles en el mundo por la manera que desde Él tenemos de hacer las cosas, de comprometernos con los demás. Jesús nos trasciende, nos lleva de su mano y nos fortalece con el alimento que da la vida eterna y sacia la sed.
A Jesús no le conocemos como pensamos, Él tiene la capacidad, por ser Dios, de sorprendernos, de hacer nuevas todas las cosas, de restaurarnos; debemos cambiar la mirada que tenemos sobre Él y desde la experiencia que nace de la oración debemos dejar que Él sea lo que es para cada uno. Jesús no es solo terreno, su verdadero origen y que muestra a través de los signos, es más que humano, que terreno. Jesús es más que hombre.
Es misterio de amor, de Dios, entre nosotros.
Somos el regalo del Padre para Jesús y por eso Jesús viene a nuestro encuentro, viene a rescatarnos. La fuerza del amor del Padre nos lleva, nos dirige hacia Jesús. Somos don del Padre y Jesús viene a nosotros para que nosotros desde Él trabajemos por la salvación, por el Reino. Necesitamos fe para acercarnos a Jesús, necesitamos sentir hambre de Dios para abrirnos a Él y su Hijo.
Jesús conoce al Padre, lo ha visto y se convierte en el acceso directo al Padre. El Pan que Jesús nos da permite que lleguemos al Padre ya que Jesús, Pan de vida, da la vida eterna. Jesús contiene el cielo, en su esencia es Dios; es alimento. Jesús es Pan y responde al hambre que siente el hombre de eternidad. Alimentados de Jesús no morimos
Jesús nos da la vida eterna ya que el Padre lo que quiere es que ninguno de nosotros nos perdamos.
El mundo necesita ser alimentado, ese alimento nos lo envía el Padre que desea que el mundo tenga vida. Jesús se nos dará como alimento, como carne y el Pan será esa carne que necesitamos para vivir eternamente. Jesús en el Pan, que es carne, nos da todo su ser; su entrega es para vida del mundo. Dios quiere que el mundo que está muerto por el pecado tenga en su Hijo vida que renueva.
Jesús es Pan, carne, vida eterna. Vayamos a la Eucaristía y abramos el corazón al misterio de la entrega de un amor que es pleno y que sobrepasa todo límite. Jesús se nos da para que tengamos vida, eternidad y resurrección.
Bendiciones:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
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Fuente: P. Jaime Palacio
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