Amor que solo sabe hacer el bien
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor Jesús que nos invita a desear el amor con fe para que siendo buenos podamos juntos transformar el mundo.
La oración colecta de este domingo XX del tiempo Ordinario pide a Dios que infunda en nuestros corazones el deseo de su amor. Amor que lo ama todo y amor que nos hace trascender cualquier realidad social. Religiosa o cultural cuando de hacer el bien se trata. Amor que hace llover sobre buenos y malos; amor que solo sabe hacer el bien y no que da piedras o escorpiones a los hijos cuando piden alimento. Amor que se hace perdón y frente al que peca, compasión frente al necesitado, vida ante la muerte.
Amor que siendo eterno se hace carne, camino, vida. Amor que quiera amar siempre y en cada lugar, amor que ama en nosotros y desde nosotros. Amor que desborda límites, culturas, colores. Amor propio de Dios capaz de darse a la humanidad para que las personas seamos capaces de trascender cualquier límite o frontera. “A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo, amarlo y darle culto, a los que guardan el sábado sin profanarlo y se mantienen fieles a mi alianza, los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en mi casa de oración” (Is. 56,6)
Preocupémonos por amar, por ser fieles, por mantener el corazón lleno del amor, de amor de Dios; de lo demás, de nuestra alegría y gozo se encargará Dios. Y es que a veces el amar no te hace tan feliz como lo piensas pero sí le da sentido a lo que haces. Muchas veces el amor te hace derramar lágrimas pero le da sentido a tu risa y alegría. Muchas veces el amor te pide renuncias pero te hace sentir dueño del mundo.
¡Ama como Dios y despreocúpate de lo demás! al que ama Dios no le falta aunque todos le falten.
Dios es fiel. Y quiere también nuestra fidelidad. Dios es amor y quiere que nosotros amemos a los demás desde su amor. Dios es generosidad y por eso mismo hasta las migajas que se caen de nuestra mesa son bendiciones para los demás. No es lo mucho o poco que hagamos o que amemos sino lo mucho que podemos hacer cuando nos decidimos a amar. No tiene sentido que seamos rebeldes ante las propuestas de Dios; que seamos indiferentes frente a su llamado o que seamos egoístas frente a la invitación de dar, de compartir. Nuestra dignidad, nuestra grandeza, nuestro señorío puede trascender las barreras. Eres amado por Dios siempre y de la misma manera estés en el lugar que estés pero podemos ser alegría y buena noticia de Dios para los demás cuando ese estar en cualquier lugar viene acompañado de gozo y de bondad. Ser complacencia de Dios es un reto que podemos asumir.
Dios es grande y poderoso es verdad pero también profundamente amoroso, tierno, sensible al dolor, al grito de la humanidad. No nos desentendamos de esta verdad porque el amor ha llegado y nos habita. El amor está en nuestro corazón.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd