Jesús, en sus palabras y acciones, ha mostrado su ser. Viene de Dios y lo que enseña es por su sabiduría divina, porque además quiere lo mejor, desde Dios, para la humanidad y los milagros o señales que realiza muestran su poder. Dios transformando la vida y llenando de esperanza a las personas que encuentra en su camino. Él es agua viva, es luz del mundo, Palabra encarnada y Pan de vida eterna. El propósito de salvar la humanidad lo concreta en una invitación que no ha cesado: la del amor. Si nos amamos como Él nos ama seremos capaces de vivir cada momento con la intensidad que requiere la misericordia y la generosidad. A nosotros nos hace grandes el amor y a los demás los engrandece el amor con el que son amados, el amor reconoce la dignidad de las personas por más diferentes que sean a nosotros.

No podemos escandalizarnos de Dios porque supera nuestros pensamientos o los conceptos que de Él tenemos.

Dios, en el amor que nos tiene, hace lo que sea necesario para salvarnos, para protegernos. Dios es consciente que nuestras ambiciones, terquedades, orgullo, codicia y mentiras, son la base de lo que nos impide vivir a plenitud la existencia y que demos buen fin a la obra de la creación iniciada y de lo somos invitados a llevarla a su culmen. Nos pide que nos amemos, se abaja para estar con nosotros y sintamos que camina con cada uno, se hace Pan para que participemos de la vida eterna y para que estando en nosotros, desde nosotros, hacer lo que siempre ha querido hacer por los humanos.

Dios compasivo, Dios cercano, Dios amor obrando desde lo más hondo de nuestro ser, tomando nuestra carne para para ser carne para ser Pan y saciar el hambre de eternidad que el ser humano mantiene.
Jesús regresará al Padre, ese es nuestro destino.

En cada Eucaristía volverá a nosotros glorioso para seguir haciendo su obra

Para habitarnos y seguir, desde nosotros mostrando el amor incondicional del Padre que jamás nos abandona; para seguir salvándonos. Jesús es un regalo, don del Padre y a Jesús llegamos porque entendemos que Dios fiel cumple sus promesas y reconocemos que sus Palabras y acciones, son las que Dios ha prometido realizar cuando comience la aventura de caminar entre nosotros. Todo puede ser escandaloso pero así es Dios.

Nosotros somos libres para aceptar, en Jesús, el proyecto de salvación propuesto por Dios. Aceptar implica renuncia, abajamiento, tomar el amor como arma de salvación que redime en cuanto acoge y que alegra la existencia en la medida que sabe donarse.

La fe, regalo del Espíritu, nos ayudará a entender lo que Dios quiere y aceptar a Jesús, Pan de vida eterna, será la plenitud de la vida. Estando en Jesús a nadie más seguiremos. Él tiene Palabras de vida eterna. Aceptemos la invitación que Jesús nos hace y entreguemos nuestro ser para aceptar sus Palabras. Él sigue estando con nosotros y de manera especial, real y salvadora en la Eucaristía.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.