PARA ESTA SEMANA AGOSTO 29 DE 2021
El amor no tiene normas, solo corazón.
Mis amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Dios lo colme a todos de bendiciones y nos conceda una semana llena de oportunidades para hacer el bien a los demás.
Vemos en el Evangelio de este domingo 22 (Mc.7, 1-8.14-15.21-23) que somos muy amigos de ver las faltas de los demás, sus errores e incoherencias; enemigos de vernos, de adentrarnos, de reconocernos como personas que también fallamos, que tenemos nuestros propios errores. Nos hace falta una mirada profunda, con los ojos cerrados para vernos por dentro y para entender que nos hace mucha falta crecer, madurar; que nos hace mucha falta Dios en el corazón.
Todos tenemos nuestras tradiciones, muchos rituales, algunos nos hacen sentir mejores, nos acercan a los seres queridos; otros muestran nuestra vinculación con alguna cultura. Las tradiciones y/o Los rituales no son normas, aunque a través de algunos manifestemos nuestro respeto y adhesión a las mismas. Los rituales varían dependiendo la cultura y hay rituales que quieren expresar el sentido de la ley o de la norma como queriendo decir que quién cumple el rito cumple la norma.
Y Jesús no ataca esa creencia con respecto a los ritos o las costumbres, pero sí hace caer en cuenta que la ley o que la norma, es para la plenitud de la vida, para alcanzar la paz y para que viviendo juntos busquemos el respeto y la justicia. La ley nace del corazón enamorado de Dios que quiere, en la normas, que su pueblo no pierda el rumbo sino que por el contrario entienda que el otro es importante y es digno de respeto.
Quien no cumple con ciertas normas o quien no sigue algunas de las costumbres no necesariamente deber ser condenado o juzgado.
Cada quien tendrá las razones para sí o para no; lo que realmente importa en el cumplimiento de la ley, en la vivencia de las tradiciones, es el espíritu con lo que todo se haga y con el sentimiento que pongamos a las cosas que hacemos. La costumbre no nos hace santos ni buenos cuando el corazón está dañado.
La vivencia de las tradiciones o la puesta en práctica de las costumbres, si algo quiere expresar o significar, tendrán que ver con la intención, con la recta intención, con el corazón limpio, lleno de amor, para que sean también acontecimientos salvíficos para los demás. Es bueno mirar el corazón, hacerse un examen; purificarlo, limpiarlo, entregarlo del todo a Dios para que todo lo que salga de nosotros sea bueno, sea de Dios.
Ninguno de nosotros está llamado a juzgar; ninguno conoce realmente la interioridad del otro, lo que guarda en su corazón.
Podemos hablar de sus acciones, pero jamás podremos poner un rotulo en el corazón del otro. Solo Dios conoce nuestro corazón. Seamos buenos con todos si es que somos buenos. Seamos santos como Dios y demos lo mejor de cada uno, lo que hay en el corazón en lugar de ponernos en el lugar del juez.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: http://ow.ly/KDgs50Fe8gz
