PARA ESTA SEMANA AGOSTO 5 DE 2013
Que tu corazón descanse.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana y de tantas partes del mundo. Un abrazo con los mejores deseos para la semana que comenzamos.
Cada uno inicia la semana con proyectos, sentimientos, deseos y esperanzas diferentes pero todos con los mismos anhelos de paz, de amor y de bendición. Necesitamos seguir creyendo y apostando al proyecto de Jesús; al proyecto del amor.
Espero que nosotros no seamos de aquellos que cita el autor del libro del Eclesiastés:
“¿Qué le reporta al hombre todo su esfuerzo y todo lo que busca afanosamente bajo el sol? Porque todos sus días son penosos, y su ocupación, un sufrimiento; ni siquiera de noche descansa su corazón. También esto es vanidad” (Ecl. 1, 21-23)
Que el corazón descanse: un buen deseo para cada uno en esta semana.
Que cada noche entendamos que el sentido de la vida es vivir, pero con la naturalidad y la generosidad de quien sabe que los bienes son pasajeros y que hay que aprender a “gastarse” a “morirse” a “renunciar” para no llegar a sentirse “dueño” de ninguno sino de nosotros mismos. Cada uno “señor” de la propia vida.
Todo es todo pero al mismo tiempo las cosas, que son el todo para muchos, son nada. Para tenerlo Todo hay que dejarlo todo, escribió san Juan de la Cruz. Quien tiene al Todo lo tiene todo y sabe que todo es para el servicio de los demás. Para ser libres y felices y no ser esclavos: para que el corazón descanse.
Muramos a lo terrenal nos dice san Pablo (Col. 3, 1-5. 9-11) esto es morir a la lujuria, impureza, pasión desordenada, malos deseos y también a la avaricia.
A las personas podremos dejarles, por herencia, las cosas, pero es importante que también aprendamos a quedarnos en sus vidas.
¿Qué nos vamos a llevar? ¡No serán las cosas sino el amor! Llevaremos aquello que trajimos. Volveremos con las cosas de Dios, con sus regalos, con su amor. ¿Pero eso nos sirvió de algo?
Volveremos a Dios sin nada, sin cosas, sin cuerpo, solo con la eternidad. No tengamos miedo a encontrarnos de nuevo con Dios que en su amor ya nos ha perdonado.
Tengamos miedo de que nuestra vida no sea valorada más que las cosas; que nuestro amor, no trascienda más allá de la presencia.
Tengamos miedo de creer haber vivido sin vivir; de todas las fatigas y la lucha inútil para tener lo que nunca será nuestro y de no haber dado descanso al corazón por estar llenos de enemigos, la mayoría de las veces imaginarios, frutos de la desconfianza y egoísmo.
Tengamos miedo a ser solo cuerpo y pasión y deseo vacíos, sin fondo, sin corazón, sin amor. Porque lo que queda, lo eterno, es el amor, lo demás es vanidad.
Espero que pensemos que en la eternidad estarán también las personas que rechazamos desde la mezquindad y la avaricia.
Los pleitos que generamos por querer acumular. La vida que no es vida y la tristeza de tantos pobres que necesitaron de nosotros. Por eso reconciliemos la vida con la eternidad. Y desde ahora vivamos el cielo que nos espera.
Dios te pedimos que “nos enseñes a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato”
Hay que vivir en la búsqueda constante de los bienes del cielo, pensando en el cielo que nos espera; que la eternidad sea una opción de vida, que la eternidad con todo lo que implica de Dios y de amor, se haga costumbre en el actuar.
Que lo normal, que lo natural, sea lo de Dios. El amor. Que seamos limpios de corazón y que no nos engañemos los unos a los otros
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd
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