Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Un abrazo grande cargado de bendiciones. La semana que comenzamos venga llena de obras buenas, de esas que se quedan por siempre en los corazones de los demás.
Que al regreso a la casa del Padre nos recuerden por haber sido servidores fieles, de esos que no tienen horario para hacer el bien, para ayudar a los demás y atenderlos como se debe.
Servidores que hacen la vida agradable a los otros, de los que tratan a los demás como quieren ellos mismos ser tratados.
Los creyentes, de manera especial, debemos entender que lo nuestro es hacer el bien, ayudar a los demás, atesorar para el cielo. Entender que lo terreno es pasajero, que nuestras riquezas deben ser para ayudar y para compartir con los otros.
Somos del cielo y para el cielo, trabajemos por no perder “nuestro centro” mantenernos en nosotros mismos y desde lo más íntimo, desde Dios que nos habita, dar lo santo, lo sagrado, el amor de Dios que llevamos desde la creación.
Nuestro corazón siempre en Dios que es el tesoro y desde Dios los demás amores.
Cuando se ama desde Dios se ama con respeto, con misericordia, con compasión. Dios se puso en nuestro lugar antes de condenarnos, se hizo camino en su Hijo y nos ofreció la salvación. Así mismo nosotros cuando amamos desde Dios nos ponemos en el lugar del otro y tratamos siempre de salvarlo, es decir, de amarlo de la misma manera que somos amados por Dios.
Estemos preparados, siempre a la espera del encuentro con el Señor. Atentos y vigilantes cuidándonos de todo aquello que puede acabar con nuestra paz o que nos puede hacer daño. La vida es hoy, el instante y es aquí y ahora es que debemos vivir centrados en el amor haciendo lo que Dios nos inspira.
Que el amor que Dios nos tiene siga siendo fuente de inspiración en el obrar.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: https://parroquiacarmelitascucuta.com
Más reflexiones del Padre Jaime Alberto Palacio González, ocd