PARA ESTA SEMANA AGOSTO 9 DE 2020
“Verdaderamente Jesús es el Hijo de Dios”
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes de mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor que nos invita a la confianza y que, aunque vengan tormentas o los vientos sean contrarios en nuestra vida Él siempre está ahí para ayudarnos, darnos fortaleza y no dejarnos hundir por los miedos. Cada vez que lleguen las dudas los invito a mirar al crucificado y recordar que el amor que Dios nos tiene y nos mostrado en su Hijo es para siempre, es un amor salvador.
Este domingo 19 del tiempo ordinario nos encontramos con el texto de Mateo (14, 22-33) en el que se nos narra que Jesús después de haber multiplicado los panes y los peces y alimentado a la multitud que le seguía, se retira a orar. Se queda a solas con su Padre; es necesario estar con el Amado, hacer un balance de la jornada. Ha llegado el momento de descansar en amor del Padre, de sentirse familia, “nutrirse de lo sabroso de su casa”. Orar es ir a la fuente, tomar fuerza, “recargarse” de amor para seguir dando lo mejor del Padre; dar lo que hay en su corazón y seguir haciendo lo que le es propio: sanar, liberar, predicar el reinado de Dios. Hacer lo que le es propio al Mesías, al Hijo de Dios.
Jesús sale de la oración y va al encuentro de los discípulos que han pasado una mala noche
El viento les era contrario, no han podido llegar al destino final y la barca en momentos parecía hundirse. Jesús viene al encuentro de los discípulos caminando sobre las aguas; Él tiene poder sobre el mar; en medio del pánico que les genera lo que están viendo, ellos no reconocen a Jesús comienzan a gritar. Y Jesús los invita a la calma, a la tranquilad y se les revela como el Señor “soy yo”, otra razón para estar tranquilos y no tener miedos. Jesús se manifiesta como Dios que trae la paz a su pueblo.
Jesús ha llegado y todo se llena de calma, regresa la paz. Y Jesús nos invita a la fe, a no dejar llenar el corazón de miedos, que, aunque venga la tormenta Él siempre llegará a tiempo para ayudarnos. Pedro se llena de dudas, está confundido. Tiene miedo, desconfía y eso hace que la fuerza de su fe se pierda y tienda a hundirse. Yendo a Jesús, cuando ponemos la mirada en Él, podemos nosotros caminar inclusive sobre las aguas. A Pedro como a nosotros nos pasa que los miedos nos debilitan, hacen que la fuerza de la fe se acabe. Y hasta creemos que vienen a nosotros los fantasmas en lugar del mismo Dios. En esos momentos también Jesús está ahí para no dejarnos hundir, para darnos la mano, para rescatarnos. Jesús escucha el clamor, nos salva.
No demos espacio a la duda, nos hundimos. Cuando tenemos miedo parece que la noche no termina, nosotros debemos aprender a confiar. No podemos derrumbarnos, venga lo que venga Dios está ahí, con nosotros. Nos ayuda y acompaña. No podemos olvidar que Jesús está atento a nuestras necesidades. Acabamos de presenciar el milagro de la multiplicación de los panes y peces y eso debe fortalecer la fe. No es tiempo de dudar. Vamos a renovar la fe; vayamos al encuentro de Jesús, pero sin miedos. Él está con nosotros, ha venido a salvarnos.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: http://ow.ly/u6EU50AUjeW