Primer domingo de Adviento

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo, cordial saludo que lleva los mejores deseos de paz y bien el Señor Jesús que en su amor nos recrea y hace capaces de hacer el bien a los demás. Dios se ha hecho cercano, ha venido de lo alto del cielo para salvarnos, nos ha llenado de gracia.

Jesús es el poder de Dios hecho carne, es el amor de Dios hecho carne, es la salvación de Dios hecha carne. Jesús es todo lo que el Padre tiene para nosotros, en su Hijo Jesús Él se nos da del todo. Que venga el Señor de lo Alto a la vida de cada uno para que así estemos llenos de amor, de salvación. Que venga y que los dones que nos ha dado se vuelvan frutos de vida eterna. Estemos atentos y vigilante. El Señor llega y la plenitud del amor llenará nuestras vidas.

Jesús quiere que estemos siempre listos para su venida. El día no lo sabemos pero eso no quita la fuerza del mandato para que hagamos siempre el bien, que prediquemos el evangelio y que cuidemos la propia vida sin olvidar que es eterna. Todos somos responsables, debemos cuidar nuestra vida. Tenemos la tarea de velar, tenemos que estar despiertos, atentos. Somos vigilantes, debemos vivir esperando al Señor. El cristiano es un ser que está siempre listo. Velemos, es decir, estemos listos para acoger todas las veces al Señor; Él está a la puerta y llama, Él espera lo mejor de cada uno; Él nos quiere misioneros y abiertos al acontecer de cada día. En la noche, en la vigilia, estando atentos es que nos ponemos a disposición de quien lo requiere, cuidamos a los débiles y frágiles, podemos dar lo mejor de cada.

La vida puede vivirse como una noche llena de esperanza, de posibilidad. Una noche en la que tenemos el mayor cuidado, en la que estamos atentos.

La noche nos lleva a mirar más allá de lo acostumbrado, a abrirnos y a dejar los propios miedos a un lado.

La noche nos confronta con la verdad y es ahí donde los fantasmas dejan de existir. Dios nunca se aleja de nosotros así haya regresa Jesús a la casa del Padre. Jamás nos deja solos porque nos ha dado la fuerza y el poder de su Espíritu. Mientras vigilamos, mientras damos lo mejor de cada uno el Señor nos llena con su amor, nos regala la esperanza y nos sostiene en la fe; por eso no es tiempo de desfallecer, de dormir. Alguien siempre querrá separarnos del amor de Dios. Tenemos mucho por hacer. Dios nos ha dado la misión de amar. Amemos para no dormir, para no abandonarnos en la desesperanza.

El Señor nunca nos abandonará. Así como cuando ya vino, volverá. Esperamos su llegada plena de gloria, la que alegrará nuestro corazón. Dios nos cuida. Su regreso al cielo no es ausencia sino que es plenitud de vida.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd