La Sagrada Familia

Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo que va con un abrazo grande cargado de buenos deseos para el año que estamos próximos a iniciar.

Que sea un año de bendiciones y de una profunda experiencia de Dios.

Deseo que en cualquier lugar y en cualquier persona nosotros seamos capaces de reconocer la grandeza, la dignidad y el amor de Dios que entrando en el mundo se hizo pequeño y se identifica con la realidad de los más pobres, de los pequeños, de los pecadores, en ellos como en nosotros habita. Que nuestra tarea sea llegar al corazón de los excluidos para que ellos sepan, como nosotros lo sabemos, que Dios los ama y está entre nosotros para que juntos, desde una conversión de mente y corazón, trabajemos por la redención de la humanidad.

Hoy recordamos en la liturgia aquel día en el que la sagrada familia llega al templo de Jerusalén para cumplir con lo establecido en la ley. El niño Jesús es presentado al Padre al que se le ofrece en gratitud un par de palomas. Pero ese mismo día, cuando Jesús es presentado al Padre también viene presentado a la humanidad por un anciano al que Dios le habría prometido que vería antes de morir al salvador y por una anciana, profetisa, que ve en el Niño el cumplimiento de las promesas de Dios.

Hoy Jesús es presentado como ofrenda de amor y gratitud al Padre y también como luz que viene a disipar la oscuridad a toda la humanidad.

Dios mismo presenta, en el anciano Simeón, a su hijo, el Salvador, la luz para alumbrar a las naciones y gloria del Pueblo. Jesús colma las expectativas de todo aquel que espera de Dios la salvación. Jesús confrontará con su vida y su predicación nuestra fe y nos llamará a la conversión para acoger el proyecto.

En la presentación que María y José hacen del Niño en el templo cumpliendo la ley establecida reconocen que la vida del Niño es un don y no una propiedad. Los padres hacen todo para que la vida florezca en los hijos y entregan todo lo que está de su parte para que cada hijo desarrolle la misión que Dios le ha encomendado aunque al inicio de la misma no se comprenda.

El Niño amado aprende a amar y esa será la misión principal que tendrá durante los años de vida.

Los padres deben estar siempre dispuestos a ver el propio hijo en los lugares que jamás habrían pensado para él y esa será la espada que hará doler el corazón de las madres pero que con fe sabrán salir adelante comprendiendo cada vez más el sentir y el amor de los hijos.

En este día, último del año, fiesta de la Sagrada Familia, los invito a hacernos el propósito de amarnos en la diferencia, de respetarnos de tal manera que cada uno encuentre en la familia un lugar de acogida. Para cada uno un feliz año. Mis oraciones y que Dios los colme de salud y paz.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.