PARA ESTA SEMANA ENERO 1 DE 2017
Santa María, Madre de Dios.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Un abrazo y todo lo mejor para el año que iniciamos. Feliz año y que venga pleno de amor y de misericordia. A Dios entregamos cada uno de los proyectos que tenemos.
Comenzamos el año celebrando la Solemnidad de santa María madre de Dios. Nos acogemos a su fidelidad, al hecho que en Jesús ella sea también nuestra madre, la que desde el cielo nos acompaña, protege e intercede por nosotros. María madre de Dios y madre nuestra nos sigue acogiendo como a los pastores en el pesebre, sigue caminando como lo hizo con Jesús y los apóstoles, sigue alegrándose de nuestros logros y entristeciéndose con nuestras penas. Ella es madre de Dios porque lo acoge en fe, porque lo lleva en su vientre, porque le da la vida, lo llena de humanidad y es madre nuestra porque nos lleva a Jesús, nos enseña en el silencio como ser discípulos de su hijo y con su intercesión nos acompaña.
Jesús es hombre gracias al amor del Padre Dios que en Él nos quiere salvar desde nuestra propia realidad y gracias también al sí de una mujer que, amando a Dios, es capaz de hacer vida lo que Dios mismo le promete y ella acoge en fe. En el seno de María habita, como en el arca, como en casa, Dios; el Hijo de Dios Y en Dios habita María la llena de gracia en la que Él se complace de la misma manera que lo hace cada vez que nosotros le acogemos y le complacemos. María Madre de Dios nos habla de fe, de un sí radical que se convierte en una invitación para nosotros que debemos decirle si a Dios siempre y de manera radical como María.
El rescate de la humanidad Dios lo comenzó en el corazón y lo siguió con su Hijo; rescate que contó con la complicidad de una mujer enamorada de Dios y por lo tanto de la humanidad. Rescate que costó un precio alto, como el que nadie habría pagado por un siervo o un esclavo pero que Jesús pagó porque éramos sus amigos y porque desde antes nos había amado.
Ser Madre de Dios para María no fue fácil, muchas alegrías y también muchos dolores; muchos momentos en los que tuvo que callar y otros tantos en los que se hizo compañera y amiga. Años en los que enseñó a su Hijo y años en los que de Él aprendió.
María madre de Dios desde el vientre, en el pesebre, en Egipto, en Nazaret, en casa, en Cafarnaúm y también en Jerusalén. Madre del amor, de la Navidad, del dolor y la pasión, de la muerte y de la resurrección. Una madre a plenitud que gastó su vida en amor y que nos sigue amando eternamente.
Vivamos conforme a la voluntad de Dios, sigamos a Jesús, pero también hagamos que nuestro corazón sea su morada. Amor hasta el final y fidelidad mucho más allá de la muerte, hasta la eternidad.
María interceda por cada uno. Amén
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.