El buen vino son los dones con los que el Señor nos ha bendecido.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Una semana plena de bendiciones en la que también nos sintamos responsables de las necesidades de los demás. Que sea una semana de fraternidad, de solidaridad. Una semana para estar atentos y hacer todo lo posible para que no se acabe el vino ni el personal ni el de los demás. El vino que significa la abundante alegría de Dios, del amor con el que nos ama. El vino que alegra la vida y que cada uno lleva en sí como vid fecunda y como fermento de familia y de sociedad.
Debemos cuidarnos de que no se nos acabe el vino signo de la fiesta, de la alegría. El buen vino que estamos llamados a dar porque podemos darlo y por eso hay que cuidar que no falte en casa. El buen vino es todo lo bueno que pasa, lo bueno que damos y el regalo más grande para los demás. El vino al lado de Jesús seguramente que nunca se acabará; la virgen María se encargará de seguir contando el Señor que corremos el peligro que se nos acabe, pero de todas maneras hay que cuidar, hay que ser precavidos. Tengamos las tinajas llenas que ya el Señor se encargará de lo demás.
En una fiesta tan larga e importante como es la de un matrimonio es vino se convierte en el motor de animación. Es como el amor en la relación de pareja, de familias; es la alegría en la fiesta. Ser un buen vino, el mejor de todos para que las demás personas se gocen de nuestra presencia y sean capaces de, estando contagiados, dar también el mejor de los vinos.
El buen vino es un mensaje que encierra salvación; que tiene vida. El vino es Eucaristía, fiesta, plenitud. Con el vino de la Eucaristía nada falta en esta fiesta del amor. El vino será en la Eucaristía sangre de salvación que se derrama abundantemente.
El vino será la presencia de Jesús que en el último de sus signos se quedó, para la salvación de todos en el pan y en el vino.
El buen vino que podemos ofrecer son los mismos dones con lo que Dios de manera especial nos ha enriquecido para el bien de todos. En el vino nos damos de la misma manera que Jesús se entregó por nosotros. Cuando el vino es bueno el sabor perdura y circula en la sangre para darnos vida. Así debemos hacer nosotros las cosas bien y sobre todo llenas de amor para poder perdurar en la vida de los demás, circular por su sangre para que seamos una misma realidad siendo siempre diferentes.
Los invito para que esta semana vayamos con Jesús a Caná de Galilea, tengo la certeza que una vez conozcamos a Jesús y lo invitemos a nuestra vida, a nuestra casa, entenderemos aquello de que el mejor de los vinos está por llegar. Jesús viene a cuidarnos y a cuidar nuestro amor.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd