En este segundo domingo del tiempo ordinario, san Lucas nos dice que lo que escribe son hechos cumplidos, Jesús ha sido el cumplimiento, en el tiempo, de las promesas de Dios; cada acontecimiento transmitido por testigos oculares y con el estilo particular de quien transmite es la mejor presentación de Jesús.
Lo que se dice de Él, sus enseñanzas y obras son verdaderas y aunque no siempre el lugar es el mismo o algunos de los personajes varían lo que cuenta es el acontecimiento como tal. Jesús sana, perdona, libera, enseña y predica el Reino que se hace presente con su propia vida. Jesús es el Mesías, es el Hijo de Dios, es quien el Padre se complace, es el enviado y el único, por ser Dios, que puede hacer las cosas de Dios. Eso nos quiere enseñar san Lucas en sus escritos y también cada uno de los evangelistas o escritores del nuevo Testamento.
Jesús es un hombre que generalmente va de camino y a donde llega enseña, proclama el Evangelio, sana a los enfermos.
Jesús es impulsado por el Espíritu que es al mismo tiempo el que llena de fuerzas para su misión, el que le ilumina y mantiene en relación constante con el Padre, el que une el cielo y la tierra, lo humano y lo divino. Jesús participa de la vida religiosa de los judíos y los sábados, en el lugar en el que esté asiste a la Sinagoga, ora con su comunidad y aprovecha para enseñar.
Transmite lo que Él es y llena de esperanza a un pueblo que estaba a la espera del Mesías y de las buenas noticias de Dios con respecto a la liberación del pueblo. Jesús, algún día, regresa a su pueblo y en la Sinagoga, desde la Palabra de Dios expresada en el profeta Isaías, hace la revelación que todos esperaban, pero se sorprendieron, unos para bien y otros para mal, que Él mismo se identificara con la noticia, con la profecía, con que Jesús, al que conocía de siempre, dijera que Él es el ungido.
Jesús es, queda claro para san Lucas y es lo que nos quiere transmitir; el portador del Espíritu del Señor, es el ungido
Es el enviado por Dios para evangelizar a los pobres, proclamar la libertad a los cautivos, a los ciegos la vista, a libertar a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor. Jesús sabe lo que tiene qué hacer, tiene claro lo que debe enseñar y espera que, de su mano, al igual que de sus enseñanzas y obras, el pueblo camine hacia su propia liberación. Ya está entre nosotros el esperando. Dios ha cumplido sus promesas, la Palabra de Dios ahora tiene carne, es Jesús que ha asumido toda la condición humana para hacer de la humanidad algo divino.
El comienzo del Evangelio de Lucas tiene una finalidad: que nosotros nos acerquemos al Dios del amor en Jesús, que comencemos una vida llena de bendición en el cumplimiento de sus mandatos y viviendo sus enseñanzas; que, acogiendo a Cristo en el corazón, creyendo en su Palabra, nos salvemos y hagamos del amor en canal por el cual toda la fuerza de Dios pasa. Solo el amor puede salvar al ser humano.
Dejemos que Jesús sea la alegría del corazón, acojamos con fe su mensaje, demos gracias a Dios por su fidelidad y hagamos del Evangelio la norma de vida.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd
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Fuente: P. Jaime Palacio
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