Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo, mi saludo con los mejores deseos de paz y bien en el Señor. Que la semana que comenzamos venga cargada de bendiciones y que el deseo de ser parte del proyecto del Reino de Dios sea el anhelo que llene el corazón y así estemos más comprometidos con la causa de Jesús que son, principalmente, los marginados sociales y religiosos.
Jesús ha recorrido varias poblaciones, se ha acercado a muchas personas y ha experimentado muy de cerca el dolor, la marginación, la pobreza.
Él ha sentido compasión por la multitud hambrienta de Palabra de Dios y de pan, ha visto cómo obra la fe de la gente humilde y sencilla que se acerca a Él entendiendo que solo en Dios sus vidas pueden descansar y de Él tomar las fuerzas para salir adelante. Y creen en Dios y le creen a Jesús.
Pero también Jesús ha constatado el desprecio que muchas personas sienten por los enfermos, los pobres y de manera especial por los pecadores. Y el pueblo está dividido, las normas se han vuelto cargas insoportables para muchos, los pobres aumentan, los enfermos están abandonados; ya no se trabaja por la paz y la justicia… Y los culpables han ido apareciendo a lo largo del Evangelio: algunos de los líderes religiosos, muchos de los fariseos y saduceos; los gobernantes y los funcionarios del Imperio Romano.
Y tantos indiferentes que no saben de compasión ni amor ni de perdón.
Y mientras que muchos de los más sencillos, pobres y marginados aceptan la Palabra de Dios y se comprometen a vivir las exigencias del Reino, otros tantos comienzan una carrera de desprestigio hacia Jesús y sus discípulos. Unos se abren al Reino, otros se cierran y además lo hacen con obstinación. Jesús nos hace entender que todos debemos comprometernos con los que no cuentan o que sufren por causa de la injusticia y del pecado. Y el cambio comienza con una verdadera conversión de corazón que lleve al desprendimiento de todo aquello que sirve para construir un mundo mejor. Y sigue en el proceso el que aceptemos a los demás y con amor les ayudemos a crecer y a recuperar la dignidad que todos tenemos como Hijos de Dios.
Estamos llamados a ser bienaventurados, felices, a trabajar por la causa del reino y a ser pobres en cuanto nos abrimos al proyecto de Dios y nos comprometemos con los demás. Trabajemos por el Reino, anunciemos a Jesús como salvador y restaurador del ser humano y que esperemos siempre de Dios la recompensa.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Fuente: http://ow.ly/KDgs50Fe8gz
Más reflexiones del Padre Jaime Alberto Palacio González, ocd