PARA ESTA SEMANA FEBRERO 20 DE 2017
Llamados al amor para amar.
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, de Carmelitas de Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo que lleva los mejores deseos de paz y bien en el Señor Jesús que nos invita a la vivencia de un amor capaz de trascender la diferencia y hasta el pecado de las otras personas; invitados a un amor capaz de seguir dándose por encima de la ingratitud. Con el texto del Evangelio (Mt. 5, 38-48) debemos reconocernos amados y amantes, perdonados y misericordiosos, salvados y salvadores. Reconocernos hijos de Dios capaces de ser perfectos como lo es el mismo Dios. No es ser “dioses” es actuar desde Dios y dejar que Dios sea a través de cada uno. Somos imagen y semejanza de Dios que es amor y que en su amor hace nuevas todas las cosas.
Igualarse en el mal no debe ser nunca nuestro ideal.
Devolver mal por mal o insulto por insulto, tener sentimientos de venganza o de odio, vivir resentidos con quien logra afectarnos o hacernos daño, todo esto está lejos de una experiencia cristiana de vida, de una experiencia de amor real que supera el propio egoísmo. Estamos llamados por Jesús para marcar la diferencia, a poner fin a la espiral del mal, del odio; estamos siendo llamados al amor para amar, para ayudar, para caminar con los demás. El cristianismo está llamando a la solidaridad, a la paciencia. Estamos llamados a sostener a los demás con el amor que hay, que vive en el corazón.
El Cristianismo radica en el ejercicio de amar ya que se funda en el amor. Primero un amor que es eterno, el amor de Dios que es fiel, paciente y misericordioso y después en nuestro amor humano cargado de divinidad y que brota de la experiencia divina, del ser amados y de permitir que el amor nos habite.
Para Jesús es claro que amamos a los enemigos porque ya no lo son, porque los entendemos como diferentes y amados por Dios; porque los miramos desde el corazón, es decir con los ojos de Dios. Es que un corazón que ama no tiene enemigos, no deja espacio para el desamor.
Somos de Dios, nos sostenemos en Dios, nos sustentamos en Dios. Y por lo tanto vivimos como hijos de Dios. Los cristianos “entendemos a Dios” porque aprendemos de Él el lenguaje del amor, hablamos el lenguaje del amor. Sabemos lo que es ser amados, entendemos lo que significa ser perdonado, y obramos en gratitud y alabanza a un amor que no se cansa de amar como lo es el amor de Dios. Seamos perfectos como el Padre Celestial es perfecto nos dice Jesús.
Podemos ser perfectos, podemos ser buenos, podemos amar inclusive a los enemigos. Nuestro ideal de vida es el Padre, vamos a imitarlo, vamos a procurar tener los sentimientos que tuvo Cristo que son los sentimientos de Dios. Demos lo mejor de cada uno, que nuestra bondad o nuestro amor no se agoten en la respuesta de los otros. Amamos y seguimos amando por encima de las “gracias” que puedan darnos, de los cambios que pueda haber en los demás; amamos siempre con la esperanza que en cada ser amado hay un “ser salvado” que encontrándose con el amor verdadero de Dios a través del nuestro comenzará una nueva vida, la vida del amor. No hagamos lo mismo que hacen los demás, hagamos lo que hace Dios con cada uno, amamos como Dios nos ama y seamos perfectos como el Padre Celestial lo es.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd