CONGREGACIÓN DE MISIONEROS OBLATOS DE LOS CORAZONES SANTÍSIMOS

PARA ESTA SEMANA: FEBRERO 22 DE 2016.

Discernir las palabras…
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito y de tantas partes del mundo. Mi saludo y los mejores deseos de paz y bien para cada uno en esta semana que comenzamos. La segunda de la Cuaresma.

Seguramente estamos llenos de “palabras” muchas personas nos hablan, nos dan consejos, nos hacen recomendaciones. Hay palabras que expresan buenos y grandes deseos, palabras que nacen del corazón o que traducen lo que una mente sana y prodigiosa puede enseñarnos. Hay palabras dañinas, que ofenden, palabras que desorientan sobre las cosas y palabras engañosas que llenas de mentiras nos hacen vivir mundos irreales que al final solo dejan dolor.

El Evangelio es claro, aunque haya muchas palabras, solo a uno debemos escuchar: al Hijo amado de Dios, una vez escuchado Él, que vengan otras voces, que se pronuncien otras palabras. El criterio de discernimiento debe partir de la Palabra de Dios, de la Palabra de Jesús. Palabra que viene pronunciada y se hace vida, se hace carne. Palabra que viene a pronunciarse en un mundo de resentimientos, de odios, de divisiones. A personas sanas y enfermas, a santos y pecadores, en las casas y en las plazas. Palabra en el Templo; Palabra para todos porque es una Palabra que instruye, que da vida, que sana, que libera, que se hace perdón de pecados, alegría, salvación, amor y sobre todo se hace Pan y vida eterna.

Seguramente los discípulos ante palabras dichas por los enemigos de Jesús, ante el anuncio de la pasión y muerte del Señor, ante los miedos y las dudas, ante tantas críticas logran confundirse. Ellos ven obras, escuchan a Jesús, pero casi todo es tan nuevo, hay propuestas tan extrañas como la de comer su carne para tener la vida eterna; hay cosas tan de Dios como perdonar los pecados, resucitar muertos…; Jesús logra sorprenderlos con tanto amor, con tanta misericordia, pero los enemigos están ahí para atacar, para criticar, para argumentar, para “defender” las tradiciones. Ellos logran confundir a algunos; los enemigos hacen todo lo posible para no querer entender que Dios es novedoso y sorprende; que Dios es amor y perdona, que Dios mismo, en Jesús, asume la causa de la salvación de la humanidad y del mundo y por eso llama, busca, invita, acoge. A los discípulos, como a muchos de nosotros, nos falta algo: una certeza, un no sé qué que Dios sabe y por eso se manifiesta, se revela; se transfigura.

Palabras van y vienen. Pero hay una palabra que es semilla, que es sembrada en el corazón y que puede producir los frutos suficientes y necesarios que el mundo necesita. Es la Palabra de Dios. Esa que Jesús siembra, que debe ser escuchada y que se debe poner en práctica. Esa es la Palabra que llenará de certezas la fe, la vida. La Palabra de Dios llena el corazón de amor y se vuelve milagro cada vez que se pronuncia para el bien de los demás. No es en vano que en el Bautismo y en la Transfiguración del Señor sea el mismo Dios Padre el que a nosotros nos presente a Jesús como su Hijo amado y que además nos invite a escucharlo. Todo tiene una razón. La Palabra de Dios deber ser la luz en el sendero, seguridad en el caminar y vida eterna en la muerte. “El que escucha estas palabras mías y las pone por obra se parece al que construye su casa sobre roca” Cimentados en la Palabra de Dios no nos derrumbaremos aunque vengan los vientos fuertes o los terremotos.

En este camino de Cuaresma los invito a purificar el oído, discernir las palabras que escuchamos y sobre todo los invito a la Palabra de Jesús que nos llena de esperanza, de amor y de la fe. A Jesús debemos escuchar y luego a trabajar por el Reino.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.