PARA ESTA SEMANA FEBRERO 24 DE 2019
Amen a los enemigos, hagan el bien y presten sin esperar…
Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien para la semana que comenzamos. Una semana llena de retos para vivir con autenticidad la experiencia cristiana y para entender realmente en qué consiste creer en el Señor y vivir conforme a su voluntad.
La lectura del Evangelio propuesto para este 7 domingo del tiempo Ordinario nos pone en el centro de las enseñanzas de Jesús, en el corazón del Evangelio, en la invitación más directa: “ser misericordioso como el Padre es misericordioso”.
En este texto del Evangelio (Lc. 6, 27-38) también encontramos una propuesta a la felicidad y a paz: “tratar a los demás como queremos que ellos nos traten”.
Jesús nos plantean varios retos: perdonar para ser perdonados por Dios, no condenar para que Dios no nos condene, dar para que Dios nos dé. La medida nuestra si está llena de amor, de misericordia, de generosidad, será desbordada por el Señor, la medida de Él será generosa pero así también debe ser la nuestra. Los retos se plantean porque Jesús mismo sabe de podemos, que somos capaces, que tenemos “grandeza y dignidad” desde el origen mismo, que somos en Dios y que Dios vive en nosotros. Propuestas grandes, retos grandes, compromisos grandes para personas llamadas a la grandeza, a ser grandes, a vivir con divinidad la humanidad.
Aquí está el Evangelio haciéndonos protagonistas en la historia de la salvación, involucrándonos a todos en los planes de Dios e invitándonos a hacer lo que tenemos que hacer. Ayudar, dar, perdonar, ser pacientes y vivir en paz. El cristianismo no está diseñando para la agresión, la venganza, el desamor. Está para transformar todas esas realidades en amor.
El amor, en la enseñanza de Jesús, es concreto e implica el ser, la persona.
Amar es hacer, bendecir, orar. El amor del Evangelio no es de reciprocidad, es de abandono, de darse por completo y totalmente y eso es posible desde la experiencia del amor de Dios. No soy bueno porque los demás lo son, no doy porque me dan. El que ama a Dios, el que “es como Dios”, que vive a su imagen y semejanza, aprende a hacer las cosas sin esperar nada a cambio.
La vida está llena de oportunidades y para un hijo de Dios, para un discípulo, para un cristiano, la oportunidad se traduce en hacer el bien, en demostrar el amor que nos habita y llena el corazón, el deseo de ayudar y de servir. Tenemos la oportunidad de construir un mundo nuevo, de trabajar por el Reino y de hacer de Jesús la experiencia de vida más maravillosa que un ser humano puede tener y puede encontrar. Nunca olvidemos que Él es el tesoro escondido, la moneda que se encuentra. Él es Dios de amor.
Respeto por la vida del prójimo, compasión ante sus necesidades, misericordia ante sus faltas y pecados, silencio y paciencia antes de juzgar o condenar. Amar, ser pobre en el corazón sabiendo esperar todo de Dios que es amor; ser humilde y tratar con dignidad a las personas: esos son nuestros valores, nuestras fortalezas, nuestras bienaventuranzas. En Dios aprendamos a vivir y desde Dios vivamos las relaciones con los demás y con la creación. Dios es bueno con los ingratos y los malos; así debemos ser nosotros.
Con mi bendición:
P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.
Más reflexiones del Padre Jaime Alberto Palacio González, ocd
Fuente: http://ow.ly/dxof30nOyZZ