Mis queridos amigos de santa Teresita, de san José, del Carmen de La Habana, del Carmelo de Quito, Carmelitas Cúcuta y de tantas partes del mundo. Mi saludo con los mejores deseos de paz y bien. Jesús sane nuestras dolencias, nos libre del mal y sobre todo, nos acerque a la experiencia de gratitud al Padre que en su amor compasivo nos restaura, nos tiende la mano y nos hace capaces del servicio a los demás.

Este quinto domingo del tiempo ordinario nos encontramos con el texto de san Marcos (1,29-39) que nos presenta a Jesús en la cotidianidad de la vida y que como Judío practicante ha ido a la Sinagoga a orar, meditar, con los de su pueblo la Palabra y seguramente ha enseñado aquello que el Padre le ha encomendado. Luego, en la casa de Simón y Andrés, alguien le informa que la suegra de Pedro está enferma y él se le acerca y la sana.

La oración de intercesión es muy importante para nosotros los creyentes

Por eso es importante que a Jesús les presentemos a las personas enfermas o necesitadas, Él a ninguno excluye y le basta nuestra fe para que también en los demás sucedan cosas grandes. Llevarles a Jesús a nuestros enfermos para que Él los sane, presentarle a los que oprimidos por realidades malignas para que Él los libere; creer que en Jesús está la salud, la vida, la salvación es fundamental para que el Señor, en respuesta a nuestra fe, haga las obras que Dios quiere hacer por la humanidad.

Nuestro Señor Jesús nos enseña que el mal, ante su presencia, no tiene poder; que con la presencia de Jesús el mal no tiene cabida porque el corazón del ser humano debe estar siempre dispuesto para Dios que en su Hijo viene a encontrarnos.

Jesús sana, libera y ora.

La oración silenciosa, en soledad, para Jesús es encuentro con su Padre de amor que le reconforta e ilumina, es el espacio en el que Jesús, después de haberlo dado todo, se llena del amor del Padre, amor que Él entregará al mundo y mostrará por medio de las obras y prodigios de realiza. La oración impulsa a Jesús, le hace descubrir nuevas realidades, lo lanza a otros pueblos que lo necesitan. En la oración el Padre actualiza la obra, el proyecto que tiene, con nosotros, para salvar a la humanidad.

Es importante que aprendamos a retirarnos, que oremos en silencio, que entreguemos a Dios el cansancio que produce el amar pero sobre todo que al orar dejemos al Padre que nos instruya e impulse a nuevas tareas. Por nosotros y en nosotros el proyecto del Reino se va concretando.
Que el encuentro con Jesús nos haga tomar conciencia del servicio que debemos prestar a los demás; que no nos detengamos ante los retos que nos presenta el ser evangelizador. Debemos caminar hasta el final, no buscar lugares de consuelo que paralicen la predicación. Estamos como Jesús enviados para que con Él ayudemos en la obra de la salvación.

Con mi bendición:

P. Jaime Alberto Palacio González, ocd.